Dios se preparo una casa en medio de los hombres

 

Padre Alberto María fmp

 

 

Lc 1, 26-38

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

El hombre descubre el amor de los demás o el amor de alguien particular al descubrir con el cariño la atención y el cuidado con que hace las cosas. Porque esa atención y ese cariño y ese cuidado con que hace las cosas le hace descubrir y experimentar ese amor, esa cercanía y ese cuidado que tendría con uno mismo. Cuando una persona ama a la otra y quiere hacer algo por ella, la que recibe el beneficio experimenta el cariño a través de las acciones.
Nosotros podemos experimentar también el amor de Dios a través del cariño y el cuidado con que el Señor se fue edificando su casa, la casa de Dios, en la tierra. Podemos descubrir el amor de Dios con la ternura y los detalles pequeños con que fue preparando y haciendo su casa en medio de los hombres. Por ello, basta echar una mirada a la Madre de Dios, para descubrir el cariño y la ternura con que Dios fue preparando su casa en medio de los hombres, su casa en medio de nosotros que fue María de manera especial.
El amor y la ternura se descubren plenamente en lo que podríamos definir como la preparación de la que iba a ser la Madre de Dios. Según la Tradición, El mando al ángel que visitó a sus padres, Joaquín y Ana, entrados ya también en ancianidad. Dios preparó –como dice la Tradición Oriental- a los abuelos de Dios. En los padres preparó a la Hija, en la Hija nos preparó a nosotros. Dios pensó ya en nosotros cuando preparaba que la Madre de Dios naciera del amor de dos ancianos. Y ya pensaba en nosotros porque ya quiso prepararse la casa de Dios, el lugar donde El nacer y permanecer, para que así también entendiéramos el anhelo de Dios de permanecer en nuestro corazón.
Si Dios amó al hombre antes de la creación del mundo, y Dios pensó en el hombre y lo creó, Dios amó al hombre aún después del pecado y antes de que naciéramos, pero se preparó una casa María. Al principio Dios preparó una casa para los hombres: la Creación. Pero cuando el hombre truncó ese proyecto de Dios, Dios se preparó una casa a Sí mismo en medio de los hombres. Una casa donde crecer, donde nacer, donde hacerse uno como nosotros: María
Los escritos de los Padres y la enseñanza de la Iglesia hablan sobreabundantemente del misterio de la Madre de Dios, de su concepción inmaculada. Pero atendiendo el lenguaje humano y la propia realidad que nos rodea y en la que hemos crecido y vivido y que nos es tan cercana porque son también nuestras propias decisiones, podemos descubrir ese amor de Dios en el cuidado y el cariño que Dios puso para preparar la venida de la Madre de Aquel que iba a ser el Salvador del mundo.
Cuando piensas en que el ángel Gabriel anunció a Joaquín y Ana que iban a ser padres y piensa lo qué debieron de experimentar aquellos dos ancianos cuando el Señor les anunciaba el nacimiento de un hijo. Como en el caso de Abraham y de Sara, toda su vida esperando engendrar un hijo sin poder hacerlo y de pronto el Señor se lo regala y ese hijo era un hijo especial, era una hija especial. Era como para que tuviéramos claro el regalo de la vida, el don de la vida que es nuestra propia vida. Sin Dios el hombre no alcanzará los frutos esperados, deseados, pero cuando Dios interviene todo se sobrepasa, todo es mucho más que lo esperado. No fue una hija más, fue la Madre de Dios, la que nació de ese anuncio, de esa visita. La Madre de Dios, Casa de Dios en medio de los hombres. Lugar donde Dios fue concebido para nacer como hombre.
Y quieres razonar sobre ese misterio de fe en la Inmaculada Concepción, la razón se devanea entre muchos argumentos, pero quizás la única razón, la única «sinrazón» es la que vence nuestro corazón. Dios nos mostró tanto amor en la preparación que al aporte de la naturaleza humana fue María de Nazaret. Dios cogió lo mejor que la naturaleza humana podía engendrar y lo escogió para hacer su casa en medio de los hombres.
Igual que en la multiplicación de los panes y de los peces Dios quiso utilizar dos peces y cinco panes, para multiplicarlos y hacer su obra, en este caso Dios contó, Dios utilizó, Dios preparó una mujer particular, especial, para hacer su obra. Y en Ella comenzó su obra de redención. En Ella comenzó el largo camino que llevaría hasta aquel Viernes Santo en el que el Hijo extendería sus brazos en la cruz y clamaría: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen».
En el cariño de la preparación se descubre el amor que se manifiesta al final.
Antoine de Saint-Exupéry decía en «El Principito»: «dime cuando vienes para que yo pueda gozar ya de tu venida mientras te espero».
En la preparación de la Madre podemos descubrir, pues, el amor de Dios para gozar de El mientras le esperamos.

Fuente: fluvium.org