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San José, esposo de la Virgen María
José Portillo Pérez
Lc.
2, 41-51a.
San José de Nazaret
Tenemos muy pocos hechos referentes al Patrón de la Iglesia
Universal en la Biblia, pero los mismos, dado el tiempo en que
sucedieron, nos hacen pensar que el padre adoptivo de Jesús fue un
gran hombre. Busquemos en la Biblia la información existente en sus
páginas con respecto al Santo cuyo recuerdo celebramos en este día
de Cuaresma.
"Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años,
hijo, según se creía, de José, hijo de Elí" (LC. 3, 23). Existe una
disparidad con respecto al nombre del padre de san José, pues San
Mateo escribió en su obra: "Jacob engendró a José, marido de María,
de la cual nació Jesús, llamado el Cristo" (MT. 1, 16). Esta
disparidad no tiene por qué hacernos pensar que debemos rechazar
nuestras creencias dado que ambos textos no coinciden entre sí, pues
la citada diferencia entre los escritos de los citados autores no
nos dice nada malo con respecto a la conducta de nuestro Santo.
"Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se
llamaba José, de la casa (estirpe) de David; el nombre de la virgen
era María." (LC. 1, 26-27). Al igual que hemos averiguado algo sobre
el posible nombre del padre de san José y que nuestro Santo era
descendiente del Rey David, también podemos averiguar cuál era el
trabajo del marido de nuestra señora: "¿No es éste el hijo del
carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo,
José, Simón y Judas?" (MT. 13, 55). Aunque muchos creen que San José
era anciano cuando se casó con Santa María con el fin de justificar
la creencia de que él nunca interrumpió el voto de virginidad
perpetua de nuestra Mediadora celestial, es muy probable que nuestro
santo tuviera entre veinte y veinticinco años cuando contrajo
matrimonio con la Madre del Mesías, mientras que ella debía tener
entre quince y diecisiete años.
Con respecto a la clase social a la que pertenecían los padres de
Jesús existen varias hipótesis, ya que unos piensan de los mismos
que pertenecían a la alta burguesía de Palestina, mientras que otros
piensan que eran pobres.
José pactó su unión matrimonial con María con san Joaquín, -el padre
de nuestra Corredentora-, porque quería compartir su vida con una
mujer a la que deseaba amar, y formar una familia. Todos nosotros
sabemos lo que queremos hacer con nuestra vida, a pesar de que puede
ocurrirnos lo mismo que le sucedió a san José, es decir, que Dios
puede transformar nuestros planes de futuro de tal manera que nos
adaptemos a las exigencias de nuestro Criador, ya que el nos quiere
salvar, es decir, sabe lo que nos conviene en cada momento de
nuestra vida. En aquél tiempo, las relaciones de noviazgo se
prolongaban durante dos años, durante los cuales los hombres habían
de forjar sus planes para afrontar el futuro. María era mujer, así
pues, ella tenía que concienciarse de que tenía que servir y
obedecer a su futuro marido, así pues, una vez que se unieran como
marido y mujer, él tenía poder legal para romper los votos perpetuos
que ella le hubiera hecho a Yahveh, lo mismo que también tenía el
citado derecho el padre de nuestra señora, antes de que la misma se
vinculara al carpintero descendiente de la dinastía davídica.
Hubo un día en el que sucedió algo que descorazonó a José. Joaquín
le explicó a nuestro Santo que su hija estaba embarazada. José sabía
perfectamente que el Niño que esperaba su prometida no era el
compendio del amor que ambos sentían el uno por el otro. El futuro
padre adoptivo de nuestro señor pensó que la gente le humillaría
apenas se divulgara aquél hecho tan desagradable que le había
acontecido. Según la Ley, José debía apedrear a María hasta que ella
muriera, con el fin de contribuir a la eliminación de las prácticas
de adulterio en Palestina. El futuro Patrón de la Iglesia no quería
que su desgracia se difundiera, y amaba demasiado a su futura esposa
como para privarla del derecho a vivir que todos tenemos porque
somos personas e hijos de Dios. José habló con Joaquín para
separarse de María secretamente, así pues, ambos acordaron enviar a
la joven nazaretana a casa del sacerdote Zacarías, el cuál estaba
casado con Elisabeth, una parienta de María.
Nuestro Criador, antes de acabar con las dudas de nuestro santo,
quiso probar lo que José haría en aquél caso que era tan difícil de
resolver en aquél tiempo. En ciertas circunstancias nosotros nos
vemos abrumados por nuestros problemas, pero llega el día en que
nuestro Padre común nos da la forma de solucionar las cosas que nos
preocupan.
En LC. 1, 56, leemos que María cuidó a Elisabeth durante tres meses,
y que se volvió a Nazaret para afrontar su grave problema, para ver
si José la aceptaba, la repudiaba intentando que sus convecinos
creyeran que se habían separado por el acuerdo mutuo de José y del
padre de nuestra Señora, o para ver si el futuro Patrón de los
seminaristas decidía asesinarla, considerando que era una pecadora
pública. Existen circunstancias que hemos de vivir sin evitarlas.
Las citadas circunstancias pueden ser dolorosas, pero, cuanto antes
las vivamos, antes veremos en qué acaba el fundamento de nuestras
preocupaciones.
"el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su
madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido
del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quiso
infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he
aquí un ángel del señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo
de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella
es engendrado, del Espíritu santo es. Y dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el
señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que
traducido es: dios con nosotros. Y despertando José del sueño, hizo
como el ángel del señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero
no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso
por nombre Jesús." (MT. 1, 18-25).
San Lucas complementa la información del nacimiento de Jesús en los
20 primeros versículos del capítulo 2 de su Evangelio, los cuales no
os transcribo para no alargar mucho esta meditación.
José no sólo superó la tentación de rechazar a un Hijo que no era
suyo, sino que vivió las consecuencias de aceptar la paternidad de
nuestro señor. En los 23 versículos que componen el capítulo 2 del
Evangelio de san Mateo, vemos cómo nuestro santo, amparándose en las
tinieblas de la noche, hubo de huir a Egipto con María y con el
Niño, pues Herodes buscaba al pequeño Jesús para asesinarlo, pues
temía que le arrebatara su reinado en el futuro. El día siguiente a
la crucificción de Jesús, los miembros del sanedrín le pidieron a
Pilato que un piquete de soldados romanos vigilaran el sepulcro de
nuestro señor, con el fin de impedir la difusión de la Resurrección
del Mesías, pues temían que el cuerpo del Señor fuera robado por sus
seguidores, con el fin de poder inventar que El había vencido a la
muerte. ¡Qué fácil es abusar de los débiles y acabar con los
recuerdos de quienes viven añorando un pasado que sin duda fue mejor
que su presente!
En el capítulo 2 del Evangelio de San Lucas encontramos más hechos
relacionados con nuestro santo. Cuando se cumplió el octavo día del
nacimiento de Jesús, la Sagrada Familia acudió al Templo de la
ciudad santa para circuncidar al Mesías. Aquél acto fue muy
importante para José, ya que en el mismo confirmó públicamente su
aceptación de la paternidad del Hijo de María. Es verdad que él
había previsto vivir en Belén quizá para evitar las molestias que
podían causarle los nazaretanos al recordarle constantemente que él
tenía un hijo que no era suyo, pues todos sabemos que hay gente que
no avanza en ningún aspecto de su vida que no permite que sus
prójimos superen su patético estado de aletargamiento, pero, cuando
José fue avisado de que abandonara Egipto porque Herodes había
muerto, recibió la orden de habitar en Nazaret, lo cuál le hizo
pensar que no abandonaría al pequeño Jesús bajo ninguna
circunstancia, ya que había convivido durante dos años con él, había
sido emigrante para salvar la vida del niño de Belén, y no estaba
dispuesto a dejar que sus convecinos rompieran el vínculo que le
unía a quienes más amaba en el mundo.
A partir del retorno de Egipto a Nazaret, los Evangelios canónicos
no nos ofrecen ningún dato de la vida de Jesús. San Lucas cierra el
capítulo dos de su Evangelio narrándonos la desaparición de Jesús
cuando nuestro señor celebró su primera Pascua judía cuando tenía
doce años, según una antigua prescripción legal. José y María lo
encontraron en el Templo después de haberlo buscado durante tres
días con una gran preocupación, pues en aquel tiempo podrían haber
acaecido hechos muy dolorosos y trágicos como para que un niño de
doce años hubiera estado perdido en Jerusalén, en una fiesta en la
que el espíritu nacionalista judío podría haber provocado un mortal
enfrentamiento con el poder romano que podría haber causado un gran
desastre. José no sólo calmó su ánimo al encontrar a Jesús en el
Templo, sino que aceptó que su Hijo no vivía para obedecerlo a él,
sino para hacer la voluntad de Dios.
Nuestro santo murió durante los años de la adolescencia de Jesús,
siendo consciente de que no vería el cumplimiento de la profecía del
anciano Simeón referente a la Pasión de nuestro señor.
De San José podemos aprender a hacer bien hecho lo que debemos hacer
por amor a Dios, a nosotros y a nuestros prójimos.
De San José podemos aprender a fiarnos de Dios siempre, incluso en
el caso en que parece que nuestra vida se tambalea y nada tiene
sentido. Pensemos en el hombre que confió en un Dios que lo único
que hizo cuando peligraba la vida de su Hijo fue confiarle la
custodia del mismo a un simple mortal, cuando nosotros, en ese caso,
actuaríamos probablemente como animales salvajes cegados por un
poder instintivo capaz de salvar y de matar y de perderlo todo por
todo.
Nuestro santo nos enseña que las relaciones matrimoniales son cosas
de dos personas que se aman, que los demás pueden dar consejos
referentes a la vivencia de las mismas, pero que nadie debe
interferir en la vivencia de los que deciden formar familias.
Nuestro santo nos enseña a trabajar sin protestar en circunstancias
buenas y adversas. José trabajó en Egipto como emigrante y afrontó
épocas de carestía en Nazaret.
Fuente:
autorescatolocos.org
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