"Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra."

Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.

 

Lc 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llergar hasta él. Entoces lo avisaron: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte." Él les contestó: "Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra." 

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Este pasaje cierra el bloque de parábolas. Y es apenas lógico y coherente. Si Jesús a anunciado el Reino por medio de parábolas, signos y señales que manifiestan la misión mesiánica de Jesús, es apenas normal que a continuación presente la comunidad del Reino.

El Reino es una comunidad. Pero esta comunidad tiene características propias. No es la comunidad familiar, tribal que está unida por lazos de sangre. Ni siquiera es el pueblo de la alianza unido por lazos étnicos o culturales. Aquí se trata de una comunidad diferente, novedosa. Es la comunidad fundada en la adhesión incondicional a la persona de Jesús. Adhesión que exige progresivas renuncias, rupturas cambios rotundos de mentalidad. La escucha de la Palabra, la aceptación de la misma y la puesta en práctica son los nexos que entrelazan en un gran abrazo fraterno, abierto y universal. En últimas, la predicación de Jesús se resume en transmitir una experiencia de Dios vivida por él en profundidad. Jesús quiere contarle a todos que Dios es ante todo un padre con entrañas maternales. Lleno de compasión y misericordia para con sus hijos. Un Padre/madre que inaugura la fraternidad entre todos y todas. Filiación y fraternidad comunitaria es el signo histórico/ escatológico del Reino. 

También nosotros, como Israel, a lo largo de los siglos de historia, hemos perdido o, quizás, refundido en viejos rincones esta propuesta fascinante y novedosa. Las estructuras de todo orden, la demasiada institucionalización y el peso de las tradiciones, nos han ocultado la verdad del Reino. Cuando el corazón se hace acogida, perdón, misericordia entonces podremos disfrutar la grandeza y profundidad del Reino. Al fin habremos salido de los escaparates que nos han ocultado por siglos la maravillosa noticia de que Dios nos ama entrañablemente y nos invita a construir la fraternidad.

Fuente: autorescatolicos.org