La "Quejaritomene", mujer Llena de Gracia, es la Madre del Hijo de Dios y del Hijo de David 

Padre Jesús Martí Ballester 


1. La solemne doxología, o Himno de Alabanza, con que San Pablo termina su carta a los Romanos, la más elaborada y extensa, es un canto a la omnipotencia y a la sabiduría de Dios, que resume el plan divino de salvación: "Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos"... Romanos 16, 25. “Misterio” que estaba oculto en el silencio de la eternidad; aunque había sido anunciado antes por los profetas; realizado por Jesucristo, y proclamado ya por los apóstoles a todas las naciones. Dios había anunciado el misterio oscuramente, a los primeros padres: "Una mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Pondré enemistades entre tu descendencia y la suya" (Gn 3, 15). Este fue el primer anuncio del Mesías. Después se le anunciará a Abraham: "Sara te dará un hijo, Isaac. Yo estableceré con él mi alianza perpetua para ser su Dios y el de su descendencia" (Gn 17, 16). El mismo Dios, buscando pretexto para anunciarlo, a la vez que queriendo darle una prueba de amistad íntima a Abraham, le manifiesta que con él no tiene secretos, porque va a ser el jefe del pueblo salvado y le confía, con mayor claridad que a los profetas: "¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, cuando ha de convertirse en un pueblo grande y fuerte por el que serán bendecidas todas las naciones de la tierra?" (Gn 18,17). Todo misterioso... También a David se le anunció, cuando Israel había dejado de ser un pueblo seminómada, y el rey vivía en su palacio, mientras el arca estaba depositada en una tienda de campaña. A David le causaba zozobra que el Señor habitara en un lugar menos digno que su propia morada y piensa construir un templo para el Señor. Le confía al profeta Natán su plan. Natán lo aprueba. Aquella noche tiene el profeta una revelación celeste. Dile a David que no. Pero, por su generosidad, le promete que su pueblo se afincará definitivamente en Palestina, donde echará raices y vivirá en paz y prosperidad. Y afirmará la continuidad y perpetuidad de su reino 2 Samuel 7,14. Es todavía el anuncio. Natán le comunica que no será él quien le edificará una casa-templo, sino que será el Señor quien edificará a David una casa-dinastía: “Te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durará para siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre”. La antigua promesa hecha a Abraham: “Por tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra” (Gn 22,18), la realizará un hijo de David que perpetuará su reino y lo transformará en un reino espiritual y universal. 

2. Es como si un rey, conocedor de las vicisitudes de la historia, testigo de tantas dinastías extinguidas, dudase de la permanencia de la suya: "No quiero ser Isabel la última", dice a su hijo Carlos la Reina de Inglaterra. ¡Cuántos imperios fastuosos y poderosos, se han derrumbado: el babilónico, el seléucida, el persa, el Sacro Imperio Romano Germánico, el bizantino, el Romano, el austrohúngaro, el alemán, el del III Reich!. Tu dinastía, David, no se acabará nunca. Reinará eternamente. Tu trono durará por siempre. 


3. A esa dinastía prometida a David se refiere el Salmo 88: "Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono por todas las edades". "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre": "Yo seré para él padre, y él será para mí Hijo". Los dos hemistiquios anteriores, expresan en lenguaje poético, lo que se lee en 2 Sam 7,14 y en el que consta que a pesar de las infidelidades de David, el Señor mantiene la alianza y las promesas. Le humilla, pero le levanta, porque su misericordia es eterna y su bondad y fidelidad tiene en cuenta que somos de barro. Barro, cocido y amasado por sus manos de padre, sabio y amoroso, pero barro quebradizo al fin 

4. El pasaje de Lucas es como la obertura de una gran sinfonía, armonía solemne y serena, que inicia los temas que van a ser desarrollados. Algo parecido al «prólogo» del evangelio de Juan. Primero, la anunciación a María, preludio del nacimiento del Mesías, momento central de la historia: después, la entrada de Dios en el mundo de los hombres, espectacular en su silencio; soberanamente respetuoso con la libertad de su criatura; y por fin, la llegada del amor compasivo que rompe las distancias. Los filósofos hablan de trascendencia, grandeza que separa; el evangelio, de «encarnación», que es cercanía e identificación con la naturaleza humana, sin perder su grandeza. “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin”. La primera palabra del ángel, es ¡Jaire! ¡ Alégrate! Como un vuelo de campanas, anunciando la inauguración de la era mesiánica. 

5. Los profetas anuncian los tiempos mesiánicos, invitando al júbílo y a la alegría desbordante: "¡Alégrate, hija de Sión: alégrate y exulta de todo corazón, Jerusalén! No temas. El Señor, el rey de Israel, está en medio de ti” (Sof 3,14). “Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén: mira a tu rey que viene a ti. Es justo y salvador” (Zac 9,9). 


6. Cuando María, en el asombroso y bellísimo diálogo, núcleo del evangelio por su riqueza teológica, ha expuesto al ángel con suma delicadeza, su pasmo y extrañeza, escucha el mensaje: "Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin" Lucas 1,26. 

7. Este es el "misterio mantenido en secreto durante siglos" de que habla san Pablo, en el que aparece el maremoto de la acción de Dios, actuando desde la profundidad de su Sabiduría. Abraham y David lo veían en una nube llena de oscuridad. También los Profetas. Los anuncios del misterio mesiánico eran eso, misterio. Pero no podían imaginar, que el mismo Dios llegara a la "locura" de hacerse hombre. Pero Dios no es un espectador insensible, que contempla inactivo el devenir de la historia, sino el Dios-Amor, cuyo dinamismo está atento a la decisión de la virgen elegida para Madre de su Hijo Redentor, en quien se van a cumplir las esperanzas de Israel. Esperando la respuesta de la humanidad, se abre el diálogo entre el ángel Gabriel, y María, llena de gracia: "Jaire, kejaritomene", María, has encontrado gracia ante Dios", en el que se decide la entrega entre personas. -Si tú quieres, yo quiero. Si me haces un sitio en tu seno, me quedo. Habla el ángel, en nombre de Dios. María acepta la Palabra, el Espíritu la cubre con su sombra, y el Verbo se hace carne en sus entrañas, "porque para Dios no hay imposibles". El Espíritu que al comienzo de la creación, flotaba sobre las aguas fecundándolas (Gn 1,2), desciende sobre las aguas vírgenes de una doncella para iniciar la nueva creación, haciéndola fecunda. La misma palabra de María: “Hágase” es la que usa el Creador: “Hagase la luz”. El que desde la creación ha ido conduciendo a los hombres hacia Cristo, ha tomado posesión de María para convertirla en su madre y ofrecernos su misericordia y su salvación. Dios ha actuado creadoramente por el Espíritu Santo; y se ha hecho presente en el Hijo que va a nacer de María, en quien se concentra toda la espera de Israel, que en ella es bendecido. María, es la figura del Adviento, en quien Dios se hace cercano, vecino nuestro: "Emmanuel". La historia del hombre ha sido alterada cualitativamente. La infinita soledad cósmica se ha roto y el muro de la muerte ha sido derribado. El saludo a María no es una fórmula de cortesía, como un “Dios te guarde”, sino un "Jaire" griego, que invita a la alegría mesiánica. Con él, el ángel nos introduce en el misterio de la encarnación: el hijo de María será hijo de David e Hijo del Altísimo. El Dios trascendente se hará inmanente. El totalmente Otro, se hará cercano: un niño en brazos de una doncella colmada de gracia. Esta es la gran noticia que celebraremos con alegría en Navidad. 

8. María, familiarizada con la Sagrada Escritura, entrevió en seguida que se la llamaba a colaborar en la venida al mundo del Mesías Salvador. Comprendemos, pues, su turbación y que pida aclaración sobre el cómo, dado que, si bien está desposada con José, de la estirpe de David, no conviven bajo el mismo techo, ya que no se ha celebrado todavía la boda (Mt 1,18). Por eso pide comprender mejor, para obedecer mejor. El ángel le hace saber que concebirá por obra del Espíritu Santo. Pero María no ha de ser un instrumento pasivo en la realización del plan de Dios, sino consciente y libre. La virgen de Nazaret, de unos catorce años, es inteligente y reflexiva. Se le ha hecho una proposición, y va a responder. Consciente de la trascendencia del momento, toma su decisión personal y libre: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Lo decimos de rutina, y nos quedamos tan anchos. Tan seguros. 

9. Tan convencidos de que nuestra voluntad coincide con la de Dios. Estoy haciendo la voluntad de Dios, pero iré donde quiera. Volveré cuando quiera. Haré lo que me plazca. Saldré, en el diálogo, con la mía. Pondré razones. Alambicaré argumentos. Buscaré excusas. Gastaré lo que quiera. Elegiré a los que quiera o me convengan, según mis planes, sin investigar si son los planes de Dios. Seguiré mi camino, seguro, y ni por un momento me pararé a pensar si estoy haciendo la voluntad de Dios, o haciendo trampas. Rechazaré lo que no me guste. Iré con quien me guste. El sacrificio, no es para mí. ¿Voluntad de Dios, o subjetivismo?. ¿Castillos en el aire o casa sobre roca? Calculo, planeo, decido. Estoy haciendo mi capricho y realizando mis planes y además, convencido de que estoy dentro de la órbita de la Voluntad de Dios. Santa Teresa da una importancia capitalísima a la obediencia. ¿Obediencia de qué? Obedeceré cuando me guste, o lo que me guste. Dios y los demás, que se aguanten, que yo soy el primero y el único. Mi yo, mis criterios, mis manías, mis complejos, mi vanidad. Siempre encuentra razones para saltarse a la torera lo que claramente es voluntad de Dios, o hacer lo que se que no le gusta. Y los demás que se lo tomen a risa, que yo dormiré tranquilo. Y si soy el capitán de la obediencia, porque tengo a todos en mis manos, exigiré a otros la obediencia para que se haga mi voluntad, camuflada como voluntad de Dios, que tendrá que hacer malabarismos, que siempre serán luminosos y gloriosos, porque el Artista Soberano, sabe y puede enderezar lo torcido, para qque se cumplan sus designios, que siempre son de justicia. Conciencia de manga tan ancha como el cauce del río y no como tan estrecha como la cueva de Belén, ni como los senderos de la huída a Egipto. Con los demás, que se aguanten, que se cuiden, pero por mi parte no les voy a ahorrar ni un sólo sinsabor, ni disgusto que les acorte la vida. La que cuenta es la mía. Puro egoismo, tras la pantalla de una consagración a Dios. Y esto en los que que viven en el aura del clima religioso, de la observancia de unas sagradas promesas. Los que se creen creadores de su propia ley, de su libertad, de su espontaneidad, que ha de ser aceptada y respetada por todos, son los seguidores del eco del “non serviam”, “no le serviré”; los hijos de los que comieron la manzana porque les apetecía, los que introdujeron la muerte y el mal en la tierra. Y esa es la necesidad de Belén. La reparación necesaria, la liberación, a costa del frío, de la pobreza, de la estrechez y del rechazo del que vino a los suyos y los suyos no le reconocieron, no había lugar para ellos en la posada. 


10. Un mensajero de Dios viene a una joven casi anónima, en una ciudad casi desconocida, con un mensaje divino de alcance inimaginable. Me aturde pensar las vueltas que Lucas le daría al lenguaje, él era griego, y sobre todo, al mensaje trascendente e incomprensible, que tiene que transmitir: Que el Dios Altísimo, se va a hacer pequeñísimo, en el seno de una virgen, que no conoce varón. Le resultaría eso más difícil que transmitir hoy la noticia de que tantas jóvenes que lo conocen, no dan fruto. 

11. Cuatro veces se nombra a María y una sola a Jesús. Aunque es Jesús quien viene a salvar, en las leyes biológicas, la madre siempre es antes que el hijo, y consiguientemente el proyecto de Dios no se cumple sin la fe y aceptación libre de María, porque Dios nunca coacciona, no impone nada ni siquiera cuando se trata, como aquí, de la salvación del mundo. Dios llama a la puerta, pero no la derriba. Dios quiere colaboradores perfectamente libres. Atrae, pide, quiere. Pero no impone. Respeta la libertad que nos ha regalado. María había empezado a entender: lo importante no era que en aquel momento se aclarase el misterio de su vida; lo capital es que se aclaraba con un nuevo misterio infinitamente más grande que su pequeña vida: en sus entrañas iba a nacer el Esperado y además, el Esperado era mucho más de lo que nunca ella y su pueblo se habían atrevido a esperar. Que la venida que el ángel anunciaba era la del Mesías no era muy difícil de entender. El ángel había dado muchos datos: el Hijo del Altsimo, el que ocuparía el trono de su padre David, el que reinaría eternamente. Todas estas frases eran familiares para la muchacha. Las había oído y meditado miles de veces. Ahora era el ángel quien esperaba en un segundo interminable. No era fácil aceptar, ciertamente. El problema de cómo se realizaría el nacimiento había quedado desbordado por aquellas palabras que anunciaban lo que sería aquel niño. Tampoco María ahora comprendía. Aceptaba, sí, aceptaba ya antes de responder, pero lo que el ángel decía no podia terminar de entrar en su pequeña cabeza de criatura. Algo sí, estaba ya claro: Dios estaba multiplicando su alma y pidiéndole que se la dejara multiplicar. No era acercarse a la zarza ardiendo de Dios, era llevar la llamarada dentro. Sus sueños de muchacha habían terminado. Aquel río tranquilo en que veía reflejada su vida se veía, de repente, convertido en un torrente de espumas... y de sangre.. Ella lo sabía. No se puede entrar en la hoguera sin ser carbonizado. Su pequeña vida había dejado de pertenecerle. Ahora sería arrastrada por la catarata de Dios. Ella sabía que ese reinado de Dios no se realizaría sin sangre. Recordaba las palabras del profeta: "Yo soy un gusano, ya no soy un hombre; han taladrado mis manos y mis pies; traspasado por nuestras iniquidades, molido por nuestros pecados será conducido como oveja al matadero..." (Sal 22, 7.17; Is 53, 5.7). Todo esto lo sabía. Sí, era ese espanto lo que pedía el ángel. Que fuera madre del «hijo del Altísimo», pero también del «varón de dolores». Temblaba. ¿Cómo no iba a temblar? Tenía catorce años cuando empezó a hablar el ángel. Y era ya una mujer cuando Gabriel concluyó su mensaje. Bebía años. Crecía. 

12. En aquella décima de segundo. el ángel esperaba, temblando también. No porque dudase, sino porque entendía. Escribe Casaldáliga: 

“Como si Dios tuviera que esperar un permiso, 

tu palabra sería la segunda palabra

y ella recrearía el mundo estropeado, 

como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente”

13. Y, como María no es ciega ni sorda; no se precipita ni se bloquea o se cierra en banda. María reflexiona sorprendida, inquiere, se informa y acepta: todo esto es necesario en una decisión libre. «Así se convierte en portavoz y modelo de todos los que en todos los tiempos aceptan ser salvados por Dios» (Rahner). Dice sí a un proyecto y a un camino que no sabe con detalle a dónde la conduce, da un paso, sin saber dónde pondrá el otro, pero se confía a Dios que sabe comenzar y llevar a feliz término lo que él empieza. «Hay aquí algo más grande que Abrahán, más que Moisés, más que David y más que Juan Bautista, más que Pablo y más que toda la Iglesia cristiana; se trata aquí de la historia de la Madre del Señor, Madre de Dios mismo. Se trata de un acontecimiento único, sin precedente ni semejante, que aparece en la serie de acontecimientos del adviento como figura señera que lo llena todo» (K. Barth) 

14. Y llena de paz, se entrega confiadamente a la voluntad de Dios: La muchacha-mujer dijo: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra". Se trataba del destino del mundo, pendiente, como de un hilo, de unos labios de mujer y en el mundo no sonaron campanas cuando ella abrió los labios. Dejaba de pertenecerse. El mundo había cambiado. No se abrieron las flores. Las gentes siguieron trabajando sin que siquiera un olor les anunciase que algo había ocurrido. La historia había girado. Sólo Dios, la muchacha y un ángel lo sabían. Dios había empezado la prodigiosa aventura de ser hombre en el seno de una mujer.

Las grandes decisiones vienen del corazón. Y una vez dado su libre consentimiento, se realiza el milagro más asombroso que han visto los siglos. San Juan lo expresará admirablemente en el Prólogo de su evangelio: “El que es la Palabra se hizo hombre y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14). Desde ya, María es a la vez Parthénos y Theotókos, Virgen y Madre-de-Dios. 

15. La inspiración de los artistas se ha disparado ante el relato transido de belleza, armonía y hondura soberana. Los italianos del renacimiento pintan la escena en palacios lujosos; los flamencos del siglo XV la esmaltan con ricos tapices; los orientales la imaginan en el interior de un templo, o al aire libre, o junto a la fuente con el cántaro sobre la cabeza, como las mujeres nazarenas. La fe y la piedad de muchos fieles de todos los tiempos ha sido inspirada y alimentada por estas obras, cargadas de unción e iluminadas con colores de primorosa suavidad. 

16. Todo el texto de Lucas está traspasado de emoción, belleza, armonía trascendente y abismal profundidad. ¿Cómo se habrá enterado de este sublime misterio que un día se desveló en aquella aldea de unas veinte casas y en la intimidad de una muchacha desconocida? El caso es que Lucas ha tenido que enfrentarse con un enorme problema de lenguaje para expresar y transmitir al mundo el mensaje y la alegría de un misterio inefable: ¡La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de una jovencita! Y quiere que sus lectores sepan desde el primer momento que Jesús, es un hombre con todas las consecuencias; pero al mismo tiempo, es Dios. Lo balbucea con la cascada de títulos que le atribuye: grande, hijo del Altísimo, heredero del trono de David, rey con un reinado sin fin, santo, e hijo de Dios. Y todo, bajo la fuerza del Altísimo, que te cubrirá con su sombra, símbolo de la presencia y la gloria de Dios. María envuelta y penetrada por la nube, se convierte en casa, torre, trono y madre de Dios. 

17. Con el laconismo intelectual y conceptual del médico, que es Lucas, dice con precisión topográfica que sucedió: en una ciudad de Galilea llamada Nazaret: y nos da los datos de la ficha de la joven: virgen, de la estirpe de David, y su nombre, María, "quejaritomene", llena de gracia. El relato no es una transcripción literal "off the record" del diálogo de María con el Angel recogido en video o en cinta magnetofónica. Lucas lo escribió setenta años más tarde, pero se ha informado muy bien antes de escribirlo. ¿Y de quién pudo informarse sino de la misma María? 

18. El relato puede tener varias lecturas: desde la psicología, o la sociología, o el agnosticismo, y también desde la sencillez de la fe. Cada uno lo entenderá según el color del cristal con que lo mire, y llegará a sus conclusiones . 

Un sociólogo podrá pensar que Lucas trasmite unas confidencias y pretende poner al niño que va a nacer en la cima del prestigio ante los ojos judíos, presentándolo como hijo de David. Y nosotros le daríamos la razón. Los «maestros de la sospecha» podrían pensar que Lucas intentó crear un mundo irreal de fantasía y apariciones de ángeles y espíritus frente al mundo real de la miseria y sufrimiento de los hombres, para consolar a los pobres y a los que sufren. Pero esto es una interpretación subjetiva y falsa. 

Pero Lucas escribió lo que oyó contar a María. "Quise escribir un relato importante y trascendente para vuestra vida. Igual que yo me informé de María, vosotros podéis recibir también la palabra y el Espíritu del Señor y convertir en fruto ese mensaje. Podéis recibir a Jesús para vosotros y para llevarlo al mundo. Dios está también con vosotros, os ofrece llenaros de gracia, y lo que quiere hacer por vosotros no es cosa vuestra sino de él, con la única condición de que le deis un sí sin condiciones". 

María nos enseña que nuestra actitud ante la llamada de la Palabra de Dios ha de ser de disponibilidad incondicional. Navidad es por excelencia la fiesta de la alegría. Pronto oiremos este mensaje a los pastores: “No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”. La nota característica del cristiano es la alegría que nace de la misma esencia del Evangelio, la jubilosa noticia de que, en Cristo, ya es posible vencer el pecado y la muerte. 

19. Cuando nazca Juan, su padre, Zacarías, cantará al Dios que mantiene la promesa: "Bendito sea el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado un poderoso salvador, en la casa de David" (Lc 1, 68). 

20. "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!", gritaba a Jesús el ciego de Jericó (l Lc 18, 38). Como "Hijo de David" (Mt 21, 9), le aclamarán el domingo de Ramos. El mismo Jesús confirma su relación con David: "¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?" (Mt 22, 45).. "El mismo David dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha... ¿Cómo puede ser hijo suyo si le llama Señor?" (Mc 12, 36). La gente que le oía, gustaba de que se le recordase todo el mesianismo davídico, en una dimensión nueva, que no podían entender: Que fuera hijo y a la vez su Señor. Dijo el Señor, el Padre, a mi Señor, mi hijo, es decir, un hijo mayor que su padre David (Mt 22, 43). También Pablo en el libro de los Hechos, rememorando las palabras de Zacarías, habla en Antioquía: "De la descendencia de David, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús" (Hch 13, 23). 

21. Gracias. Señor, porque la mujer que tú has elegido para traerte al mundo, fue fiel y dijo que sí. Digamos también nosotros: hágase, nazca en mí... Va a nacer sobre el altar. Venid, adorémosle y comámosle para la vida eterna.