Visita de María a su prima Isabel (Lucas 1,39-45)

Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.


Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

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Ayer reconocíamos que María es la primera evangelizada, la primera que reconoce el proyecto de Dios en su vida, en contraste con la experiencia de Zacarías. Hoy la vemos como evangelizadora, como la que se pone en camino convirtiéndose en buena noticia. Isabel la saluda con alegría y reconoce en ella la acción de Dios. Las menciones al Antiguo Testamento puestas en boca de Isabel (Jue 5,24, Judt 13,18) relacionan a María con la Tienda del Encuentro portadora de la presencia de Dios, y con las mujeres que han sido importantes en la historia del pueblo como Judith, Ester o Rut. María es la mujer en la que se lleva a cabo la plenitud de la revelación del Antiguo Testamento, ella es la Nueva Tienda donde ahora se revela y se manifiesta Dios a los hombres. Isabel reconoce estos hechos y es capaz de manifestarlos en su saludo de alegría. En contraste con su esposo Zacarías, que no creyó, Isabel se alegra por María la creyente. La que supo asumir y reconocer la presencia de Dios en su vida.

El Cantar de los Cantares nos adentra aún más en el misterio que hoy celebramos y reconocemos. El amado que llega saltando por los montes invitando a la amada a seguirle, es Jesús, el Señor, que se acerca. La salvación que reconoce Isabel no es otra que la presencia de Dios en Jesús que llega sobre los montes, que se avecina. Pues en aquella época, esperaban anhelantes un salvador que libertara del yugo del Imperio Romano a todo el pueblo.

En este adviento, reconocemos, como Isabel, la presencia ya actuante del Reino de Dios en medio de nosotros, y esperamos que estas celebraciones de la Navidad nos animen, como María, a ser anunciadores de Buenas Noticias a todos nuestros hermanos.