“Mi alma canta la grandeza del Señor” Lc 1, 46-55” 

Pedro Sergio Donoso Brant


El fragmento del evangelio, nos presenta el cántico de María, “El Magníficat”, responde a una explosión de júbilo en Dios, incubada desde que se había realizado en ella el misterio de la encarnación. “El himno de María no es ni una respuesta a Isabel ni propiamente una plegaria a Dios; es una elevación y un éxtasis” y una profecía.

María dijo entonces; “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”, este canto es la una expresión elevadísima del alma de María, donde las lágrimas de alegría, gozo y esperanzas, se encierran en el Corazón de la Virgen María.

Podemos observar, en este cántico, la alabanza de María a Dios por la elección que hizo de ella, el reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo y como con esta obra se cumplen las promesas hechas.

“Porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora”. La humildad de la Virgen María, es la causa de su grandeza, como ella, se humilla hasta en lo más ínfimo y Dios la eleva a lo más alto de la dignidad. 

La alabanza que hace María a Dios por la elección que hizo en ella, engrandeciendo a Dios, ella esta profundamente agradecida, así es como le bendice y le celebra.

Este gozo de María es en Dios “mi Salvador.” Nunca como aquí cobra esta expresión el sentido mesiánico más profundo. Ese Dios Salvador es el Dios que ella lleva en su vientre, y que se llamará Jesús, Yehoshúa, es decir, Yahvé salva. Y ella se goza y alaba a Dios, su Salvador.

María atribuye esta obra a la pura bondad de Dios, que miró la “humanidad” de su “esclava.” Fue pura elección de Dios, que se fijó en una mujer de condición social desapercibida, aunque de la casa de David. Pero por esa mirada de elección de Dios, “desde ahora” es decir, en adelante, la van a llamar “bienaventurada todas las generaciones.” 

“En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”, por esa dignidad tan grande a la cual María fue elevada. Como vemos hoy, todas las generaciones cristianas de todos los siglos, han cantado las glorias de esta Virgen humilde y amorosa, que fue hecha la Madre de Dios.

Es la eterna bendición a la Madre del Mesías. Profecía cumplida ya por veinte siglos. Y todo es debido a eso: a que hizo en ella “maravillas”, cosas grandes — la maternidad mesiánica y divina en ella —, el único que puede hacerlas, Dios. 

“Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas”. Esta obra sólo podía ser obra de la omnipotencia de Dios. Y “cuyo nombre es Santo.” Es, pues, obra de la santidad de Dios. ¡Su Nombre es santo!, Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. El pensamiento progresa, haciendo ver que todo este poder es ejercido por efecto de su misericordia. Esta es una de las “constantes” de Dios en el Antiguo Testamento. Ya al descubrir su nombre a Moisés se revela como el Misericordioso (Ex 34:6). 

Y ninguna obra era de mayor misericordia que la obra de la redención. Pero se añade que esta obra de misericordia de Dios, que se extiende de generación en generación, es precisamente “sobre los que le temen.” Era el temor reverencial a Dios. Así, en el A.T., cuando el pueblo pecaba, Dios lo castigaba; pero, vuelto a él, Dios lo perdonaba. 

“Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.”, Con esta metáfora, se expresa el poder de Dios, que aplasta a los soberbios y exalta a los humildes.

“Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes.”, como enseñándonos a todos, que si queremos ser grande a los ojos de Dios y ser amados por El, debemos ser humildes ante los hombres, reconociendo nuestra pequeñez y miseria. Esta imagen celebra cómo Dios quita a los “poderosos” de sus tronos y “ensalza” a los que no son socialmente poderosos.

María: a una virgen, la hace madre milagrosamente; y a una “esclava,” madre del Mesías.

“Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.” Así María, se coloca en la línea de todos los que son pequeños y humildes, los hambrientos de Israel, los que están vacíos de si mismos, pero llenos de Dios. 

“Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.”

A María la elige para enriquecerla “mesiánicamente.” Es lo mismo que canta luego: los bienes prometidos a Abraham, que eran las promesas mesiánicas. Al fin, todo el Antiguo Testamento giraba en torno a estas promesas. Con esta Obra cumple Dios las Promesas, hechas a los Padres.

Con este hermoso himno, María, alaba a Dios por la elección que hizo en ella, reconoce la Providencia de Dios en el gobierno del mundo y nos recuerda como Dios cumplió las promesas hechas a los Patriarcas.

Nada será mas agradable a Dios, que lo alabemos como lo hizo María, con las hermosas palabra que el Espíritu divino la inspiró. 

La paz del Señor Jesús, resucitado este con vuestro corazón