María en el Nuevo Testamento

 

San Lucas

 

Padre Antonio Rivero L.C

 

 

¿Cuál es el puesto de María en el plan de Dios?
¿Cuál es el puesto de María en la obra de la Salvación?
¿Cuál es el puesto de María en la Iglesia?
¿Cuál es el puesto de María en nuestra vida?

Hoy veremos la figura de María, transmitida por el Nuevo Testamento. Nos fijaremos en el Evangelio de San Lucas. Del Evangelio de San Lucas, entresacamos las siguientes notas sobre María. Vamos a Nazaret.

María es elegida:

• Fue Dios quien la elige, mandando al ángel, María no ha hecho ningún mérito. Elección gratuita, imprevista, misteriosa, desproporcionada.
• Para esa elección Dios la preparó antemano; por eso la hizo “llena de gracia” y María sentía la presencia del Señor siempre: “ El señor está contigo”.
• El E.S. es quien hará posible la encarnación del Hijo de Dios en el Seno de María, será Madre sin concurso de varón. Así se cumplió la “Señal” del tiempo mesiánico, profetizado por Isaías: una virgen da a luz.
• Por eso, María es ahora el Arca de la Alianza nueva, porque en su seno comienza a hacerse realidad el “Dios con nosotros”. Ella está habitada por Dios, es morada suya. ¿Se acuerdan de lo que era el arca de la Alianza en el Antiguo Testamento? Era donde se llevaba el rollo de la ley, era el Tabernáculo que escondía la presencia de Javé, la Torá. María de ahora en adelante será el nuevo Arca de la Alianza, que lleva el mismo Dios encarnado.
• María en el evangelio de Lucas es la Virgen oyente: deja que Dios le hable y esa palabra penetra en su corazón como la lluvia en la tierra fecunda. María se nos muestra en la Anunciación plenamente dueña de si misma, con la sabiduría de la virgen que sabe oír y penetrar un mensaje, con la riqueza interior que sólo otorga el silencio y la contemplación.
• María en el Evangelio de Lucas es también la Virgen creyente. El consentimiento de María “He aquí la esclava...” es un profundo y amoroso acto de fe. Una fe que es entrega libre al plan de Dios, apertura total a la Voluntad de Dios, aunque tenga ella que prescindir de sus planes personales acariciados tan limpiamente.
• También María en el evangelio de Lucas es la Virgen del servicio, cuando va a visitar a su prima. El Arca de la Nueva Alianza –María- va hasta Ain Karim y llena de alegría a Isabel y a toda la casa. Es la Virgen servicial, la que no duda en abrirse a los demás para compartir sus alegrías y dolores. La servidora del Señor se hace servidora de sus semejantes. El amor a Dios es fuente del amor al prójimo, y éste es consecuencia y sello de autenticidad de aquél.

En esta escena de la visitación, María se convierte también en mujer evangelizadora, la portadora de Cristo a sus semejantes. Ella no permanece pasiva en Nazaret, sino que se siente urgida a trasmitir los dones recibidos. Los comunica con entusiasmo. Lo contemplado en el encuentro personal e íntimo con su Dios se vuelve en ella mensaje fecundo y apostólico. Ese Cristo que lleva y transmite inunda de alegría y gozo todo el recinto de la casa de su prima. Hay clima de fiesta en el encuentro, sorpresa por la visita y felicitaciones por las grandezas divinas. María e Isabel están tocadas por la gracia del E.S. y uno de esos efectos es el gozo y la alegría.

Por ser mujer evangelizadora este hecho es un hecho , porque es la primera que anuncia al Mesías, llevando la Buena Nueva a esta familia, la vida, escondida en sus entrañas, ya es realidad transformadora de los sentimiento humanos. Y el instrumento privilegiado de Dios es María, primera portadora del Evangelio.¿Qué provocó en María las palabras de Isabel: “Feliz la que ha creído”

• María, la Virgen orante

Ante los piropos de su prima. María ¿Cómo reaccionó?
Todo lo remite a Dios. Por eso entona un canto de alabanza y gratitud fruto de su intimidad y vida anterior. Es el llamado “Magnificat” salmo del acción de gracias, compuesto de citas y alusiones del A.T, en especial del canto de Ana, Madre de Samuel.

Por eso podemos anotar una característica más de María, partiendo del Evangelio de Lucas: María, la Virgen orante.

¿Qué es la oración para María? María no sólo tenía momentos al día para orar a Dios, sino que vivía toda la jornada inmersa en Dios, vivía el espíritu de oración, que es esa actitud del alma constante, continua, de alabanza, gratitud, adoración y entrega a Dios en el que vivía, se movía y existía

Dios para María no es un ser abstracto, lejano... sino un Tú personal lleno de amor que llena su intimidad y teje toda su existencia.

Su oración es oración de alabanza. María alaba a Dios especialmente por los atributos: la bondad y la fidelidad. Este Dios bondadoso y fiel es quien planifica su vida, quien la hace totalmente feliz, es la fuente de su alegría, María se sabe y siente en posesión de Dios, por eso exulta su corazón. Su vida está rodeada de la calidez de la mirada del Padre, llena de amor y predilección.

A la luz del encuentro con su mirada misericordiosa, María puede mirar su propia realidad. María confiesa su pequeñez. Dios no la ama a pesar de su pobreza, sino justamente a causa de ella.

María, la Virgen Orante. En la pequeñez radical de la criatura frente al Creador, María se siente y se sabe pura deuda ante Dios. Dios elige lo débil del mundo, para confundir a los que se creen fuertes y poderosos. María reconoce alegremente su pequeñez ante Dios, porque es el único titulo que posee para ser amada tan profundamente.

María, la Virgen orante. Va a la oración para alabar, agradecer, a reconocer la grandeza de Dios y su pequeñez. Pero también en la oración, María encuentra la verdad de Dios sobre ella: “Me llamarán bienaventurada,” no por mí, sino por las grandes obras que Dios ha hecho en mí.

No sólo agradece María por las obras grandes de Dios en ella, sino también por las obras que ha hecho Dios a su pueblo de Israel. Su oración no se queda sólo en ella, se abre a la historia de su pueblo, de donde ella se nutrió. En ella corre la sangre de la Alianza sellada por Yahvé con los padres de su Pueblo.

En su oración María reconoce como Dios ama de manera especial a una categoría especial de hombres: los humildes, los hambrientos, los pobres. Pobres, porque no tienen nada propio. Humildes porque no esperan nada de sí mismos. Hambrientos porque no están saciados con bienes de este mundo. Puesta su confianza en el Señor, María está cantando a ese grupo de hombres conocidos como “los anawin” es decir “los pobres de Yahvé” en cuyas familias ella misma se cuenta.

María anticipa y vive una luz fundamental del Reino: la preferencia de Dios por los débiles.

Concluye el himno con una referencia a la fidelidad de Dios a la promesa hecha a los padres del pueblo elegido, a Abraham y a su linaje por los siglos. Es la promesa que María y su pueblo esperaron. Y ahora se cumple en su persona.

María, Virgen orante. Su oración, resumiendo, es cántico de alabanza, es acción de gracias, es reconocimiento gozoso de la acción divina experimentada en carne propia y en la comunidad. Es una oración en el Espíritu. El Magnificat es paradigma de la oración cristiana.

Termino con una cita de Juan Pablo II, comentando el Magnificat de María “En ese poema logra su culminación la espiritualidad de los pobres de Yahvé y el profetismo de la Antigua Alianza. Es el cántico que anuncia el nuevo Evangelio de Cristo; es el preludio del Sermón de la Montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su confianza en la misericordia del Padre”.

Belén

Ahora la escena es Belén. ¿Cómo nos presenta Lucas a María en Belén? 

María estaba verdaderamente en cinta. Llevaba en su vientre al Hijo de Dios. Pesaba Dios en su seno. El infinito encerrado en el seno de una mujer.

Y como toda mujer, María sintió los síntomas de que ese hijo suyo e hijo de Dios quería ya salir al mundo. Pujaba por salir. María, fue el canal por donde Dios entró a nuestro mundo, a nuestra historia.

José y María buscaron albergue para que Jesús naciera. No lo encontraron. María, firme en su fe. Segura en su esperanza. Delicada en su amor, miraba a José y le animaba y sostenía. Como no hubo lugar, María dio a luz a su hijo en una cueva, y lo puso en un pesebre y lo envolvió en pañales. ¡Cuánto amor puso en todo!

María en Belén, es la Virgen Madre, que aprieta en sus brazos a su hijo que es también hijo de Dios. María en Belén es la Virgen Madre que amamanta a su Hijo con sus pechos. María en Belén es la Virgen Madre que arropa a su Hijo con cuidado solicito. María en Belén es la Virgen Madre que cubre de besos al recién nacido Hijo de Dios e Hijo suyo.

María es Belén es la Virgen contemplativa que pasa largas horas contemplando la carita rosada y tierna del Niño Jesús, y de esa contemplación Ella también se nutre.

María en Belén es la Virgen generosa y desprendida que ofrece a su Hijo a los pastores, primero, y a los reyes magos, después, porque sabe que no es posesión suya ese Hijo.

María en Belén estaba en la casa del pan... y con su Hijo que se convertiría después en el Pan de Vida.

La Presentación en el Templo de Jerusalén

Vayamos ahora al templo de Jerusalén, Belén está de Jerusalén unos cuantos kilómetros solamente.

Un mes más tarde, María y José llevan al niño Jesús para presentarlo al Señor.

Aquí en el templo María es la Virgen Oferente, que ofrece a Dios a su Hijo, y ella misma se ofrece a Dios. Ella presenta su tesoro... y a cambio recibe una espada de dolor, con la que Ella participará en la obra redentora de su Hijo. María renueva su “hágase”.

Vuelve a Nazareth y la vida de la Sagrada Familia transcurre con la normalidad de una familia judía. Está hecha de relaciones con los familiares y los vecinos, de trabajo y preocupaciones económicas, de participación en la Sinagoga y en los sucesos nacionales. En esos años Jesús “crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios estaba sobre Él”. Y también María crecía en su fe, en su esperanza y en su amor. 

De nuevo en el templo, entre los doctores...

Y pasó algo, cuando Jesús llegó a la edad de 12 años. Había que ir, como todos los años a la peregrinación al templo, y Jesús se pierde.

En este episodio María es la Virgen de la perplejidad: “¿Por qué nos has hecho esto?”. También ella pasó, como nosotros, por momentos de perplejidad, tal vez de dudas. Es aquí donde Cristo quiere ya elevar a María su madre a un nuevo vínculo, que va más allá del vínculo de la sangre. La eleva al vínculo de la fe.

El vínculo Materno-filial no desaparece, se ahonda y transforma en un vínculo de mayor intimidad y fuerza: la perfecta realización de la voluntad del Padre. María es asociada a la misión de su Hijo. María de ahora en adelante será grande, no tanto por ser la madre física de Cristo, sino por acogerlo con fe y seguirlo con entrega total.

María es todo esto en el Evangelio de Lucas:
• La Virgen elegida para Madre
• La Virgen oyente de la Palabra.
• La Virgen creyente.
• La Virgen del servicio.
• La Virgen evangelizadora.
• La Virgen orante
• La Virgen Madre.
• La Virgen oferente.

Ya estamos preparándonos para peregrinar a Caná de Galilea... será Juan quien nos descubrirá otras facetas de Maria. ¡Que talla de Mujer!

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