San Alfonso María de Ligorio

Santiago Venegas Caceres

 

San Alfonso, Doctor de la iglesia católica, una de las lumbreras en quién se han inspirado muchos santos, tuvo la particularidad de llevar un nombre muy extenso: Alfonso María, Juan, Francisco, Antonio, Cosme, Damián, Miguel Ángel, Gaspar. San Alfonso María de Ligorio. Nació el 27 de septiembre de 1696 en Marianela, Nápoles-Italia. 

San Alfonso de Ligorio, a los dieciséis años fue investido como Doctor en Derecho. Junto a la profesión solemne de Fe que pronunció, hizo un juramento cuya parte principal decía:

“Yo, Alfonso María, humildísimo siervo de la siempre Virgen María Madre de Dios..., creo firmemente y abrazo de corazón y proclamo con los labios que Vos, Madre de Dios, siempre Virgen por singular privilegio de Dios Omnipotente, fuisteis preservada enteramente inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de vuestra concepción, o sea, en la unión de vuestro cuerpo y alma. Pública y privadamente, hasta el último aliento de mi vida, esto enseñaré, y con la ayuda de Dios, y en cuanto yo pueda, procuraré que los demás enseñen y defiendan. Así lo testifico, así lo prometo, así lo juro, y que así Dios me ayude y sus santos evangelios”.

El 29 de agosto de 1723 fue el día de su conversión. San Alfonso acudió por la tarde al hospital de los incurables y mientras asistía a los enfermos sintió como si el edificio se hundiera en sus cimientos al escuchar una voz interior que le dijo: 

“Alfonso deja el mundo y entrégate a Mí”.

Concluida su labor y al bajar las escaleras, percibió de nuevo el mismo fenómeno y la misma voz.

Siendo Obispo, en una de sus visitas al templo a donde acudía a venerar a la Virgen (cuando su tiempo le permitía), le dice a su criado Alejo:

“Ella me hizo abandonar el mundo. Cuando seglar me concedió Ella luz y energía para retirarme del mundo y abrazar el estado eclesiástico”. 

San Alfonso María de Ligorio cuando predicaba a María lo hacía con mucho fervor y encendido afecto. La presentaba de la siguiente forma:

“Hijos míos, aquí tenéis a María mirad a vuestra madre. Viene a dispensaros su gracia; pedídselas, que solo ansía repartirlas”.

Acostumbraba a poner el nombre de María al principio de sus cartas y besaba tiernamente su nombre cuando lo encontraba escrito en sus libros: 

“¡Oh incomparable Reina! ¡Oh mi tierna Madre!, -exclamaba-, yo os amo; y por esto amo también vuestro nombre”.

Veinticinco años después cuando publica su “Disertación sobre la Inmaculada”, reconocerá en María:

“La mano misericordiosa y omnipotente que me arrancó del mundo”.

Desde 1734 en Villa Liberi empezó a escribir y recopilar en honor de “María”, uno de los libros más famosos que se conoce, tanto por el gran número de ediciones que se han hecho en todos los idiomas, como por su extraordinario y magistral contenido: LAS GLORIAS DE MARÍA. Esta obra apareció por primera vez, (después de dieciséis años de arduo trabajo) a comienzos de octubre de 1750.

En su testamento de bienes que le correspondían, por su mayorazgo, y por las rentas que su padre le había asignado, dejó consignado lo siguiente:

“Declaro, por mi heredera universal a María Santísima, Madre de Dios y Madre mía, y por Ella a la Congregación del Santísimo Salvador [8]”.

Entre las estampas que adornaban su cuarto para fomentar su devoción, había una con esta inscripción: Spes nostra salve, “DIOS TE SALVE, ESPERANZA NUESTRA”. En su dorso escribió: 

“Pobres de nosotros si no tuviéramos a esta poderosa intercesora que nos ha de alcanzar el paraíso”.

Siendo Obispo, informando a la Santa Sede sobre su labor pastoral, en una de sus partes escribió:

“Desde el comienzo de mi Pontificado, todos los párrocos y por todas partes fomentan en las misas mañaneras el ejercicio de la oración mental y el culto a la Santísima Virgen, esto sobre todo, los sábados, a cuyo intento, algún sacerdote y doctor, por mí elegido predica el sermón de la Madre de Dios y para acrecer en los fieles la devoción hacia Ella”.

En el año 1775 el Papa acepta la renuncia del Santo como Obispo, había gobernado la Diócesis durante trece años. En Ariezo les deja a las religiosas de la Annunziata el cuadrito de la Virgen del Buen Consejo que había presidido su mesa de trabajo, con esta dedicatoria: 

“Al marchar les dejo mi Madre (la mamá mía) y les ruego encomienden mi tránsito a la otra vida, que ya está cercano. Les pido que todos los sábados digan en comunidad una Salve por mi dichosa muerte, y cuando tengan noticia del suceso, les ruego me apliquen una comunión y, por tres días las letanías de la Santísima Virgen”.

Ya retirado, aconsejaba a los jóvenes religiosos y novicios:

“Obediencia a los superiores, franqueza de corazón con el maestro y amor a María, os pondrán a seguro. La Virgen es Madre de la perseverancia. De joven yo también pasé mis ratos amargos, pero la Virgen me mostró la senda; a Ella se lo debo todo, su mano me ha sostenido hasta la hora presente”.

Siendo ya muy anciano, por las noches preguntaba a los que lo cuidaban:

“¿Ya rezamos hoy el Santo Rosario? Perdonadme mi insistencia, pero es que del Rosario depende mi santificación y mi eterna salvación”.

Los últimos instantes de su vida el P. Buonapane que lo asistió, declaró:

“A eso de la una, después del Avemaría, tomé el cuadrito de la Virgen de la Esperanza y le dije: Monseñor, aquí tiene la imagen de la Virgen, le quiere ayudar en este trance, reanime la confianza en Ella y encomiéndese de corazón. Vuestra Señora, en vida, ha propagado sus glorias y Ella le socorrerá ahora en el punto de la muerte. -A cuyas palabras-, el siervo de Dios, ya agonizante y sin habla, abrió los ojos y los paseó por la celda y fijolos luego en la imagen, se le inflamó el rostro extraordinariamente, y sus labios, antes exangües y lívidos, se enrojecieron y se transfiguraba su semblante con placentera sonrisa”.

Al toque del Angelus, San Alfonso expiró el 1ro de agosto de 1787. Fue beatificado por Papa Pío VII el 10 de diciembre de 1816. El Papa Gregorio VII lo canonizó en 1839. El 26 de abril de 1950 fue nombrado por el Papa Pío XII, Patrono de los Confesores y Moralistas.

Fuente: Reina Señora y Madre. Santiago Venegas Caceres