Pedro y María de la mano

José Ignacio Munilla Aguirre

 

Vivimos un momento en la vida de la Iglesia que debemos detenernos a contemplarlo.
El momento de la vida eclesial en el que estamos inmersos es tan apasionante, que podemos caer en el peligro de correr demasiado sin pararnos a rumiar en profundidad para descubrir su sentido teológico más profundo. Tal es así, que con un intervalo de tan sólo cuatro días, hemos sido testigos de las bodas de plata del pontificado de Juan Pablo II y de la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta.

La foto que reproduce nuestra portada, Juan Pablo II y la Madre Teresa, encierra un profundo sentido teológico: Pedro y María de la mano. En efecto, según expresión acuñada por el teólogo alemán Von Balthasar, para entender el misterio de la Iglesia, hay que caer en la cuenta que dentro de ella hay dos perfiles: el perfil petrino (el ministerio sacerdotal encomendado a San Pedro), y el perfil mariano (en referencia a la maternidad espiritual encomendada por Jesús a su madre, María).

Cuando algunos caen en el tópico de acusar al Papa de "ser un machista", por "excluir" a la mujer del sacerdocio católico y "relegarla a puestos secundarios", dejan patente su incapacidad para entender el rico misterio de espiritualidad que está en el fondo de las vocaciones diversas con las que se puede servir a Cristo en el seno de la Iglesia. ¿Qué vocación es más importante, la de Juan Pablo II o la de la Madre Teresa de Calcuta? ¿Quién está antes, Pedro o María? Jesús no nos admitiría ni tan siquiera la pregunta: "Vosotros, nada de eso; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc 10, 44-45). Pervierte la Iglesia quien pretende entenderla en términos de "poder"; ya que se trata de un concepto totalmente ajeno al sentir de Cristo. ¿Se imagina alguien a la Madre Teresa haciendo una reivindicación de protagonismo dentro de la Iglesia? La compenetración tan estrecha que ha existido entre Juan Pablo II y la Madre Teresa, quienes probablemente hayan sido en la historia de la Iglesia el Papa y la religiosa más populares en vida, nos muestra a la claras la sintonía tan grande y la mutua necesidad entre el perfil petrino y mariano.

Pedro conduce de la mano a María: El perfil mariano engloba no únicamente la espiritualidad de las religiosas en la Iglesia, sino a todos los carismas que el Espíritu Santo suscita dentro de ella. También los movimientos eclesiales, por ejemplo, forman parte de dicho perfil. Pues bien, uno de los signos del "buen espíritu" es que estos carismas no vayan por su cuenta en la vida de la Iglesia, sino que agarren con fuerza de la mano a Pedro, para no "correr en vano" (Gal 2,2). Se trata de no caer en la tentación de Satanás a los espíritus soberbios, quienes se creen más santos y en consecuencia, piensan que no necesitan que un pecador les confirme en su fe. Por ello, Teresa agarra de la mano a Juan Pablo, como María lo haría sin duda con Pedro. María era mucho más santa que Pedro, pero no daría un paso al margen de ese ministerio petrino.

María conduce de la mano a Pedro: Juan Pablo se deja conducir de la mano de Teresa de Calcuta, en consonancia a lo que ocurre entre el perfil petrino y mariano. Como cuando alguien más joven aventaja en velocidad al "entrado en años", de forma que a la vez que le agarra de la mano, "tira de él". Así ocurre en la Iglesia, el ejemplo de santidad y de entrega de María, impulsa a Pedro a correr tras ella. Las inspiraciones del Espíritu a María, preparan y maduran a la postre el ministerio petrino. Pedro no tiene celos de la santidad de María. Al contrario, la propone ante el mundo como modelo de imitación, como ha hecho Juan Pablo II con la beata Teresa; e incluso sabe muy bien que él mismo está llamado no sólo a confirmarla en la fe, sino también a imitarla.

El acontecimiento de las bodas de plata del Papa y la beatificación de la Madre Teresa no sólo han sido algo hermoso, sino que su coincidencia en el tiempo ha sido providencial. La Iglesia, cuerpo místico de Cristo, en su totalidad -Pedro y María-, refleja el misterio de la Encarnación de Dios entre los hombres.

Damos gracias a Dios, porque nos sentimos privilegiados de haber vivido este momento histórico. Algún día contaremos con orgullo que, contemporáneos de Juan Pablo II y de la Madre Teresa de Calcuta, fuimos testigos de la integración en perfecta sintonía entre Pedro y María, fe y santidad, jerarquía y carisma, historia y presente, compromiso con el mundo y libertad ante él, compromiso social y defensa de la familia, evangelización de todas las culturas y opción por los pobres..... Podríamos alargar mucho esos puntos suspensivos. En realidad, el desagarro producido por el pecado, sólo es reparado por la "gracia" que nos integra en la perfecta unidad, en el seno de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo.