Juan Pablo II, fuente de mi inspiración

Monseñor Agustín Román, Obispo Auxiliar Emeritu

 

Cuando en 1979 Juan Pablo II me llamaba a servir como Obispo en la Iglesia de Cristo, hacía tan solo tres meses que había subido a la silla de Pedro. Nervioso por la responsabilidad me preguntaba: ¿qué podría hacer yo? Días después el mismo Papa me daba la respuesta en su primera visita al continente americano, al llegar a México para reunirse con los Obispos en la tercera Conferencia del CELAM. Dijo el Vicario de Cristo que el Obispo tenía que ser un maestro de la verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el Hombre. Dijo también que los Obispos son signos y constructores de la unidad con los sacerdotes, religión y pueblo fiel, sin olvidar de ser defensores y promotores de la dignidad humana. Mucho le agradecí al Señor por esta respuesta del Papa.

Estas palabras me hicieron soñar de poner esto en práctica y por esta razón lo grabé en mi escudo episcopal con tres símbolos, el sol que tiene luz propia que representa a Cristo, la luna que refleja la luz del sol que representa a la Iglesia, y la palma, símbolo también cubano que representaría al hombre con quien debería compartir la verdad y la unidad.

Desde niño sentí un gran cariño por la Madre de Cristo, que mis padres me enseñaron a venerar como la buena Madre del Cielo que ruega por nosotros.

La devoción de Juan Pablo II por la Virgen, expresada desde haber recibido el Papado en el balcón del Vaticano, me había unido mucho a él, pero creció mucho más cuando después de haber escrito sus encíclicas sobre la Santísima Trinidad, dedicó una a la Virgen bajo el título de ''La Madre del Redentor'' y cuando llamándonos a la oración nos dedicó otra titulada ''El Rosario de la Virgen María'', en la cual completaba la meditación del rosario con los misterios luminosos.

El espíritu misionero de Juan Pablo II visitando más de cien países fuera de Italia, escribiendo y pasando el mensaje evangélico por todos los medios de comunicación, se han vertido en permanente reto que me cuestiona, si vivo el lema de mi episcopado en las palabras de San Pablo a los Corintios ``Ay de mí si no Evangelizo''.

Mis encuentros con él durante las visitas ''Ad Límina'' con el Arzobispo McCarthy y Favalora en los años 1983, 1988, 1993, 1998 y 2000, me han dado la oportunidad de ver el hombre de cerca, ya concelebrando la misa con él, oyéndole de cerca o compartiendo la comida con él, me han hecho admirarlo como el Vicario de Cristo pero también como el cristiano sin reservas.

Siempre que visito la Virgen en su Ermita y contemplo su imagen, me recuerda aquel 10 de septiembre de 1987 cuando la imagen presidió la Capilla privada del Papa al pasar por Miami y dejar estampado su escudo a los pies de la imagen. Nunca he podido olvidar la mirada del Papa cuando con el Arzobispo McCarthy entramos en la Capilla y al fijar los ojos en ella se arrodilló y oró por Cuba.

Pasarán muchos años pero al ponerme el pectoral cada día lo besaré y recordaré al Papa Bueno que me lo regaló y que espero llevarlo hasta el último día.

Hoy cuando contemplaba por la televisión el funeral y leía su testamento di gracias a Dios por el regalo de habernos dado el Pastor, Siervo de Siervos, que vivió a plenitud su lema ``Todo Tuyo''.

Fuente: El Nuevo Herald