Juan Pablo Magno

Francisco Xavier Aguirre Sacasa

 

La muerte del Papa, el polaco de humilde cuna que desde 1978 lideró la Iglesia Católica Romana con el nombre de Juan Pablo II ha consternado al mundo entero. Los canales de televisión, las estaciones de radio y los diarios en los países cristianos han, por supuesto, destacado este acontecimiento y la vida de Su Santidad. Pero lo interesante es que su muerte ha sido la principal noticia en países no cristianos como, por ejemplo, el Lejano Oriente, el subcontinente hindú y el mundo islámico. Es como si toda la humanidad reconociera en Wojtyla lo que fue: un hombre extraordinario que fue el líder religioso más importante de su era y una de sus figuras cimeras. 
Los logros de este Sumo Pontífice han sido muchos e impresionantes. Enumerarlos todos sería imposible en un artículo de opinión. Incluyen, el hecho de que fue el primer papa en más de 450 años que no nació en Italia. Incluyen, además, su largo reinado. Juan Pablo II ascendió al trono de San Pedro en 1978 y su papado duró 26 años. Desde San Pedro hasta el presente, el promedio de los que han servido, los Santos Padres, ha sido ocho años y de los 265 papas hasta la fecha, sólo los reinados de dos superaron en duración al de Juan Pablo II. 

Karol Wojtyla también pasará a la historia como el Papa más accesible a las masas y que más ha viajado. Este pastor peregrino visitó a más de 120 países llevándole el evangelio y su mensaje de paz, amor, fe y vida a literalmente millones de personas. No es una exageración afirmar que de esta manera, Juan Pablo II les llevó la Santa Sede y el papado a multitudes que de otra manera nunca hubieran podido viajar a la ciudad eterna y experimentar personalmente la majestuosidad de la Iglesia de Roma. 

Por importante que sean estos logros, son como estadísticas que no definen la trascendencia del reinado de Juan Pablo II. Karol Wojtyla fue, en primer lugar, un hombre santo, místico, que por su liderazgo y carisma pudo darle una firme dirección a una iglesia que algunos piensan quedó desorientada después de las profundas reformas del Segundo Concilio del Vaticano. Sin revertir los cambios de Vaticano II --Juan Pablo II no era un contrarrevolucionario-- supo consolidar a la Iglesia, darle estabilidad y alzar la bandera de la ortodoxia en un momento en que precisaba de eso nuestra Santa Madre Iglesia. 

Juan Pablo II fue, además, un hombre de importantes iniciativas. Durante su reinado la Iglesia elaboró y publicó su primer catecismo desde mediados del Siglo XVI, definió el papel de los sacerdotes en la vida política, y reafirmó vigorosamente su compromiso con la cultura de la vida. El Papa Wojtyla fortaleció el ecumenismo. Estrechó las relaciones entre el catolicismo y las iglesias protestantes y ortodoxas. Además, logró un acercamiento histórico con el Judaísmo. Fue el primer Papa en visitar una sinagoga y en orar en el Muro de Lamentaciones durante su visita a Tierra Santa. Es más, pidió perdón público por lo que no hizo la Iglesia para ayudarles a los judíos durante el holocausto. 

Cabe señalar que el Papa Wojtyla tuvo un "conecte" especial con la juventud. El hombre más joven en ser nombrado Papa desde mediados del Siglo XIX, Juan Pablo II creó los días mundiales de la juventud, encuentros multitudinarios que lograron dar energía a cientos de miles de cristianos jóvenes y, seguramente, a la Iglesia también. 

En términos de historia seglar, muchos recordarán a su Santidad por el papel decisivo que jugó en la propagación de la democracia en Europa Oriental. Poniendo su inmenso liderazgo moral a la orden de aquellos que buscaban la libertad en su tierra natal. El Santo Padre contribuyó a desencadenar una serie de eventos que resultaron en el desmoronamiento de la Cortina de hierro y del imperio soviético. En esto, por supuesto, no actuó solo. Fue acompañado por un elenco que incluyó a tres otros titanes que también reconocerá la historia. Me refiero a Margaret Thatcher (electa Primer Ministro de Gran Bretaña en 1979, el año después de la elección de Wojtyla como Sumo Pontífice), Ronald Reagan (electo presidente de los Estados Unidos en 1980) y Mijail Gorbachov, último líder de la URSS. 

Para nosotros los nicaragüenses, Juan Pablo II siempre tendrá un lugar especial. Fue el primer Papa en visitar nuestro país. Y lo hizo dos veces. En su primera visita, nos dio ánimo en un momento especialmente difícil de nuestra historia, y en la segunda celebró con nosotros el establecimiento de la democracia que todavía gozamos. El Sumo Pontífice también nombró a nuestro primer príncipe de la Iglesia --Miguel Cardenal Obando y Bravo-- y beatificó a Sor María Romero. 

En la larga historia de la Iglesia Romana, los logros de dos papas --San León I y San Gregorio I-- han sido tan importantes y trascendentales que se les ha dado el título magno, derivado de la palabra latina para grande. Sólo el tiempo nos dirá si Karol Wojtyla logrará este calificativo. Pero para mi, su vida ya lo amerita. 

El autor fue Canciller de la República y embajador de Nicaragua en Washington D.C. 
Este artículo, fue primero publicado en el diario La Prensa de Nicaragua.

Fuente: El Nuevo Herald