Juan Pablo II: De la Tierra al Cielo

Octavio R. Costa

No ha muerto un Pontífice más. Juan Pablo II fue un Papa muy especial y es por eso que su fallecimiento ha provocado la reacción mundial que han publicado todos los medios de comunicación de la mayoría de las capitales del planeta. Y todas las informaciones han sido para lamentar su desaparición y exaltar su personalidad en todos los aspectos y su actuación como Papa. 
Esta reacción unánime de cuantos se han proyectado públicamente demuestra que no cabe duda que estamos ante un Papa excepcional, diferente a cuantos han pasado por el Vaticano. Los millones que así lo piensan y lo sienten no sólo los católicos, sino los que no lo son cualesquiera que sean su militancia religiosa, su nacionalidad, su nivel social y cultural. 

Y es que Juan Pablo fue a todos. Estuvo entre ellos. Ha sido el único que ha cumplido el mandato de Jesús cuando le dijo a Pedro que esparciera su doctrina por todos los pueblos de la Tierra. Lo suyo se debe a una constelación de circunstancias y no todas fueron obra suya, sino del destino que le asignó Dios. Nació en un hogar humilde en 1920, pero desde niño revelaba actitudes y expresaba conceptos que iban más allá de su edad. Esta situación se reafirmó en la adolescencia y brilló definitivamente cuando tiene que afrontar la vida y trabajar en una mina además de ser un consumado deportista. 

Pero como no había nacido para eso pronto forma un grupo teatral y tras esta iniciación escribe sus primeros poemas y sus prometedoras prosas. Lee mucho de todos los géneros y especialmente los temas religiosos. Como auténtico polaco es católico y porque siente el llamado de Dios y de Jesucristo acaba ingresando en el sacerdocio. 

No es un sacerdote más. Comprende que ha acertado, que se ha situado en el camino que lo conducirá al futuro que el Creador le ha asignado con todos los talentos y las virtudes que debe poseer para cumplir su cometido. Y con tanta brillantez y eficiencia que es premiado cuando se le hace cardenal. Ese fue el nivel para desplegar todo el tesoro religioso, cultural y humano que guardaba en el alma. 

Después de reorganizar la administración de su papado y del Vaticano no se queda en el mismo como ha sido tradicionalmente. Empieza a viajar y no por viajar sino para llevar el Cristianismo a todos los rincones del planeta; Norte América, la América Hispana, Europa, Asia, Africa y Oceanía. En cada lugar, varios días y en no pocos retornó varias veces como México y España. 

Todo un estreno mundial fueron sus discursos o sermones. Para eso se le dotó de seis idiomas, Pero entre todas sus peregrinaciones sobresale la de Jerusalén, que deseaba con ansiedad. Ya había establecido relaciones con Israel y haber dicho que los judíos eran los hermanos mayores de los cristianos. Allí recorrió todos los lugares y caminos en los que Jesús había estado. Y no faltó el famoso Muro de los lamentos. 

Como Jefe de Estado, tenía relaciones diplomáticas con todos los gobiernos extranjeros. Y en el nivel humano, recibía a cuantos le pedían audiencia y él pensara que debía otorgarla. Y no se puede olvidar su interés por los jóvenes hasta fundar en no pocas capitales sus famosas Jornadas Juvenil. Para ellos fueron sus últimas palabras: --Hasta ahora yo fui hasta ustedes, pero ahora deseo que sean ustedes los que vengan a mí... (No quería que lo olvidaran ni desertaran de lo que él les había enseñado). 

Otra forma de expresar sus ideas y de comunicarlas fueron las Encíclicas. Fueron catorce. Las hay de temas religiosos y de asuntos sociales y políticos. La primera sobre el Cristo y la dignidad humana, la tercera sobre los derechos de los trabajadores, la cuarta sobre la libertad religiosa de los pueblos eslavos, la séptima sobre el progreso de los pueblos, la octava contra la corrupción del poder político y del económico. 

Y las últimas son sobre los que no reconocen el valor moral, en contra el aborto y la eutanasia, sobre su disposición a debatir con las demás iglesias cristianas en busca de la unidad, sobre la fe y la razón y la posibilidad de una nueva evangelización. 

El Papa ha muerto y dos millones han pasado ante su cadáver y las más autorizadas voces fuera del Catolicismo han expresado los más altos elogios, Humano tenía que morir, pero su alma está con Dios y su nombre en la historia para siempre.

Fuente: El Nuevo Herald