«La fuerza de Juan Pablo II se basa en la verdad de su testimonio»: Jesús Colina

Jaime Septién Crespo

 

Resumen de una conferencia de Jesús Colina, fundador y director de la agencia informativa Zenit, en Roma, que nos lleva de la mano hacia el interior de una obra, de una acción y un compromiso: Juan Pablo II, el hombre más importante de nuestro tiempo.
¿Por qué viaja tanto el Papa?

El Papa Juan Pablo II tiene un secreto: convertir la fe en cultura a través de la comunicación del Evangelio. Cuando era estudiante, en Polonia, montaba obras de teatro como resistencia material ante la invasión nazi. El teatro le enseñó a «desaparecer» a favor del texto. Así, el Papa hoy mismo «desaparece», se borra a sí mismo, para darle paso a la Palabra de Dios en su misión de salvación del mundo.

Es, al mismo tiempo, profeta y testigo. Vive lo que cree y cree lo que vive. Su mensaje es así de simple, pero así de revolucionario. Por lo que respecta al anuncio, el del Papa tiene que ver con la recuperación y el respeto, en todos lados, de la dignidad de la persona humana. Por eso viaja tanto: porque quiere encontrarse cara a cara con el rostro del hombre. Y en el encuentro, anunciar a Cristo.

¿Puede el cristianismo ser una minoría?

La transformación del mundo que ha producido su pontificado es gigantesca. Su autoridad moral es, hoy mismo, el único referente de la paz y el fiel de la balanza para conservar el precario equilibrio de fuerzas con el que se mueve la humanidad. Sin la participación de Juan Pablo II, el conflicto en Iraq fácilmente hubiera podido derivar en un conflicto entre religiones. Lo que hizo el Papa fue hacer que se escuchara con claridad y firmeza en el mundo islámico, que el Jefe de la Iglesia católica, con mil cien millones de militantes bajo su responsabilidad, desaprobaba la guerra tanto como la invocación —dentro de ella— del nombre de Dios.

La Providencia trabaja sobre Juan Pablo II, sobre todo cuando se plantea desafíos. Últimamente, se ha planteado el tema de la Eucaristía como forma de unión de los cristianos. Ante la globalización y el multiculturalismo, la identidad cristiana se está perdiendo, y el cristianismo corre peligro de convertirse —como en Europa— en una minoría. Si las comunidades cristianas no tienen como motor a la Eucaristía, estarán desunidas y no vivirán a Cristo como un encuentro real y verdadero. Redescubrir el poder unificador de la Eucaristía es un tema muy querido para el Papa. Ha visto cómo, por ejemplo, los conversos del protestantismo al catolicismo en Estados Unidos tienen en la Eucaristía una razón para volver al camino de Roma. Pero no todos los católicos son capaces de ver esto. Hay que lograr que sí lo vean.

¿Tiene México un lugar privilegiado?

El segundo desafío es la nueva evangelización. Utilizar nuevos métodos sin olvidar la persuasión del testimonio. México e Iberoamérica tienen un papel esencial. Los pueblos evangelizados de América son, ahora, la esperanza de reevangelizar Europa y otros continentes. El Santo Padre lo entiende así. Por ello ha puesto su mirada en México. Sabe que desde aquí puede (y debe) haber un movimiento responsable de esparcir la semilla de la palabra de Cristo en la realidad de los pobres y los oprimidos de todo el mundo. Y de volver la mirada del hombre entero a la única verdad que salva: la verdad del Evangelio.

El tercer desafío es el ecumenismo. El Papa está tendiendo puentes para unir a todas las iglesias separadas. Sin perder su identidad, la Iglesia católica está decidida a vivir en comunión con las demás iglesias, porque todos, finalmente, tenemos que anunciar a Cristo. El cuarto —y último— desafío tiene que ver con la preocupación constante de Juan Pablo II para que la pasión de creer se transforme en una norma de vida. Es decir, que los creyentes sean agentes del cambio cultural que requiere el mundo.

¿Es su fragilidad limitación?

El evangelio ilumina el compromiso por la justicia social que es el cometido de este Papa. Y no hay justicia sin caridad. La gran lección de Juan Pablo II es que no bastan las palabras ni los discursos si no van acompañados de la caridad. En todo su pontificado, el papa Wojtyla se ha preocupado por hacer obras de misericordia. En cada viaje así lo hace. Nunca deja a nadie con la mano tendida y el corazón lleno de Cristo. Débil como está, se ha ofrecido a vivir la fragilidad de todos entregándose a vivir la libertad de la fe.

Fuente: periodismocatolico.com