Sí a la paz

Walter Turnbull

 

La paz del mundo se construye con la paz entre los hombres. 
Caminando por el centro, me encuentro con un auto que exhibe en sus ventanillas dos -al menos- letreros que, con letras sencillas y claras pregonan “SÍ A LA PAZ”.

Hermosa declaración. Creo que en eso casi todos -desgraciadamente hay gente a la que la guerra le gusta o la beneficia- estamos de acuerdo. “La paz -dice Juan Pablo II en un Ángelus reciente- es el don por excelencia de Cristo crucificado y resucitado, fruto de la victoria de su amor sobre el pecado y la muerte....” 

Todo el mundo pide la paz. Las miss universo prometen trabajar por la paz, los deportistas en las olimpiadas ofrecen contribuir a la paz, los rockeros y los bohemios en sus canciones piden la paz, los medios de comunicación igual, los hippies predicaban amor y paz y los gobernantes no digamos. A todos les preocupa la guerra en Afganistán, en Irak, en África, en medio oriente, en la antigua Yugoslavia, en Colombia y en Chiapas. Grandes conflictos en lugares lejanos. La culpa la tienen Bush, Bin Laden, Hussein, los terroristas, los fundamentalistas, los guerrilleros, los explotadores... grandes personajes en sitios inalcanzables. No hay nada que podamos hacer, más que quejarnos de la guerra y apoyar la paz.

Y mientras protestamos por la guerra en medio oriente, hacemos la guerra en medio de nuestra comunidad. El padre intolerante que critica al dictador hace la guerra al hijo, y el hijo irreflexivo que critica al terrorista practica el terrorismo en su casa. El bohemio infiel y el esposo fastidioso que critican al tirano que hace infeliz a su pueblo, traicionan y hacen infeliz a la esposa. El periodista que se escandaliza por la guerra tiene guerra declarada contra todo el que pueda servirle de blanco. El aventurero enamorado que se duele por la desgracia de las mujeres en zonas de guerra destroza la vida de la novia incauta. La mujer liberada que se indigna por las invasiones y las matanzas asesina a su hijo. El conductor prepotente usa su auto como un tanque de guerra y amenaza la vida de todos los de alrededor. Y la lista puede seguir interminable: guerra entre compañeros de escuela, guerra entre comerciantes, guerra entre hermanos, guerra entre partidos políticos y entre partidarios del mismo partido, guerra contra el derechohabiente, guerra contra el moralista, contra el anciano, contra el alumno, contra el maestro... 

La paz del mundo se construye con la paz entre los hombres. Los grandes protagonistas de grandes conflictos son hombres como nosotros que crecieron en un ambiente de guerra. Todos podemos construir la paz desde nuestro ambiente y con nuestras capacidades.

Dice más adelante Juan Pablo II en el mensaje del Ángelus: “El Señor nos envía también a nosotros a llevar a todos su paz, fundada en el perdón y la remisión de los pecados.”

El perdón de cada uno, el respeto, la misericordia, la generosidad, la santidad de cada uno puede repercutir en el ambiente y extenderse a la familia, al barrio, a la ciudad, al mundo.

Es un buen principio que todos digamos: SÍ A LA PAZ. Me pregunto si todos estamos trabajando por ella donde Dios nos ha puesto.

Fuente: periodismocatolico.com