«Me voy pero no me voy»

Sergio Ibarra

 

Juan Pablo II, un líder en la más amplia extensión de la palabra; un hombre —porque no hay que perder su dimensión humana— con gran energía y sensibilidad; un dignísimo sucesor de Pedro, quien inició la misión de proclamar el Evangelio.

Hemos sido testigos de la labor de este hombre cuyas aportaciones a la paz del mundo y a la búsqueda de la armonía entre los pueblos son incontables. Hemos sido testigos.

Su obra es difícil de cuantificar o calificar dentro de los criterios que la dimensión humana acostumbra. Un hombre que ha acercado el Evangelio a todo lugar donde ha sido necesario, que ha conciliado a la Iglesia católica, que ha tenido la sensatez y el discurso para acercarse a otras religiones y pedir perdón por los errores cometidos. 

«ME VOY PERO NO ME VOY».Esta frase la pronunció con motivo de su última visita a nuestro país. Una frase llena de cariño y sabiduría, que encierra el legado.

Queda en cada quien descubrir el compromiso al que nos invitó: decidir el nivel de compromiso con nuestra Iglesia, el compromiso con nuestra comunidad y el compromiso con uno mismo. Queda un dilema que tiene una profundidad inconmensurable para ser dignos seguidores de Jesús. Queda en cada quien el dar prioridad y centrar la atención y las acciones en lo trascendente. En la inmortalidad no hay relojes. Queda lo que hará de Juan Pablo II un papa inmortal. Queda el descubrir lo que está detrás de esta frase:

No te vas, Juan Pablo: se queda algo tuyo con nosotros, y te llevas algo nuestro.

Fuente: elobservadorenlinea.com