Ven, siervo bueno y fiel

Antonio Maza Pereda

 

Nuestro querido Juan Pablo II, nuestro Papa amigo, el primero que ha visitado México, ha muerto. Desde que murió, no he podido dejar de pensar en aquella hermosa oración que antes se rezaba en todas las iglesias de México y aún escuchamos de vez en cuando: «Oh Jesús, pastor eterno de las almas, dígnate mirar con ojos misericordia a esta porción de tu grey amada. Señor, gemimos en la orfandad…».

Hoy, en cierta manera, hemos quedado huérfanos. Y, como huérfanos, nos sentimos solos, nos sentimos tristes, nos sentimos abandonados y no tenemos otra opción que voltear los ojos al cielo y pedir: «Danos un Papa santo». Sí, Padre del Cielo, nos regalaste un Papa santo y ahora que pedimos que su sucesor sea, por tu misericordia, tan santo como nuestro Juan Pablo II. Y no porque nos lo merezcamos, sino porque lo necesitamos. Porque somos un pueblo duro, un pueblo difícil, porque necesitamos un pastor santo y fuerte, que nos guíe, que nos acompañe, que nos dé consuelo y que nos exija amar.
Hoy, Señor, te queremos pedir, no sólo por él sino, sobre todo, por nosotros. Él, estamos seguros, ya goza de tu gloria; somos nosotros los que nos quedamos débiles y huérfanos. Ten piedad de nosotros, recuerda tu cariño por los huérfanos y las viudas y no nos dejes en el desamparo. Dale al nuevo sucesor de Pedro, que tu Espíritu Santo nombrará en estos días próximos, todas las gracias necesarias para que guíe a este tu pueblo, tan débil, tan difícil, tan complicado, tan pecador, pero que tanto te ama.

Estoy seguro de que haz recibido a nuestro Juan Pablo en el Cielo; seguramente estás diciendo: «Ven, siervo bueno y fiel, a la morada que te he preparado….». Y él, con esa sonrisa de niño que cautivó nuestros corazones, lo verá todo, se maravillará de todo, te agradecerá tantas bondades, tantas atenciones y delicadezas que tuviste con él, y se asombrará, en su humildad, de que Tú puedas estarlo premiando. Seguramente estará pensando: «Sólo soy un siervo inútil, sólo hice lo que tenía que hacer…».

San Pedro saldrá a su encuentro y lo llevará a conocer a san Gregorio Magno, a san Pío quinto y a san Pío décimo y a otros santos. 

Y verá a sus compañeros de escuela y le dirán «Lolek», como cuando era joven. Y su felicidad no tendrá fin, porque verá a Dios cara a cara, porque ya está para siempre en el hogar para el que Dios nos creó.

Fuente: elobservadorenlinea.com