En la muerte del Papa Juan Pablo II

+ José Sánchez González, Obispo de Sigüenza-Guadalajara.España

10 de abril de 2005

Queridos diocesanos:

La muerte de nuestro Santo Padre el Papa Juan Pablo II acaecida el pasado día 2 de abril, ha supuesto una verdadera conmoción para el mundo entero, especialmente para los cristianos. Su rica personalidad, su virtud probada, su sabiduría, su celo apostólico y su trabajo infatigable en el servicio a la Iglesia y a la humanidad están siendo reconocidos tanto por los católicos y los cristianos en general, como por los creyentes de otras religiones, como por los no creyentes. Páginas sin número se han escrito en estos días sobre Juan Pablo II, y los medios de comunicación han mantenido el interés sobre su persona, como no se había conocido en nuestro tiempo.

Conservaremos para siempre el recuerdo de su figura, de su actividad, de su doctrina y de su ejemplo. Juan Pablo II ha sido para nosotros, en primer lugar, un modelo de creyente en Jesucristo muerto y resucitado, al que él ha seguido en su vida con fidelidad, en el que puso su esperanza y de cuyo amor se dejó contagiar hasta convertirse en verdadero testigo de la fe, de la esperanza y del amor de Dios.

Su rica y variada doctrina, contenida, sobre todo en sus Encíclicas, en sus Cartas, Homilías, Catequesis, Mensajes, etc., constituye un precioso tesoro para los cristianos y para todas las personas de buena voluntad. El Papa Juan Pablo II se ha convertido en un referente moral para creyentes y no creyentes.

Su fe en Jesucristo, como centro, eje y motor de su vida le llevó a vivir siempre preocupado por la suerte de la persona humana y a defender con tenacidad su dignidad inviolable y sus derechos fundamentales, como el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, el derecho a conocer y manifestar la verdad, el derecho a la libertad y a la libertad religiosa, la justicia, la solidaridad, cuyo nombre cristiano es el amor.

Luchó denodadamente contra la violencia en sus diversas formas de terrorismo, de guerra, de atropello de los inocentes y de los no nacidos, de opresión, de marginación, de olvido... Nadie pone en duda que Juan Pablo II ha sido mensajero, testigo y constructor de la paz.

Sus preferidos, como los del Señor fueron los pobres, los enfermos, los ancianos y desvalidos... los niños. La familia, como Dios la ha fundado, fue para él la base de una sociedad sana y de una Iglesia viva. Su interés, cercanía y cariño a los jóvenes están fuera de toda duda.

Un especial empeño puso Juan Pablo II en mantener la unidad en la Iglesia, en avanzar en la unidad entre todos los cristianos, en el diálogo entre las diversas religiones, sobre todo entre cristianos, musulmanes y judíos, en el diálogo entre la fe y la ciencia, la fe y la cultura y entre los diversos pueblos y culturas. La meta e ideal a conseguir es «la civilización del amor».

Nos deja también la preciosa herencia de su devoción entrañable a la Virgen María, de la que vivió como «todo suyo», «Totus tuus» - era el lema de su escudo.

Nadie pone en duda la rica personalidad de Juan Pablo II, su profunda formación humanista y filosófica, su alta cualificación en las ciencia sagradas, su probada experiencia en el trabajo pastoral y en el sufrimiento y su celo infatigable. Pero en el fondo y en el origen de toda la actividad del Papa Juan Pablo II, de su fecundo ministerio, de su persona, de su vida y de su muerte está su fe en Jesucristo, su fidelidad a la vocación recibida, su docilidad a la acción del Espíritu.

El recuerdo agradecido de nuestro Santo Padre el Papa Juan Pablo II nos lleva necesariamente a dar gracias a Dios por el regalo que ha supuesto para la Iglesia y para la humanidad la persona, el ministerio, la vida y la muerte -de Juan Pablo II. Permanecerá para siempre como un ejemplo para todos.

Respondemos a su amor y a su entrega con nuestro afecto filial y con nuestra oración por su eterno descanso. Mantenemos la firme esperanza en que el Señor Resucitado, en quién Juan Pablo II creyó firmemente, en quien esperó perseverante y al que amó con toda su alma, lo haya acogido en su compañía para siempre y nos conceda la gracia de seguir sus pasos.

Os saluda y bendice vuestro Obispo

+ José Sánchez González
Obispo de Sigüenza-Guadalajara