En la muerte de Juan Pablo II. Carta Pastoral 

+ Demetrio Fernández, Obispo de Tarazona. España.

Carta Pastoral del Obispo de Tarazona 

Abril de 2005

Queridos hijos de la Iglesia Católica en la diócesis de Tarazona: 

El Papa Juan Pablo II ha muerto. Hoy, 2 de abril de 2005, primer sábado de mes en la octava de Pascua, iniciada ya la fiesta de la Divina Misericordia (segundo domingo de Pascua), a las 9,37 de la tarde ha entregado su alma a Dios. 

La actitud creyente ante la muerte nos hace exclamar: “Bendito sea Dios, […] que nos consuela en nuestras tribulaciones” (2Co 1,3-4). Hasta el último momento de su vida en la tierra, Juan Pablo II se ha mantenido en la brecha, cumpliendo el encargo recibido del mismo Jesucristo, que lo ha puesto al frente de su Iglesia. No se ha bajado de la cruz, como algunos clamaban. Y nos ha dado testimonio a todos de una vida centrada en Jesucristo y de una muerte vivida en la serenidad de quien muere en el Señor. “En la vida y en la muerte somos del Señor” (Rm 14,8). 

1. Breve biografía del Papa Juan Pablo II 

El Papa Juan Pablo II, Karol Wojtyla, nació en Wadovice (Galitzia-Polonia) el 18 de mayo de 1920. Sus padres fueron Karol y Emilia. Días antes de hacer la primera comunión, muere su madre en 1929. Cuando tiene 13 años, muere su único hermano Edmund, médico, con 26 años. A los 18 años, recibe la Confirmación, y su padre y él se trasladan a Cracovia para los estudios universitarios de Karol en la universidad Jagelloniana. 

Se matriculó en filología polaca. Pero enseguida comienza la Segunda Guerra Mundial , durante la cual tiene que trabajar manualmente y estudiar clandestinamente. En esta época, hacia febrero de 1940 conoce al seglar Jan Tyranowski, que le introdujo en el conocimiento de la mística, y particularmente de san Juan de la Cruz . En 1941 muere su padre, cuando él cuenta 20 años. Con su amigo Kotlarczyk funda el Teatro rapsódico de Cracovia . Y a los 22 años es admitido como seminarista clandestino en casa del cardenal Sapieha. 

El 1 de noviembre de 1946 es ordenado sacerdote por el cardenal Sapieha , y es enviado a Roma para graduarse en teología. Reside en el colegio belga. En 1948 obtiene su doctorado en teología en el Angelicum de Roma, con la tesis «La doctrina de la fe según san Juan de la Cruz» , dirigida por Garrigou-Lagrange, inmediatamente revalidada por la Universidad Jagelloniana en Cracovia. 

Vicario parroquial de la parroquia de San Florian de Cracovia, es capellán universitario y continúa sus aficiones literarias con los jóvenes, que le llaman «tío» . De 1950 a 1952 dedica un bienio sabático al estudio de la filosofía, y obtiene la habilitación como profesor civil con la tesis doctoral sobre Max Scheler , impartiendo clases de ética filosófica. De esta época son abundantes sus publicaciones sobre ética y antropología . Es uno de los fundadores de la Universidad Católica de Lublin (KUL), en donde es profesor hasta 1960, cuando publica Amor y responsabilidad , y más tarde Persona y acción . 

En 1958 es nombrado obispo auxiliar de Cracovia, para ayudar al arzobispo Eugeniusz Baziak, que era el sucesor (en calidad de administrador apostólico) del cardenal Adam Stephan Sapieha. A la muerte de E. Baziak en 1962, es elegido vicario capitular, y como tal, asiste al Concilio Vaticano II. En enero de 1964, es nombrado arzobispo de Cracovia . 

Mons. K. Wojtyla ha participado en el concilio Vaticano II desde el primer día hasta el último. Ha intervenido en sus temas, particularmente en los temas de libertad religiosa. Fue llamado a formar parte de la comisión «signos de los tiempos» en 1964 y, posteriormente, de la subcomisión redactora de Gaudium et spes . Terminado el concilio, puso a su diócesis en Sínodo diocesano a lo largo de nueve años para la recepción del Vaticano II . Tomó parte en todos los Sínodos generales celebrados en Roma , y fue llamado por Pablo VI para predicar los Ejercicios espirituales a la Curia romana en 1976 . 

El 16 de octubre de 1978 fue elegido Papa, tomando como nombre el de Juan Pablo II, en continuidad con los papas del concilio, Juan XXIII y Pablo VI, y con su inmediato antecesor, Juan Pablo I, cuyo pontificado duró solamente 33 días. Juan Pablo II ha sido Papa durante casi 27 años. 

2. Mi experiencia personal de trato con él 

Me impresionó el grito del nuevo Papa en la mañana del 22 de octubre de 1978: Spalancate le porte a Cristo. Non abbiate paura ! («Abrid de par en par las puertas a Cristo. No tengáis miedo») . El Papa pronunció estas palabras con tal energía, que los altavoces de la plaza de San Pedro produjeron una resonancia y un pitido ensordecedor por la reverberación. 

Habíamos acudido a la solemne Eucaristía de inicio del pontificado del recientemente elegido Papa Juan Pablo II. El arzobispo de Toledo, cardenal Marcelo González Martín, nos había conseguido un lugar preferente en el sagrato de la Basílica. Todo era expectación y novedad: jefes de Estado y de Gobierno, autoridades de todo el mundo, miles de polacos, todo el colegio cardenalicio, que acababa de elegir al nuevo Papa, la plaza de san Pedro llena como en las mejores ocasiones. La Iglesia entera, y con ella toda la humanidad, tenía los ojos puestos en él en ese preciso momento. Y su grito fue el de invitarnos a todos a poner en el centro a Jesucristo, Redentor del hombre. En el centro de nuestras vidas y en el centro de la vida social. 

El nuevo Papa tomó como tema de su primera homilía la confesión de Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16), para prolongar esa actitud del sucesor de Pedro y presentar a la Iglesia y al mundo esa misma profesión de fe renovada. Desde el primer momento apareció un cristocentrismo enérgico, envolvente y radiante que quería llegar a todos los corazones y a todas las capas de la sociedad. De la persona de Cristo, el Hijo de Dios vivo, confesado entonces por Pedro y hoy por el sucesor de Pedro, brota la misión de la Iglesia en el mundo: anunciar el reino de Cristo, como servicio al hombre concreto. 

Acompañé de nuevo al cardenal Marcelo en una visita al Papa el 25 de octubre de 1979. Después de los primeros saludos emocionados, al terminar de posar junto al Santo Padre para la fotografía, él se dirigió a mí para preguntarme: 

-¿Eres tú el secretario particular del Sr. Cardenal? 

-No, Santo Padre. El secretario es éste, dije señalando a don Santiago. 

-Va a ser profesor de cristología, señaló don Marcelo. 

-¡Ah, qué importante asignatura! Mañana hablaré a la Comisión Teológica Internacional y les insistiré en la importancia de los concilios de Nicea y Calcedonia . Sé fiel a estos concilios. 

A partir del 15 de febrero de 1980 comenzaba mis clases de cristología en el Estudio Teológico «San Ildefonso» del Seminario Mayor de Toledo, que he impartido durante 26 años, hasta que el Papa me ha nombrado obispo de Tarazona. 

Pude saludarle de nuevo en su primera visita a España, en el Seminario de Toledo, el 4 de noviembre de 1982, donde nos bendijo y pidió nuestras oraciones. 

Y, acompañando al arzobispo de Toledo don Francisco Alvarez Martínez, pude saludarle en la audiencia general del sábado 16 de diciembre del año jubilar 2000, después de la celebración en la Basílica Vaticana de la Misa en rito hispano-mozárabe. y más tarde, cuando fue creado cardenal, el 23 de febrero de 2001. 

La última visita en su biblioteca privada tuvo lugar el 21 de enero de 2005, cuando realizaba la visita ad límina con los demás obispo españoles. 

-Pase el obispo más joven de España, me dijo cuando yo entraba en su biblioteca. 

-Perdone, Santo Padre, soy el obispo más reciente, pues hay algunos obispos en España más jóvenes en edad que yo. 

-Ah bien, asintió. 

En esta ocasión, después de hablar de la diócesis de Tarazona, pude recordarle que había estado presente en la plaza de San Pedro cuando salió humo blanco de la Capilla Sextina , anunciando al mundo la elección de un nuevo Papa y pude entretenerme en comentarle mis estudios para el doctorado en teología, cuyo tema es Cristocentrismo de Juan Pablo II . Fue una conversación amena, en la que le encontré lúcido y con capacidad de quebrar la conversación, haciendo preguntas muy atinadas. 

En esta última visita, ya como obispo de Tarazona, pude decirle en el curso de la conversación varias veces: “Santo Padre, le queremos mucho. Gracias por todo el bien que ha hecho a la Iglesia y a toda la humanidad”. El, por su parte, asentía con la cabeza repitiendo: Grazie, grazie!

No tengo reparo en afirmar, por tanto, que este Papa me ha fascinado en su estilo de actuar, en su doctrina, en su acercamiento al hombre concreto en todas las situaciones posibles. Me ha enseñado a vivir y a presentar el misterio de Cristo sin avergonzarse del Evangelio (cf Rm 1,16), con la convicción de que este Evangelio es buena noticia para el hombre de nuestro tiempo.

3. Algunas características más notables de su pontificado 

Se trata de uno de los pontificados más largos de la historia de la Iglesia. Elegido con una edad relativamente joven, a los 58 años, ha podido estar al frente de la Iglesia durante casi 27 años. 

Sin pretender ser exhaustivo, señalaría en un primer acercamiento estas características: 

3.1. El Papa del postconcilio , junto con Pablo VI, que murió en 1978. Juan Pablo II ha podido reorientar algunas interpretaciones erráticas que se dieron en el inmediato postconcilio. Para eso se convocó el Sínodo extraordinario de 1985. Y, sobre todo, ha podido dar un impulso renovador a la Iglesia en la línea de la santidad, que brota de la mirada a Cristo Redentor del hombre.

Pablo VI desarrolló en su doctrina postconciliar sobre todo la constitución Lumen gentium . Juan Pablo II ha desarrollado más la Gaudium et spes . Se ha propuesto como programa salir al encuentro del hombre, de cada hombre, de todo hombre, para proponerle la buena noticia de Jesucristo, único redentor de todos los hombres. 

El maravilloso texto del Magisterio conciliar (RH 9), ha sido citado, directa o indirectamente más de diez mil veces a lo largo de su magisterio pontificio: 

“Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado […]. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación. […] Pues el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS 22). 

Este texto tan precioso y tantas veces citado por quien fue artífice de la misma Constitución pastoral Gaudium et spes , es como el “tema musical” de todo un pontificado, centrado en Jesucristo, y que se ha gastado al servicio del hombre, de su dignidad, de sus derechos y de su vocación de hijo de Dios. 

En mi última conversación con él, dado el clima de confianza y fluidez que se produjo, cuando estaba presentándole mi estudio, le planteé: 

-Santo Padre, tengo una curiosidad. 

-¿Cuál?, reaccionó él extrañado 

-Ese texto tan precioso de Gaudium et spes 22, que su Santidad cita tantas veces, ¿no será un texto redactado por Mons. Wojtyla?, le expliqué ampliando mi pregunta con algunos datos de sus intervenciones en el aula conciliar que él recordaba perfectamente. 

-Ese es un texto de Gaudium et spes , me respondió con una pícara sonrisa, que delataba, según mi impresión, la respuesta afirmativa. 

3.2. El Papa que nos ha hablado de Cristo con el ardor del apóstol Pablo . Ha recorrido todos los caminos del mundo para llevar la buena noticia de Cristo, redentor del hombre. Ha sembrado la esperanza en el corazón de muchos, disipando todo temor: “No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo”. 

Se trata de un cristocentrismo plenamente trinitario. Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, el Verbo eterno consubstancial al Padre, que por su Encarnación se ha unido de alguna manera con cada hombre. La Encarnación es el momento culminante de la historia humana. De ahí, el carácter cristocéntrico del año jubilar 2000, para celebrar el bimilenario de ese acontecimiento que ha cambiado la historia de la humanidad. El jubileo del año 2000 ha sido “una de las claves de interpretación” (TMA 23) del pontificado de Juan Pablo II. Ya desde el comienzo proyectó su acción pastoral en este horizonte. 

Este Cristo, Hijo del Padre, es el único Redentor del hombre, de todos los hombres. Sólo él puede penetrar en el corazón de cada hombre, para hacerle libre del pecado y llevarle a la plenitud de hijo de Dios. Por eso, no hay otro nombre en que el hombre pueda salvarse. 

3.3. El Papa de los jóvenes . Las distintas Jornadas Mundiales de la Juventud han desbordado todas las previsiones en todos los lugares. Parece que hasta sus últimas palabras las ha dicho pensando en ellos: “Os he buscado…Habéis venido… Estáis conmigo… Os doy las gracias”. 

Y ellos le recordarán siempre como el Papa que supo convocarles, que les enganchaba, y no por un rebajamiento de la propuesta cristiana, sino porque les transmitía una esperanza que nadie más podía ofrecerles, la esperanza de Cristo, que ofrece toda la verdad del hombre e impulsa al hombre a alcanzar las más altas cotas de humanidad. 

Cuando le despedíamos los obispos españoles en la Sala Clementina del Vaticano el 24 de enero, repetía saludando con la mano: “Nos vemos en Colonia”. 

3.4. El Papa que ha puesto a la Iglesia en verdadero diálogo con el mundo , no sólo para enseñar, sino también para aprender del mundo, y para descubrir junto al hombre de hoy la verdad plena, como señala GS 44, que se encuentra en Jesucristo. 

La Iglesia no sólo propone la verdad, que ha recibido de Jesucristo, sino que acompaña al hombre en la búsqueda de la verdad. Y en este camino de búsqueda de la verdad se hace compañera de camino del hombre, empleando más bien un método “heurístico”, como propuso Mons. Wojtyla en su intervención en el aula conciliar . 

En esta actitud de diálogo, teniendo al hombre como plataforma común, ha podido acercarse y ser acogido por todos los hombres, sea cual sea su religión o su ideología. Y a todos les ha anunciado la novedad del misterio de Cristo, como una propuesta a la que tiene derecho todo hombre, respetando siempre la libertad de su conciencia, la libertad religiosa. 

Pasará a la historia como el Papa del diálogo interreligioso , que no es sincretismo en el que todo vale, sino respeto a cada hombre en esa dimensión más honda de su fe y de sus creencias para proponerle, nunca para imponerle, la verdad plena de Jesucristo. Esta valoración de todo hombre y esta valoración de toda experiencia humana religiosa le han acreditado como persona con una autoridad moral inigualable. Algunos sectores de la ortodoxia han pensado que se trataba de una actitud proselitista, y no han aceptado el abrazo fraterno tan deseado por Juan Pablo II. 

3.5. El Papa defensor del matrimonio y de la vida humana . Ya desde sus años de capellán universitario en Cracovia, acompañó a muchos jóvenes en su preparación al matrimonio y en su experiencia de casados jóvenes. De esa etapa es el estudio Amor y responsabilidad (1960), que se adelantó varios años a la encíclica Humanae vitae (1968) de Pablo VI. 

Siendo Papa, dedicó cuatro años (1979-1983) a las Catequesis sobre el significado esponsal del cuerpo humano, proyectando una luz preciosa sobre el significado de la sexualidad humana. Publicó la exhortación Familiaris consortio (1981) sobre la misión de la familia cristiana y una encíclica Evangelium vitae (1995) sobre el valor de la vida humana. 

Nadie como él en nuestro tiempo ha defendido el valor del ser concebido en el seno materno y todavía no nacido.”Nadie puede legitimar la muerte de un inocente” ha gritado por todas partes. De ahí que, libre de prejuicios egoístas y con las investigaciones científicas a su favor, haya recordado que la vida humana desde su primer estadio es la vida de una persona humana que merece todo el respeto y protección. No es, por tanto, conforme a la dignidad humana del que va a nacer la fecundación in vitro y la manipulación de embriones. ¡Son personas humanas! No son material genético. 

Y lo mismo ha hecho con su doctrina y con su vida refiriéndose a la vida humana en su fase terminal. La vida es sagrada, es un don de Dios.

3.6. El Papa promotor de la paz . Ha intervenido ante los que dirigen los destinos de los pueblos buscando siempre la paz entre las naciones, el abandono de la guerra, la solución a las injusticias que originan los desajustes generadores de violencia. 

“No se puede matar en nombre de Dios”, ha repetido en varias ocasiones en que ha aparecido el zarpazo del fundamentalismo islamista. “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”, rezaba uno de los lemas de las últimas Jornadas de oración por la paz, introduciendo en esa dinámica de la paz lo que ya explicaba en Dives in misericordia : no basta la justicia, es preciso introducir la misericordia en las relaciones humanas internacionales, para que construyamos la paz. 

Medió de manera decisiva entre Argentina y Chile. Se ha opuesto a la guerra del Golfo, a la guerra preventiva de Irak. Ha recordado continuamente el problema palestino. Ha estado cercano a los Balcanes, etc. Ha vibrado y ha hecho vibrar al mundo con la causa de la paz. 

3.7. El Papa que ha pedido perdón por las culpas de los hijos de la Iglesia a lo largo de la historia. “Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy” (TMA 33). Nunca la Iglesia, y menos en su más alto representante, había hecho cosa semejante. 

La unidad de la Iglesia, rota por el pecado de sus hijos, y que tiene en el ministerio del Sucesor de Pedro su punto de referencia. Los métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad (las cruzadas, la inquisición, etc.). Las raíces cristianas del antijudaismo. Estos y otros temas han sido objeto de petición de perdón por parte de la Iglesia, santa y santificadora en su entraña, y al mismo tiempo pecadora en sus hijos. Estos y otros temas han sido objeto de estudio por parte de los especialistas para esclarecer la verdad histórica. El Papa no ha tenido nunca miedo a la verdad, al contrario, la ha buscado y la ha propuesto sin rebajas. 

3.8. El Papa que anuncia una nueva primavera de la Iglesia , que hay que preparar con esperanza y con esmero. 

En un ambiente en el que la secularización es creciente, en que Europa vive una apostasía silenciosa generalizada, en que Europa quiere olvidar sus raíces cristianas, en que muchos viven como si Dios no existiera, Juan Pablo II se ha atrevido a anunciar una y otra vez una primavera cercana. Se apoya para ello en la abundante sangre de mártires derramada a lo largo del siglo XX. Y la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. 

De cada cuatro mártires, tres lo han sido en pleno siglo XX. La semilla está echada, el fruto no se hará esperar. Por eso, ha canonizado innumerables santos de nuestra época, para decirnos a los hombres de este tiempo que la santidad no es algo lejano e inaccesible, sino que es la vocación universal de todo hombre, y que en los santos se ha realizado plenamente el misterio de la Redención de Cristo. 

3.9. El Papa de María . Juan Pablo II ha sido un Papa profundamente mariano. En todos sus viajes, en todas las ocasiones que se le han presentado, ha tenido una intervención pública de oración a la Virgen. El “totus tuus” de su mote episcopal, explicado en Zaragoza (1982), lo ha tomado de san Luis María Grignon de Montfort. Es la esclavitud mariana que se inicia con san Ildefonso de Toledo. 

Ha acudido a los santuarios marianos, extendidos por toda la tierra, como a su casa materna. Nos ha consagrado una otra vez al Inmaculado Corazón de María. La bala que el 13 de mayo de 1981 iba disparada a su corazón y le hubiera producido la muerte, se desvió misteriosamente, y al año siguiente fue incrustada en la corona de la Virgen de Fátima como uno más de sus trofeos. 

3.10. El Papa de un Magisterio abundante , sólido, rico en sugerencias, que queda en la tradición viva de la Iglesia como una cantera a la que habremos de recurrir en el futuro. Cartas, discursos, catequesis, etc. Baste citar aquí las catorce encíclicas: 

1.- Redemptor hominis (1979), programática de su pontificado. 

2.- Dives in misericordia (1980), sobre la Misericordia divina 

3.- Laborem exercens (1981), sobre el trabajo humano 

4.- Slavorum Apostoli (1985), sobre los santos Cirilo y Metodio 

5.- Dominum et vivificantem (1986), sobre el Espíritu Santo 

6.- Redemptoris Mater (1986), sobre la Virgen María 

7.- Sollicitudo rei socialis (1987), sobre cuestiones sociales 

8.- Redemptoris missio (1990), sobre el mandato misionero 

9.- Centessimus annus (1991), sobre cuestiones sociales 

10.- Veritatis splendor (1993), sobre moral fundamental católica 

11.- Evangelium vitae (1995), sobre el valor de la vida humana: 

12.- Ut unum sint (1995), sobre la unidad de los cristianos: 

13.- Fides et ratio (1998), sobre la relación fe-razón 

14.- Ecclesia de Eucharistía (2003), sobre la Eucaristía 

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He aquí estos diez aspectos, recogidos rápidamente a manera de ramillete, de la figura y de la doctrina del Papa Juan Pablo II, que acaba de morir. Habrá ocasiones de acercarse y profundizar en la riqueza de una persona que se ha curtido en el dolor desde su infancia, que se ha formado en el diálogo con la modernidad en la escuela de la fenomenología, que ha aprendido a orar y a adentrarse por los caminos de la mística de la mano de san Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Un personaje singular y muy rico en su personalidad, en su formación filosófica y teológica, en su espiritualidad. 

Le encomendamos en la oración, como hacen los hijos con sus padres. Esperamos que el Señor que lo llamó para ser Vicario de Cristo en la tierra le haya recibido como a los servidores fieles y prudentes: “Entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25,21). El dolor de su ausencia quede mitigado por la certeza de que más allá de la muerte nos espera una vida mejor, en la que el Papa Juan Pablo II ha entrado para siempre, gozando de Dios y de la compañía de los santos para siempre. Que él interceda por nosotros, que somos fieles de este Pueblo que camina al encuentro definitivo con el Señor. Amén. 


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Notas:

Jan Tyranowski había nacido el 9 de febrero de 1901, era sastre de profesión y un seglar comprometido de la parroquia «San Estanislao de Kotska», regentada por los Salesianos en Debniki. En esta parroquia los laicos tenían un protagonismo importante y funcionaban los llamados «Rosarios vivientes», en los que participaba y era protagonista K. Wojtyla: cf. G. Weigel , Biografía de Juan Pablo II. Testigo de esperanza , Plaza & Janés, Barcelona 1999, 93ss (en adelante, Weigel). 

De esta época son: K. Wojtyla , Hermano de nuestro Dios. Esplendor de la paternidad. Dramas , BAC, Madrid 1990 (orig. polaco 1949); Id ., Poesías , BAC, Madrid 1993 4 ; Id ., El taller del orfebre , BAC, Madrid 1982 (orig. polaco 1960). 

Su experiencia sacerdotal nos la cuenta en: K. Wojtyla , Don y misterio. En el quincuagésimo aniversario de mi sacerdocio , BAC, Madrid 1996. 

K. Wojtyla , La fe según san Juan de la Cruz («Doctrina de fide apud S. Joannem a cruce», Pont. Univ. S. Thomae Aquinatis, Romae 1948), BAC, Madrid 1980. 

K. Wojtyla , Ejercicios espirituales para jóvenes , BAC, Madrid 1982. 

K. Wojtyla , Max Scheler y la ética cristiana , (orig. polaco 1959) BAC, Madrid 1982. 

Algunos de ellos han sido publicados en español: K. Wojtyla , Mi visión del hombre. Hacia una nueva ética , Palabra, Madrid 1998 3 ; Id , El hombre y su destino. Ensayos de antropología , Palabra, Madrid 1998; Id , El don del amor. Escritos sobre la familia , Palabra, Madrid 2000. 

K. Wojtyla , Amor y responsabilidad (orig. polaco 1960), Razón y Fe, Madrid 1969. 

K. Wojtyla, Persona y acción , BAC, Madrid 1982 (orig. polaco 1969). 

La descripción de su experiencia episcopal la relata en: Juan Pablo II, ¡Levantaos!, ¡vamos! , Plaza & Janés, Barcelona 2004. 

Al terminar el concilio, el cardenal K. Wojtyla ofreció a sus diocesanos las pautas para la recepción del Vaticano II: K. Wojtyla , La renovación en sus fuentes. Sobre la aplicación del Concilio Vaticano II (orig. polaco 1972), BAC, Madrid 1982. Vino a ser como el «instrumentum laboris» del Sínodo diocesano. Las distintas intervenciones a lo largo del periodo sinodal se recogen en: K. Wojtyla , Il Sinodo diocesano dell´arcidiocesi di Cracovia. 1972-1979 . Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1985. 

Karol Wojtyla e il Sinodo dei Vescovi , Secretaría General del Sínodo de los Obispos, ed., LEV, Ciudad del Vaticano 1980. 

K. Wojtyla , Signo de contradicción , BAC, Madrid 1982. 

Juan Pablo II , Homilía en el inicio de su pontificado (22 de octubre de 1978): AAS 77 (1978) 947. 

Juan Pablo II , Discurso a la Comisión Teológica Internacional (26 de octubre de 1979): Ecclesia 39 (1979) 1401-1403. 

Demetrio Fernández González , Cristocentrismo de Juan Pablo II. El “misterio del Verbo encarnado” (GS 22) en las Encíclicas Redemptor hominis (1979), Dives in misericordia (1980) y Dominum et vivificantem (1986) , Instituto Teológico San Ildefonso, Toledo 2003. 

Acta Synodalia III, V, 298 (Congregación General 106, de 21 octubre 1964). 

Con mi afecto y bendición:
+ Demetrio Fernández 
Obispo de Tarazona