Una vida entregada hasta el final 

+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa, España

1 de mayo de 2005

Cuando escribo estas líneas todavía está presente en el ánimo de todos la muerte de nuestro estimado Juan Pablo II. Cuando el lector las lea, ya tendremos un nuevo Santo Padre, y la Iglesia universal seguirá su camino hasta la plenitud del Reino de Dios. Hoy, deseo todavía subrayar tres aspectos de la vida del Santo Padre que nos ha dejado.

El primer aspecto es el de su vida centrada en Jesucristo. En el libro Don y Misterio, que el Papa escribió al celebrar sus bodas de oro sacerdotales, nos confesó que, después de su elección como papa, su primer impulso espiritual fue dirigirse a Cristo Redentor. Nació así la encíclica Redemptor Hominis. 

Reflexionando sobre todo este proceso, comprendo cada día mejor la íntima relación que hay entre el mensaje de esta encíclica y todo lo que se inscribe en el corazón del hombre por la participación en el sacerdocio de Cristo.

En este sentido, fue profética su homilía del 22 de octubre de 1978, en el comienzo de su pontificado: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!. Este cristocentrismo es la característica más relevante de su vivencia, de su magisterio, de su programa. Un cristocentrismo complementado con su profunda y sensible vivencia mariana, expresada desde el principio en su lema “Totus tuus”.

Un segundo aspecto del pontificado de Juan Pablo II ha sido su pasión evangelizadora. La suya ha sido una vida para la evangelización. En este punto, merece una mención especial su relación con los jóvenes. Muchas veces me he preguntado cuál era su secreto para conectar tan profundamente con la juventud desde un planteamiento de vida cristiana exigente. Durante los días siguientes a su fallecimiento causaba una fuerte impresión ver las riadas de jóvenes que fueron a Roma para despedirlo, para rezar por él, para rezar cerca de él.

Los jóvenes lo han admirado, lo han amado, le han seguido con fidelidad en las diferentes convocatorias. “¡Tú también eres joven!”, le dijeron en Cuatro Vientos. Compartía con los jóvenes el deseo y la esperanza de cambiar el mundo, y nunca rebajó el nivel de exigencia sino que les presentaba la verdad del Evangelio y propiciaba en ellos el encuentro personal profundo con Jesucristo.

Juan Pablo II, finalmente, ha vivido su identificación con Cristo y su ministerio evangelizador hasta el final, con una entrega de su propia vida hasta las últimas consecuencias.

Nosotros contemplamos ahora con admiración su trayectoria como pastor de la Iglesia, a la que ha conducido desde aquel lejano año 1978 hasta el tercer milenio con generosidad y sin ninguna clase de reservas. Ha sido testigo de esperanza para la humanidad; ha sido un punto de referencia, un padre bueno para todos. Unido a Cristo crucificado y resucitado, su entrega ha dado unos frutos abundantes. Ofreciendo su vida por Cristo y por los hermanos, ha dado testimonio de fidelidad y de amor.

Juan Pablo II pasará a la historia de la Iglesia y a la historia universal por muchos motivos, espirituales y temporales. Ha vivido el ejercicio de su ministerio desde el retorno a un estilo pastoral y evangélico, de relación personal, de testimonio directo de su fe. Pasará también a nuestra historia particular porque el 15 de junio de 2004 erigió y constituyó la diócesis de Terrassa. Muchas gracias, Santo Padre Juan Pablo II. Descansa en paz e intercede por nosotros ante el Señor.

+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa