El primer año

David llena

 

Rememoro aquellos días de frenética oración en el primer año de su llegada a la casa del Padre. Nuestro timonel siguiendo las órdenes de Jesús nuestro capitán, había conducido esta barca durante más de 25 años. Ahora, él se encuentra junto al Padre y desde allí sigue pidiendo por esta Iglesia a la que tantos años dedicó. 

Recuerdo, decía al comienzo, las oraciones y sentimientos de aquellos días cuando ya nuestro Juan Pablo II “veía y tocaba Dios”. Aquellos días donde la Iglesia se unía en una sola voz pidiendo al Padre, que pasase pronto ese cáliz. En la recién estrenada Pascua nuestro Papa estrenaba su morada junto al Padre. Aquel que le había llamado le recibía en su seno y le mostraba su rostro pleno de Amor que Juan Pablo ya había intuido y que le cautivó durante toda su vida.

Ahora, “un humilde siervo”, como el mismo Benedicto XVI se definió, ha tomado con fuerza el timón, el Espíritu hincha las velas de la barca y la casa del Padre está en el horizonte de la Iglesia. Una Iglesia llamada a ser universal y a lanzar su mensaje de Salvación al mundo entero. A llevar el evangelio de Cristo a todos los hombres para que estos crean y se salven. Un mensaje que bien vale un título “Deus caritas est”. Nuestro Papa ha querido empezar la casa con buenos cimientos y ha empezado por lo principal y fundamental de nuestra razón de ser, y esta no es más que la ecuación Dios es Amor. Realmente es algo más que una ecuación, es incluso algo más que una definición; es una identidad: Para un cristiano decir Dios, es decir Amor. Y así, si un cristiano quiere ser fiel a su nombre tiene que coger la bandera del Amor, de ese Amor que el Espíritu derrama en nuestros corazones, ese Amor que es puro don de Dios y que siempre acompañó a nuestro querido Juan Pablo II.