Santo subito!

Padre Guillermo Juan Morado

 

lSi estuviesen vigentes las canonizaciones por aclamación popular, hoy veneraríamos ya a San Juan Pablo II, Papa. Difícilmente se repetirá una escena como la vivida en los funerales del Pontífice difunto cuando la muchedumbre, el Pueblo de Dios; en definitiva, la Iglesia, que es indefectible al creer, reconocía en la vida de Juan Pablo II un testimonio claro y convincente del seguimiento de Cristo.

El proceso de beatificación y canonización sigue su curso. Hoy he encontrado una estampa, con una reliquia “ex indumentis”, en la que aparece una “oración para implorar favores por intercesión del siervo de Dios el Papa Juan Pablo II”. La oración me ha gustado, porque recoge muy bien matices y acentos que han caracterizado el magisterio y el ejemplo de vida que nos legó el anterior Papa.

La oración invoca a la Trinidad Santa, para darle gracias “por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II” y porque en él ha reflejado la ternura de la paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. Un buen resumen, no solamente del testimonio del Papa, sino también del ser de Dios, que, en la unidad de la Trinidad santa, es “ternura”, “gloria” y “esplendor”. ¿Cómo no recordar las encíclicas dedicadas a Dios? Dios, rico en misericordia (“Dives in misericordia”), que ha enviado a su Hijo, Redentor del hombre (“Redemptor hominis”), y que sigue guiando a su Iglesia y a la humanidad entera con el aliento de su Espíritu (“Dominum et Vivificantem”). Algunos teólogos no han tenido reparos a la hora de señalar el influjo ejercido por Juan Pablo II en el “retorno” de la Trinidad a la conciencia teológica y a la conciencia cristiana en general.

La siguiente referencia de la oración que comentamos es una referencia a la misericordia divina: “Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia...”. Sabemos del influjo de la espiritualidad de Santa Faustina Kowalska en el Papa polaco. Pero basta remontarse al Evangelio; por ejemplo a la parábola del hijo pródigo. En definitiva, los santos no inventan nada, sino que nos recuerdan la vigencia y actualidad del Evangelio. El Papa Juan Pablo II, que quiso llamar también al Domingo II de Pascua “Domingo de la Divina Misericordia”, terminó, en la víspera de esa fiesta, su peregrinación terrena.

Unida a la divina misericordia, “la maternal intercesión de María”. No hay duda de que en la devoción mariana Juan Pablo II ha sido especialmente ejemplar, siguiendo las huellas de San Luis María Grignion de Monfort y, en suma, de todos los santos que han poblado los días de la historia de la Iglesia (¿hay alguno, acaso, que no haya sido mariano?). 

El Papa “nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor”; de ese Pastor que conoce a su grey y da la vida por ella, “indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna contigo”. Parece resumirse en esta frase las palabras de la Novo Millennio Ineunte: “no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad”.

Una bella oración, a la vez que un buen resumen de la vida y del magisterio de Juan Pablo II. Ojalá que sea pronto incluido en el número de los santos.

Fuente: autorescatolicos.org