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"Totus
Tuus"
SS.
Juan Pablo II
Totus Tuus Esta fórmula no tiene solamente un carácter piadoso, no es
una simple expresión de devoción: es algo más. La orientación hacia una
devoción tal se afirmó en mí en el período en que, durante la Segunda Guerra
Mundial, trabajaba de obrero en una fábrica. En un primer momento me había
parecido que debía alejarme un poco de la devoción mariana de la infancia, en
beneficio de un cristianismo cristocéntrico. Gracias a san Luis Grignon
de Montfort comprendí que la verdadera devoción a la Madre de Dios es, sin
embargo, Cristocéntrica, más aún, que está profundamente radicada en el
Misterio trinitario de Dios, y en los misterios de la Encarnación y la
Redención.
Así pues, redescubrí con conocimiento de causa la nueva piedad mariana,
y esta forma madura de devoción a la Madre de Dios me ha seguido a través
de los años: sus frutos son la "Redemptoris Mater" y la "Mulieris
dignitatem"
Respecto a la devoción mariana, cada uno de nosotros debe tener claro
que no se trata sólo de una necesidad del corazón, de una inclinación
sentimental, sino que corresponde también a la verdad objetiva sobre la Madre de
Dios.
María es la nueva Eva, que Dios pone ante el nuevo Adán-Cristo, comenzando
por la Anunciación, a través de la noche del Nacimiento en Belén, el
banquete de bodas en Caná de Galilea, la Cruz sobre el Gólgota, hasta
el cenáculo del Pentecostés: la Madre de Cristo Redentor es Madre de la
Iglesia.
El Concilio Vaticano II da un paso de gigante tanto en la doctrina como
en la devoción mariana. No es posible traer aquí ahora todo el maravilloso
Capítulo VIII de la Lumen Gentium, pero habría que hacerlo. Cuando
participé en el Concilio, me reconoci a mí mismo plenamente en este capítulo, en
el que reencontré todas mis pasadas experiencias desde los años de la
adolescencia, y también aquel especial ligamen que me une a la Madre de
Dios de forma siempre nueva.
La primera forma, la más antigua, está ligada a las visitas durante la
infancia a la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en la
iglesia
parroquial de Wadowice, está ligada a la tradición del escapulario del
Carmen, particularmente elocuente y rica en simbolismo, que conocí
desde la juventud por medio del convento de carmelitas que se halla «sobre la
colina» de mi ciudad natal. Está ligada, además, a la tradición de las
peregrinaciones al santuario de Kalwaria Zebrzydowska, uno de esos
lugares que atraen a multitudes de peregrinos, especialmente del sur de Polonia
y de más allá de los Cárpatos. Este santuario regional tiene una
particularidad,
la de ser no solamente mariano, sino también profundamente cristocéntrico. Y
los peregrinos que llegan allí, durante su primera jornada junto al
santuario de Kalwaria practican antes que nada los «senderos», que son
un Viacrucis en el que el hombre encuentra su sitio junto a Cristo por
medio de María. La Crucifixión, que es también el punto topográficamente más
alto, domina los alrededores del santuario. La solemne procesión mariana, que
tiene lugar antes de la fiesta de la Asunción, no es sino la expresión
de la fe del pueblo cristiano en la especial participación de la Madre de
Dios en la Resurrección y en la Gloria de su propio Hijo.
Desde los primerísimos años, mi devoción mariana estuvo relacionada
estrechamente con la dimensión Cristológica. En esta dirección me iba
educando el santuario de Kalwaria.
Un capítulo aparte es Jasna Góra, con su icono de la Señora Negra. La
Virgen de Jasna Góra es desde hace siglos venerada como Reina de Polonia. Éste
es el santuario de toda la nación. De su Señora y Reina la nación polaca
ha buscado durante siglos, y continúa buscando, el apoyo y la fuerza para
el renacimiento espiritual. Jasna Góra es lugar de especial evangelización. Los
grandes acontecimientos de la vida de Polonia están siempre de alguna
manera ligados a este sitio; sea la historia antigua de mi nación, sea la
contemporánea, tienen precisamente allí su punto de más intensa
concentración, sobre la colina de Jasna Góra.
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