Juan Pablo II, hombre de Dios

Jaume Montaña Carrera

 

De muchas y muy variadas formas, sirviéndose de todos los modos de lenguaje al alcance de los hombres de hoy, ha hablado el Papa Juan Pablo II, a lo largo de su prolífico pontificado. Han sido más de 26 años de pontificado que le han convertido en el tercero de la lista de los papas con más años de ministerio. 

Si en vida ha sido de elocuente palabra, los gestos y todo su hacer personal, igualmente lo ha sido su muerte en la que el dolor y el silencio, con la entrega total a la voluntad de Dios al servicio de la Iglesia, nos ha dejado una última lección, mejor dicho, una catequesis de nueva evangelización, abriendo del todo las puertas a Cristo sin miedo, porque Cristo se las habia abierto primero. 

Infatigable en su ministerio, con la complicidad de los males que le recomían la salud, acabaron con sus fuerzas, pero no le derrotaron. La fe del Totus tuus -Todo tuyo- hizo de la agonía un icono de la carta apostólica Salvifici doloris -El Dolor salvador-. 

Hoy, más allá del umbral de la esperanza, en la plenitud de vida con Dios Padre, puede hacer con Él una relectura de la encíclica Dives in misericordia -Rico de misericordia-. Lo que un día escribió Juan Pablo II, ahora es para él verdad de vida eterna. Al termino de su vida terrena, cumplida la misión que le habia sido encomendada, confiada, hecho el examen del amor y con amor está entre el número de los escogidos en el cielo. 

Peregrino en nombre del Evangelio, misionero de la palabra de paz y de justicia, promotor-defensor de los derechos humanos y de la libertad, no ha sido testigo mudo de los grandes acontecimientos mundiales sino protagonista activo de los cambios sociales y políticos que han marcado los tiempos finales del siglo XX y encaminado los inicios del tercer milenio. A nivel internacional ha hecho de la Iglesia una institución necesaria en el consorcio de las naciones, servidora de la verdad. La auténtica política y los fundamentos éticos de la sociedad han encontrado en él un maestro y un pastor. 

Si ha sido figura de talla universal, ha sabido estar al lado de los pobres y los pequeños. Nada de todo aquello que podía suponer dolor y sufrimiento en hombres y mujeres era ajeno a su corazón, teniendo a los jóvenes como sus cómplices para la construcción de un mundo nuevo y mejor, animados por la fuerza del Evangelio. 

Mucho hay que decir de Juan Pablo II, Papa de la Iglesia. La historia hará su trabajo con más o menos acierto. Nosotros no olvidemos al hombre Karol Wojtyla, por él rezamos y a él decimos gracias por la fidelidad, generosidad y transparencia con que ha sido el Papa de todos. 

Las campanas, al son y ritmo del toque de difuntos, anunciaban la muerte del Papa. La humareda blanca y las campanas al vuelo, tocando a fiesta, anunciarán el nuevo Papa. Esta es la esperanza de la Iglesia y del mundo. 

Karol Wojtyla, Juan Pablo II, hombre de Dios, descanse en paz.