Abrid las puertas a Cristo. No tengáis miedo

+ Jesús Sanz Montes, ofm, Obispo de Huesca y de Jaca, España

 

Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien. 

Escribo esta carta el domingo, cuando aún está fresca la emoción entretejida de dolor y de esperanza ante el fallecimiento del querido Santo Padre Juan Pablo II, el Papa que lo ha sido de nuestra juventud y de nuestra madurez. Esta mañana, la Plaza de San Pedro se ha convertido en un inmenso cenáculo abierto a todas las latitudes del mundo en donde muchedumbres de todos los países se han dado cita para orar en la certeza de la resurrección.

También allí, las preguntas que en los primeros días de Pascua se han venido escuchando a través de los Evangelios, y que pueden ser reconocidas en los rostros de tantos hombres y mujeres, de todas las edades, de todas las condiciones sociales, de todas las proveniencias. ¿Porqué lloras? ¿A quién buscas? ¿Por qué dudas? ¿A dónde huyes? Ahí están tras estas preguntas las Magdalenas, los Pedros, los Tomás, los discípulos de Emaús, es decir, tú y yo. Y precisamente en estos días de la Pascua, se escucha el mensaje de Jesús a sus asustados discípulos: “no tengáis miedo”. Precisamente la primera palabra que dijo aquel Papa joven, recién elegido, cuando con sus 58 años se asomó a la Logia de San Pedro, verdadera ventana del mundo. 

No tengáis miedo, nos decía a una Iglesia tal vez asustada por sus propios sustos, y que no lograba orientar el raudal de agua fresca y limpia que supuso el Concilio Vaticano II. Era una provocación bondadosa: no tener miedo. No porque él tuviera algún elixir mágico, alguna fórmula secreta o una guarnición paramilitar preparada. Invitaba a la confianza esperanzada que únicamente es capaz de superar todos los miedos juntos: la certeza de que Jesucristo no dejaría tampoco ahora a su Iglesia como una barca a la deriva, sino que la conduciría al puerto seguro de la salvación prometida. “No tengáis miedo… abrid las puertas a Cristo”. Este ha sido el secreto del Papa: la disolución de todo temor y desesperanza cuando entra Cristo en la vida. No se trata de una falsa seguridad o de una seguridad blindada, sino la paradójica certeza de que estando Cristo, de que abriéndole nuestras puertas, la vida es mirada y vivida de otro modo… aunque no cambien sus circunstancias.

No tengáis miedo. Se cierran unos ojos que eternamente se abrirán para la Luz para la que fueron hechos, una mirada que ha sufrido tantos viacrucis y que ahora descansa en paz, en la tierra buena, en la casa dulce que nuestro corazón al unísono del de Dios, sueña para siempre poder habitar.

Esta Dominica in Albis no ha perdido su color por el dolor que nos embarga, sino que ha encontrado una insólita razón para poder exhibir tanta transfigurada blancura: Jesús ha vencido la muerte, la muerte real, la muerte de quienes más queremos y más han significado, haciéndola tan sólo un intervalo, no un adiós sino un hasta luego. Con esta esperanza hemos cantado el aleluya en los labios mientras había llanto en el corazón. 

Descanse en paz nuestro querido Santo Padre Juan Pablo II. Elevamos al Señor nuestra plegaria pidiendo para él el descanso eterno, expresamos nuestra gratitud por el regalo que ha supuesto su vida y entrega como testigo de Cristo en un Pontificado tan fecundo, y al mismo tiempo afirmamos la esperanza de sabernos acompañados por ese mismo Dios que ha acogido al Papa en su paz y que suscitará en su Iglesia un nuevo Padre y Pastor para seguir la travesía de la historia hasta el día final.

Con mi afecto y bendición, 

† Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca

10.04.2005