Mensaje a los Misioneros de la Virgen Peregrina.

Padre Juan José Riba

 

QUERIDOS MISIONEROS DE LA VIRGEN PEREGRINA:
Seguramente todos nosotros estuvimos viendo por televisión el último adiós a Juan Pablo II. Muchos habrán llorado, otros sentirán un gozo en el alma y un orgullo por este Papa, otros se sentirán huérfanos. 
El Espíritu me movió a escribirles estas líneas que quieren recoger opiniones de muchos misioneros a la pregunta: ¿cuál es el mensaje que nos dejó Juan Pablo II a la Campaña?.

Superar una tentación

En los hechos de los apóstoles, cuando se despide Jesús de ellos y vuelve al cielo, dos hombres vestidos de blanco les preguntan: “varones galileos: ¿qué hacéis ahí plantado mirando al cielo?” (Hech 1,11). Se habían quedado perplejos, estáticos, y no se habían dado cuenta que ahora empezaba todo: El Señor, en ellos, quería caminar por los pueblos. A los cristianos nos puede pasar esto mismo: que nos llenemos la boca de todo lo que ha hecho Juan Pablo II, que estemos orgulloso de ver como la Iglesia en este tiempo llega a través de los medios de comunicación a todo rincón de la tierra, que nos conmovamos de tantas historias pequeñas y grandes de este gran Papa. Pero que nos quedemos quietos y no sigamos las propias indicaciones de él: “¡navega mar adentro!”.
¡Qué actitud tan distinta a la de Don Joao!. Durante el Concilio Vaticano II (1963-65) comenta “cada día me uno en el espíritu de la Santa Iglesia y rezo por el Santo Padre el Papa, por los obispos y sacerdotes, para que yo también pueda realizar algo, abrir camino a los sacerdotes, llevar a Jesús a los corazones”.
Señor: ¡Líbranos de ser misioneros perplejos y absortos y haz que ayudemos al próximo Santo Padre en esta tarea evangelizadora al comienzo de este tercer milenio!.
En ese sentido quiero dejarles en el corazón tres mensajes que nos dejó Juan Pablo II. Lo hago con tres símbolos

Los zapatos

Todos pudimos ver que el Santo Padre se dejó enterrar con sus zapatos, no como era tradicional con los escarpines papales. Esto nos recuerda que el Papa fue misionero y peregrino: salió a buscar al hombre de hoy en todos lados. Como ningún otro Papa visitó países católicos, protestantes, judiós, musulmanes, budistas, etc, llevando el mensaje de Cristo. Llegó a niños, jóvenes, ancianos, enfermos. Evangelizó a políticos, hombres de la cultura, deportistas, empresarios, trabajadores de la salud, artistas, etc. Nos recordó eso que sabemos pero que tenemos que ver para convencernos que es así: somos católicos, esto es universales. Nadie está excluído del amor de Cristo, ningún hombre de esta tierra está fuera de su amor.
Por eso en el entierro estaban todos: ahí estaba Fidel y Bush, judíos y musulmanes, anglicanos y católicos, budistas y de otras religiones. Allí estaban sus amados jóvenes, familias, ancianos para darle el adiós. Fue un auténtico líder mundial, más que eso, fue un padre de todos, de la humanidad toda.
Para lograr esto hizo sencillamente lo que Jesús hizo: salió a buscar el hombre. También nosotros como misioneros hemos salido con la Peregrina a buscar a los hombres, a entrar en las familias.

Las vestiduras rojas

Nos hablan del amor apasionado y heroico por nuestro Señor. Y este amor apasionado fue encendido en el fuego de un amor sincero y fiel hasta el final a la cruz que Dios le dió. Juan Pablo II no ocultó sus fragilidades físicas. Nos enseñó hasta el final que el hombre, incluso cuando ya se le acaban sus fuerzas físicas y no es agradable a los ojos, sigue manteniendo la dignidad de ser hombre, creatura única e irremplazabel. Amor apasionado que lo llevó a ser coherente en su vida: “¡no mintió, no engañó” nos recordaba Mons.Bergoglio en su prédica. Fue un líder que intentó vivir lo que predicaba.
En el centro de su vida espiritual estaba su marcado amor a la Eucaristía y la adoración eucarística. Una misionera comentaba: “me impresionó siempre como aún rodeado por multitudes daba la sensación de que estaba profundamente inmerso en un diálogo con Jesús”.
Este año Cristo debe celebrar triunfos en nuestra Campaña. Queremos ayudar para que las familias misionadas, sí, el pueblo entero se reencuentre con Él en la misa dominical.

La cruz y la letra M

Hasta en su ataúd quiso dar testimonio del secreto que marcaba su vida: su profundo amor a María. “Totus tuus” (Todo tuyo) dijo al comienzo de su pontificado. Fue un Papa que no se avergonzaba de su tierno amor a la Madre de Dios pues sabía que Ella era la Madre del pueblo. Por eso la buscaba y honraba en todos sus viajes yendo a sus santuarios, para volver a percibir ahí el amor que Ella le tenía y recibir de sus manos las gracias para cumplir su papel de padre y pastor universal. Por eso, nos dejó tantas oraciones a Ella dichas en tantos santuarios y nos confió de nuevo esa oración milenaria, “de los pobrecitos”, como diría Don Joao, que fue el rosario.
Para nosotros, los misioneros, este rasgo nos llega sencillamente al alma, hace vibrar nuestro corazón y pone de pie nuestra voluntad para entregarnos a Ella y a su misión en este tercer milenio.

Estamos en vigilia

Si entramos en la vigilia de la espera del próximo Papa, aquel que el Espíritu Santo nos quiera regalar. Desde ahora pidamos por él. Un bello signo de la Providencia es que el cónclave comienza el 18 de abril. Por eso les propongo que sencillamente recemos el rosario diario por la elección del futuro Santo Padre para que sea una experiencia de Pentecostés y pronto podamos escuchar desde Roma: “habemus papam!” (¡Tenemos papa!).
Hagamos como Don Joao que le decía a su obispo diocesano: “Don Ivo: en mi cuarto tengo una fotografía del Papa actual, en el brazo de él escribí: todos los días me uno a él y me uno a nuestro obispo diocesano y a toda la Santa Iglesia. Así inicio el santo día para que, al fin del día, tenga alguna cosa hecha para la gloria de Dios”. 
Que en este tiempo nos encuentre Como Campaña hondamente unidos a María en medio de la Iglesia. 
Termino con las palabras de un joven: "Ahora, a seguir adelante, sin miedo, como él nos enseño y como él lo hizo".