Al cruzar el umbral de la esperanza

Jesús de las Heras

 

Hace once años Juan Pablo II publicaba el que era su primer libro como Papa. Llevaba y lleva por título «Cruzando el umbral de la esperanza». Ahora, cuando él, JuanPabloII, Karol Wojtyla, acaba de cruzar el umbral de la definitiva y eterna Esperanza y ha transmitido en vivo y en directo, en tiempo real y por todos los medios e instrumentos de la comunicación de la aldea global su testimonio y de mensaje de sólo Jesucristo redime al hombre, ser solidarios -esto es, agradecidos, cercanos, compasivos y adheridos a él- es la única respuesta posible de quienes saben que es bien nacidos el ser agradecidos.

Y es que durante estos últimos días, Juan Pablo II, en su agonía, nos ha mostrado y ha recibido la gran lección de la solidaridad, que quedaba reflejada de manera extraordinaria con las que habrán sido quizás sus últimas palabras, pensadas y dirigidas a los jóvenes: «Os he buscado siempre. Ahora habéis venido hasta aquí. Os doy las gracias».

La palabra «solidaridad» viene definida por la RAE como «adhesión a la causa o empresa de otros». A lo largo de más de veintiséis años, Karol Wojtyla, el Papa venido del Este, el Papa venido del frío, ha vivido la solidaridad no sólo como extraordinaria virtud humana sino como auténtica virtud cristiana, íntimamente emparentada con la virtud capital del amor, con la virtud de la caridad. Juan Pablo II ha sido el Papa de la solidaridad con los jóvenes, con las familias, con los pobres; el Papa solidario con la libertad y con la justicia; el Papa solidario y mensajero de paz y de reconciliación; el Papa solidario con la vida desde su concepción natural hasta su ocaso; el Papa solidario singularmente con los enfermos, con los ancianos y con necesitados.

Y en esta su hora de agonía y de muerte -de cruz y de pascua-, católicos y no católicos y creyentes y no creyentes, hombres y mujeres de buena voluntad están entendiendo mejor que nunca su mensaje y su testimonio de solidaridad, transido por la esperanza definitiva y teologal que no defrauda, transido de la Esperanza con mayúsculas.

Juan Pablo II ha sembrado solidaridad y esperanza a manos llenas, a corazón entregado, a existencia entera ofrendada, a ministerio eclesial repleto y remecido. Y la solidaridad con el Papa y hacia el Papa ha crecido y crece por doquier como fruto granado y agradecido. ¿No es, no ha sido sino respuesta y cosecha de solidaridad de los miles y miles de personas que se apiñan en la Plaza de San Roma de Roma pendientes primero de la luz de las ventanas de los apartamentos pontificios y ahora en espera del adiós al Papa? ¿No son respuesta y cosecha de solidaridad las plegarias por su salud en agonía en todos y cada uno de templos de los cristiandad y en las mismas plazas todas de nuestro orbe?

Por todo ello, gracias, Juan Pablo II, testigo de solidaridad, mensajero de esperanza, Papa de nuestras vidas. Necesitamos testimonios como el tuyo, también en esta suprema en que cruzas el umbral de la Esperanza.