“Un hombre extremadamente santo”

Eduardo Molina Hernández

 

Cuando Juan Pablo II fue elegido en Roma como el Sucesor de San Pedro, Ildefonso Loza Márquez, reconocido periodista tapatío, estuvo ahí, muy cerca del Papa, muy cerca de Su Santidad. Tres meses después de ese momento, el Nuncio Apostólico lo llamó para pedirle que fuera el foto-cronista oficial de la primera visita apostólica que realizaría el Sumo Pontífice a México.

Tras conocer la gravedad de la salud del Papa, quien ya descansa en paz, Semanario tuvo la oportunidad de entrevistar a Ildefonso Loza Márquez, para que nos compartiera sus experiencias vividas al lado de Juan Pablo II, el «Papa mexicano», como él mismo se autonombraba.

Un hombre accesible a todo mundo

Era «un Papa –subrayó Loza Márquez– totalmente diferente a lo que estaba uno acostumbrado de esa investidura, caracterizada por la rigidez, la solemnidad. Las experiencias que viví me llevaron a sentir un afecto muy especial por el Papa, ya no sólo el del absoluto respeto a su investidura, como Papa, sino como una persona humana, un hombre accesible a todo mundo».

Entonces, ¿Juan Pablo II, fue un parteaguas en la historia de la Iglesia?, le preguntamos a don Ildefonso: «Sí –contestó–, pero, al mismo tiempo, no porque la Iglesia Católica sea un modelo de continuidad, el Papa es la cabeza visible, pero la rige secularmente una sola voluntad, la del Espíritu Santo; estoy convencido de que el Papa se deja conducir por el Espíritu Santo».

Según su perspectiva, el Papa Juan Pablo II ¿qué le aportó a la Iglesia?: «Su santidad… De alguna manera, no estábamos acostumbrados a eso, pues los Papas no habían sido viajeros; hay un dicho que dice: ‘Todos los caminos llevan a Roma’, y el Papa descubrió que todos los caminos salen de Roma. Cuando está en un país, y le habla a los feligreses en su idioma y los saluda y acaricia, a ellos y sus hijos, eso lo que le dio el olor a santidad. Estoy cierto de que agonizó y murió en olor de santidad; fue un hombre que ya puede ser considerado santo, no sólo desde la perspectiva de nosotros, los católicos, sino de todos los hombres, porque Juan Pablo II fue un hombre fuera de serie, un hombre de elevada estatura, un auténtico líder mundial», subrayó Loza Márquez.

Un modelo de hombre ejemplar

¿Cuál es su opinión respecto a Juan Pablo II como profesional de la comunicación? «Fue la figura más extraordinaria del siglo XX y modelo para el siglo XXI y para todo el tercer milenio que hemos comenzado a recorrer; como estadista –agregó el periodista oriundo de San Luis Potosí–, como hombre de Iglesia, como centro de la atención del mundo católico y no católico, como modelo de entrega y sacrificio, de un hombre solidario con las causas sociales, de recia personalidad cautivadora; no fue nada más ese hombre imponente, grande e intocable, puesto que tuvo además un magnetismo cautivador; transmitió una gran paz; fue un hombre de bien para bien de la Humanidad».

¿Quién sería el Papa ideal, según las necesidades de la Iglesia, después de Juan Pablo II?, le cuestionamos a Loza Márquez. Su respuesta, serena y tranquila fue: «Con la confianza depositada en que los cardenales electores serán iluminados por el Espíritu Santo, tengo la absoluta certeza de que la Iglesia seguirá como hasta ahora; ¿por qué nos preocupamos pensando en quién será? Los cardenales, entre ellos, se conocen muy bien; por ello tengo la absoluta seguridad –con reservas–, que va a resultar un Papa desconocido, electo dentro de los que no son mencionados por los medios, pero muy conocido entre ellos, que son, a final de cuentas, quienes conocen sus virtudes de hombre de Iglesia, sus rasgos de santidad».

“¡México lindo, que Dios te bendiga!”

Por último, le preguntamos a Loza Márquez, quien se considera cien por ciento tapatío, sobre la relación tan estrecha que durante 26 años el Papa sostuvo con México; a lo que, alegremente, dijo: «Así como era él, llegó y encontró un México alegre, cantante; recuerdo que en el balcón de la Basílica, dijo: ‘México sabe cantar, México sabe rezar, pero también sabe gritar’».

Fuente: Semanario, Arquidócesis de Guadalajara, México