Con la Iglesia, hasta el último aliento. Los minutos finales de Juan Pablo II

Xóchitl Zepeda León 

 

Ningún otro Papa en la historia ha padecido un calvario transmitido en directo a todo el mundo a través de los medios de comunicación, como el que vivió Juan Pablo II. La fe y energía espiritual mostrada por el Papa polaco hasta el último momento, conmovió al planeta, que demostró su interés y preocupación por su salud y dolor hasta el instante mismo en que sobrevino su muerte.

«Os he buscado y ahora vosotros venís a mí, y lo agradezco», esas fueron las últimas palabras que pronunció Su Santidad, según lo explicó el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, y se las dirigió a los jóvenes, presentes mayoritariamente en la Plaza de San Pedro durante la agonía del Papa. Según sus colaboradores más cercanos, el Sumo Pontífice estaba lúcido y su último pensamiento, antes de morir, fue para ellos, a los que llamó, en innumerables ocasiones, el futuro del mundo, de su pueblo, de la Iglesia. Alrededor de las 8:00 pm de Roma, en su apartamento privado se celebró la Santa Misa de la festividad de la Divina Misericordia, instituida por Karol Wojtyla para honrar el culto impulsado por la santa polaca Faustina Kowalska, de la que se consideraba discípulo.

La Eucaristía fue presidida por el Arzobispo Estanislao Dziwisz, Secretario Particular de Su Santidad, y a la cual también asistieron el Cardenal polaco Marian Jaworski, y los arzobispos Estanislao Rylko y Mieczslaw Mokrzycki, el otro Secretario del Papa. Durante el Santo Sacrificio le fue administrado el sagrado Viático, y una vez más, el Sacramento de la Unción de los Enfermos.

Las últimas horas de vida del Pontífice estuvieron caracterizadas por las ininterrumpidas plegarias de todos los que asistían al rito, y de los rezos de los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro.

Su médico personal –el Dr. Buzzonetti– certificó el deceso del Santo Padre, como consecuencia de un shock séptico y colapso cardio-circulatorio irreversible. Veinte minutos de electrocardiotanatografía constataron que, en realidad, estaba vacante la sede de San Pedro.

“Así sea”

En los días posteriores a su muerte, ha circulado la versión, a través de los medios de comunicación, de que segundos antes de morir el Papa miró desde su lecho hacia la ventana de su habitación, detrás de la cual se veía una multitud de fieles en la Plaza de San Pedro, quienes rezaban el Rosario, y susurró: «Amén».

Aunque El Vaticano no ha confirmado esta versión, dos fuentes sostienen que su postrera palabra fue: «Amén», el tradicional cierre de una oración, cuyo significado en hebreo es, «así sea».

El religioso David O’Connell, Presidente de la Universidad Católica en Washington, dijo que un cardenal, del que no dio su nombre, afirmó que justo antes de expirar, a las 9:37 pm del sábado, tiempo de Italia, 1:37 pm, tiempo de México, el Papa tomó la mano de su Secretario Privado, Arzobispo Estanislao Dziwisz, y mirando hacia la ventana, exclamó: «Amén», y luego expiró. «Fue una comunicación hermosa, conmovedora, como una sensación de que todo estaba terminado», agregó O’Connell.

En el momento de la muerte estaban presentes sus dos secretarios, Dziwisz y Mokrzycki; el Cardenal Marian Jaworski, el Arzobispo Estanislao Rylko, el religioso Tadeusz Styczen; tres religiosas que asistían al Sumo Pontífice y la superiora, Hermana Tobiana Sobodka, además del Dr. Buzzonetti y dos enfermeras.

Enseguida llegó el Secretario de Estado Vaticano, Cardenal Angelo Sodano; el Camarlengo de la Iglesia de Roma, el Cardenal español Eduardo Martínez Somalo; el Sustituto de la Secretaría de Estado, el Arzobispo argentino Leonardo Sandri, y el Vicecamarlengo, el Arzobispo Paolo Sardi. Tras de ellos, ingresó a la habitación el Cardenal Joseph Ratzinger, Decano del Colegio Cardenalicio, y el Cardenal Jozef Tomko, quien fuera el Legado Papal para el XLVIII CEI celebrado en Guadalajara el año pasado.

Los medios de comunicación italianos aseguraron que el Papa envió un mensaje a sus colaboradores, a las monjas polacas que lo habían asistido y a todos los que lo atendieron en sus últimos años, pidiéndoles que «no viertan lágrimas». El Papa habría escrito antes de su agonía: «Estoy feliz, estoy también con ustedes».

Fuente: Semanario, Arquidócesis de Guadalajara, México