Homilía por Juan Pablo II 

Mons. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey, México 

 

Muy amados todos en Jesucristo, nuestro Señor. 

Alrededor del interior de la cúpula de la Basílica de San Pedro están unas letras doradas y de dos metros que tienen el texto de Mateo 16-18: ¡Tú eres Pedro, sobre está piedra edificaré mi Iglesia y te daré las llaves del reino de los cielos!.

Bajo estas letras estuvieron expuestos durante cuatro días los restos mortales de su Santidad el Papa Juan Pablo II. Esto nos recuerda ante todo quién fue y cuál fue la misión que el Papa Juan Pablo II recibió de Cristo aquí en la tierra.

Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. El Papa es ante todo sucesor de Pedro, que ha recibido de Cristo la misión de cuidar y de apacentar sus ovejas.

¿Pedro, me amas? ¿Me amas mas que estos? Por tres veces Cristo le preguntó a Pedro si lo amaba, el amor que Pedro le profesó a Cristo era condición necesaria para que Cristo pudiera confiarle sus ovejas.

No debemos olvidar queridos hermanos y hermanas que nosotros ovejas, somos propiedad del único y verdadero pastor que es Jesucristo, nuestro Señor.

Esto entendió Pedro, esto lo han comprendido todos los sucesores de Pedro y esto lo entendió, lo comprendió y lo asumió con toda su vida el Papa Juan Pablo II, el entendió que las ovejas son de Cristo, que la Iglesia no es propiedad personal, la Iglesia es de Jesucristo y Jesucristo quiso confiarle a Él, el cuidar de su rebaño

Cuantas voces se están escuchando ahora queridos hermanas y hermanas que cuestionan, que critican, que evalúan el desempeño del Papa Juan Pablo II y lo acusan de no haber orientado o dispuesto de la Iglesia de tal o cual manera para ajustarla a los tiempos modernos.

El Papa lo entendía; la Iglesia, el rebaño no era propiedad privada, que el podía hacer y deshacer y acomodar a las circunstancias de un mundo tan cambiado y tan cambiante. 

La Iglesia es de Cristo, el rebaño es propiedad del Señor. Es cierto la Iglesia de Jesucristo tiene que anunciar el Evangelio de Jesucristo y adaptarlo a los hombres y mujeres de cada época, de cada cultura y de cada nación; pero la Iglesia encabezada por el sucesor de Pedro no puede cambiar la Iglesia del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

De hay la preocupación del Papa Juan Pablo II que el único Evangelio, la única salvación realizada por Cristo sea anunciada a todos los hombres por un vigor renovado, con métodos nuevos, con expresiones nuevas que fueran captadas, entendidas y asumidas por un mundo distinto. Por eso el Papa nos invitó durante todo su ministerio Petrino a que camináramos por los caminos de la Nueva Evangelización y esto es queridos hermanos y hermanas el legado más importante del Papa que el Señor nos regaló durante 26 años y del Papa que el Señor ha llamado al banquete eterno de su gloria.

La Nueva Evangelización, ¿Cómo hacer que el único Evangelio de Jesucristo, la única salvación realizada y alcanzada por Cristo llegue a todos los hombres y mujeres de todas las razas pueblos y culturas y que estos Evangelio sea efectivo en la vida de los hombres?

¡Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos! 

Cuando estamos reunidos queridos hermanos y hermanas para honrar la memoria de este don tan grande de Cristo a su Iglesia el Papa Juan Pablo II queremos tener clara conciencia de que el Papa es ante todo sucesor del apóstol Pedro, principio y fundamento de unidad visible y permanente de la Iglesia de Jesucristo. Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, el Papa es para nosotros sucesor de Pedro y tiene una misión específica, concreta: velar y apacentar el rebaño que es propiedad de Cristo.

Si nosotros hiciéramos un recuento de todos los esfuerzos del Papa Juan Pablo II nos quedaría bien claro que la intención primera y la intención última de sus actos era precisamente apacentar con plena y total fidelidad el rebaño que no era de el, que era del Señor Jesucristo por eso visitó tantas naciones, por eso busco el encuentro con tantos responsables de las decisiones que tienen que ver con los destinos de los pueblos, por eso aprovechó todos los foros para hacer presente el Evangelio de Jesucristo, por eso nos dejó su magnifico Magisterio en el que nos señala juntos, luces para todos los temas que tienen que ver con la vida humana.

El Papa Juan Pablo II no se busco a si mismo, no se busco un lugar de Papa en la historia, el Papa buscó ser fiel a la misión que Cristo le confió: apacienta mis ovejas y en eso gastó sus días, sus años y en eso gasto sus fuerzas y en eso gasto y se desgastó el Papa Juan Pablo II cumpliendo hasta el último momento la misión que Cristo le confió. 

Por esto nuestra acción es de toma de conciencia ¿Quién fue? y ¿Qué misión desempeño Juan Pablo II? Por eso nuestra acción es de gratitud por este magnífico don que el Espíritu ha dado a su Iglesia; por eso nuestra reunión es de gozo y de paz. El Papa que ha participado ya de la muerte de Jesucristo confiamos y creemos que participa ya de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Sígueme! le dijo Cristo a Pedro y este llamado lo hizo Cristo a Juan Pablo II desde el mismo día de su bautizo. Dice su biografía que el párroco de su pueblo natal apenas recibió la noticia de la elección del Papa Juan Pablo II el 16 de octubre de 1978 fué inmediatamente a ver el libro de las actas de bautismos y allí se encontró el acta de bautismo del Papa Juan Pablo II en el año de 1920, mayo de 1920 y con notas telegráficas hay se encontró la fecha en que el Papa fue llamado para ser ordenado sacerdote, allí se encuentra la fecha cuando el Papa fue llamado a ser Obispo y después Arzobispo de Cracovia, allí se encuentra también la fecha cuando el Papa fue creado Cardenal de la Iglesia Católica, allí se encuentra la fecha en la que el Papa fue elegido sucesor de Pedro y ahora falta agregar la fecha en la que el Papa fue llamado a la presencia eterna del Padre. 

Un permanente ¡sígueme! le dijo Jesús a Juan Pablo II y una permanente, perseverante, generosa respuesta del Papa al llamado de Jesucristo desde el principio de su vida hasta el día de su muerte. Que ejemplo nos deja queridos hermanos y hermanas este gran Papa, atentos al llamado de Jesucristo y generosos para responderle aquí estoy. 

Este último llamado Cristo lo preparó con una purificación, con una unión de los sufrimientos del Papa a sus propios sufrimientos; el Papa los sabemos, sufrió, sufrió físicamente, sufrió moralmente porque no podía tener ya la presencia que el mantuvo ante la comunidad de la Iglesia y el Papa en medio del dolor y en medio del sufrimiento nos da ejemplo de esta respuesta fiel a Jesucristo, hasta la muerte.

Acojamos hermanos y hermanas. Este testimonio, este don, este regalo, este legado que el Papa Juan Pablo II nos deja a nosotros como Iglesia de Jesucristo, que sabemos que cuando el ha terminado ya de peregrinar aquí en la tierra y el cumplimiento de su misión la Iglesia de Jesucristo deberá seguir surcando los años y los siglos en medio del mundo y estar abiertos que tendremos siempre el cumplimiento de la promesa del Señor: 'He aquí que yo estaré con Ustedes todos los días hasta el fin del mundo'. 

Esta celebración es signo claro del cumplimiento de esta promesa, por la palabra que escuchamos y por el Sacramento vivo del Cuerpo y de la Sangre del Señor nosotros tenemos la certeza de que el Señor no abandona su Iglesia y no la abandonará en el momento de la elección del siguiente sucesor de Pedro que lo esperamos y que lo acogemos ya desde ahora en nuestra oración y en nuestra fe. 

Que la Santísima Virgen María de Guadalupe, la que especialmente estuvo cerca del ministerio Petrino del Papa Juan Pablo II interceda por el alma del Papa Juan Pablo II e interceda por el fruto de su misión durante estos 26 años a favor de la Iglesia y del mundo. El Papa nos enseño a amar a María, nos enseño que el camino más seguro y más corto para llegar a Jesucristo nuestro único Salvador es María y por eso Él se consagro a ella de manera total: Yo soy todo tuyo. El Papa se puso plena y totalmente en las manos de María y por eso pudo ser hasta el último momento fiel discípulo, fiel apóstol, fiel pastor de Jesucristo.

Honremos su memoria y unamos cada oración de acción de gracias de sufragio y de esperanza de toda la Iglesia.

Que así sea.