En memoria de S.S. el Papa Juan Pablo II

+Carlos Garfias Merlos, Obispo de Nezahualcótotl, México

 

Nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, , ha muerto. Son horas de profunda tristeza para toda la iglesia y para todos los hombres y mujeres de bien. Una tristeza que nos sume en el terrible dolor que siempre supone la partida de este mundo de un ser querido. Una tristeza que en su hondura existencial nos abre a la esperanza cristiana de una vida que no ternima sino que se transforma. Por eso, al tiempo, que este hecho nos impone el silencio más respetuoso, nos abre a la ferviente oración por el eterno decanso de quién en esta vida luchó con todas sus fuerzas por abrir sendas de acceso a la infinita misericordia divina. 

En esta hora de la partida de este mundo de nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II,queremos asi mismo, dar gracias a Dios por el don maravilloso de su vida y de su ministerio apostólico en momentos singularmente decisivos de la historia. Su vida ha sido y seguirá siendo un modelo irrepetible para tantos jóvenes que buscan responder a la voluntad de Dios en medio de las dificultades de la vida, como para todo hombre que desea ser "todo de Dios". Son tantas y tantas las personas para las que elSanto Padre Juan Pablo II significa tanto que sólo la fe puede alumbrar lacomprensión de esta empatía. Especialmente impagable para nuestro mundo ha sido en estos últimos años su mensaje desde el madero de su cruz. 

Quiero unirme de un modo muy especial al dolor de todos los que en nuestra Diocesis lloramos la muerte de nuestro padre común y la partida de un hombre excepcional. Su ejemplo tiene que ayudarnos a afrontar con valentía los retos que él tuvo siempre presentes en su vida en este mundo. Hemos de continuar sin vacilaciones su lucha hasta el desfallecimiento por un mundo más fraterno, por la dignidad inviolable del ser humano, por romper todas las barreras del odio con el perdón y el diálogo, por construir una sociedad donde el ideal de la paz venza todo enfrentamiento egoísta e interesado. 

Nunca olvidaremos la hora suprema que el Santo Padre Juan Pablo II puso enteramente su vida en las manos de Dios, sintiéndose criatura amadísima del Señor, y lo que siempre nos dijo que el mayor enemigo del ser humano es el pecado y que el mayor grado de libertad humana se alcanza dejándose llevar por la gracia de Dios. 

No olvidemos nunca aquellas sus primeras palabras como Papa recién elegido desde el balcón central de la Basilica de San Pedro: "No tengan miedo. Abran su corazón a Cristo". 

Les pido a todos los que nos sentimos profundamente unidos en el dolor por la muerte de nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, y que elevamos oraciones al Señor por su alma. 

Dale Señor el Eterno decanso
¡Que descanse en Paz!

Y que su ejemplo y su mensaje se impriman para siempre en nuestro corazón, Amén.