San José

Rosa María Muro

 

Dios escogió a María y a José para que en medio de ellos se realizara el milagro de la encarnación. María engendrando a Cristo en su seno, José aceptando compartir con María la responsabilidad paterna responde con un sí generoso que renovará y cambiará el rumbo de la historia. 

Mt 1, 20. El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: José hijo de David no temas tomar contigo a María tu esposa, porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo. Profundamente absorto, “en sueños” nos dice el Evangelista. Dios en varias ocasiones se ha valido de los sueños para comunicar su voluntad. El Ángel del Señor desbarata toda clase de discursos y las cosas quedan a la luz del día. José, en la oscuridad, en la perplejidad y la tristeza de aquella situación que nunca habría imaginado, entiende la llamada que Dios le hace, y se lleva a María a su casa. 

Lc 2, 1-7. Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo siendo Quirino gobernador de Siria. Todos empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. Jesús recostado en un pesebre, María y José admirados de la profundidad del misterio, guardan en su corazón la lección suprema del amor de Dios. José testigo ocular del nacimiento de Jesús en suma pobreza. 

Lc 2, 21. Cuando se cumplieron los ocho días circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, nombre que había indicado el ángel antes de ser concebido en el seno. José se convirtió en el primer anunciador del Evangelio, al pronunciar oficialmente al mundo el nombre de Jesús. 

Lc. 2, 27-28. A los cuarenta días José y María llevaron al Niño al templo de Jerusalén para presentarlo al Señor. El anciano Simeón tomó al Niño en brazos los bendijo dijo a María, su madre: “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel. Y a ti una espada te atravesará el alma”. José, alma gemela de María, no permaneció impasible a las palabras de Simeón. Sufrió en silencio con María durante su vida, sintiendo también el dolor que causaba la espada que atravesaba el corazón de su esposa. 

Mt. 2, 13. El Ángel de Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate toma contigo al niño y a su madre y huye de Egipto. Allí estarás hasta que se te avise”. José custodio, depositario y acogedor del misterio provisional de Dios. 

Mt. 2, 19-20. Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre y marcha a Tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban al niño. También aquí José fue el instrumento a través del cual el Padre a conservado el anonimato de Jesús hasta el momento de su manifestación pública. 

Lc. 2, 41-43. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años subieron ellos como de costumbre a la fiesta, y al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Aquí también José se ha convertido en ministro de salvación. El sabía que era depositario del misterio de Dios, y Jesús en el templo, evocó este misterio “ Debo ocuparme de las cosas de mi Padre”. Dios constituyó a San José patriarca de la casa de Nazaret, donde sirvió a Jesús y María dándonos ejemplo de servicio y fidelidad. 

San José patrono universal de la Iglesia. Protector de los pobres. Hombre de Paz. Ejemplo de los trabajadores cristianos. La familia cristiana refleja la Trinidad del Cielo.