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San José, la
fiesta de la alegría
Padre
Ángel Gómez Escorial
1.
- En medio de la cuaresma se presenta la fiesta de San José,
esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús, que es una
explosión de alegría en medio de la austeridad cuaresmal. En
todo el mundo hispánico, es patrón de numerosas ciudades y de
muchas personas. Los nombres de José, Josefa, Pepe, Pepita y
todas sus variantes son, sin duda, los más frecuentes de los
censos de los hispanohablantes. En España, por ejemplo, Valencia
celebra la Fiesta de las Fallas, donde arden a las doce de la
noche de la festividad unos peculiares monumentos de madera y
cartón piedra, y que sin duda tienen una interpretación
finalista y penitencial. Se queman los malos modos, se incendian
los viejos pecados...
Esta
es, si se quiere, la parte habitual, mundana, alegre que nos rodea
en torno a la fiesta del esposo de la Virgen. Pero en su aspecto
trascendente debemos decir que la figura de San José contiene un
principio de amor y de servicio. Los primeros momentos, cuando
sabe del embarazo de María, lo pasó mal, como cualquier hombre
enamorado que duda de la fidelidad de su enamorada. Pero tras la
explicación del ángel José emprende el difícil camino de
formar una familia que de cobijo al Salvador del mundo. Será
útil en un día como el de hoy profundizar un poco más en la
descripción del ambiente donde creció y se educó Nuestro Señor
Jesús
2.
- Hay una tradición que supone que José ya era un hombre maduro
cuando se casó con María. Y, sin embargo, el conocimiento
sociológico del pueblo judío en aquellos tiempos indica que los
esponsales se hacían entre parejas muy jóvenes. Esa antigua
tradición prefirió hacer a José viejo para justificar su
desaparición temprana. De hecho, cuando se inicia la vida publica
de Jesús, su padre adoptivo ya no aparece. Suponer su
fallecimiento es lógico, pero no así su edad avanzada. En esos
tiempos, la mortalidad era muy fuerte y, probablemente, la edad
media de los judíos no pasaba de los 30 años. Por tanto, no es
arriesgado pensar que José, el carpintero, fuese un joven de unos
20 años cuando se enfrentó al dilema planteado por el misterioso
embarazo de María. Y por ese camino --con esa idea-- queremos
contemplar la ternura joven de ese matrimonio y la generosidad,
tal vez ingenua, de José en los primeros momentos, premiada
después con la revelación de la existencia de su cercanía al
Mesías. Después aparece, asimismo, la enorme responsabilidad de
cuidar del Niño Dios en, sin duda, unas condiciones adversas y
peligrosas. Está ahí el viaje a Belén y luego la huida a
Egipto. El premio terrenal estuvo en la vida plácida de Nazaret
de los primeros años y que se desprende el relato en que se habla
del Niño perdido y hallado en el Templo. Meditar en torno a la
Sagrada Familia puede ser un buen "trabajo" para este
día de San José. Nuestras familias de hoy viven con cada vez
mayores problemas y el ejemplo del hogar de Nazaret nos puede ser
muy útil.
3.
- San José es el Patrono de la Iglesia universal. Ese patronazgo
lo instituyó el Papa Pío IX, en 1870. Más recientemente, el
admirado pontífice Juan XXIII introdujo su nombre en el Canon
romano, que es un parte de la misa que se reza igual en todos los
países y en todos los idiomas. En las lecturas lo que se refleja
fundamentalmente es que Jesús pertenece al linaje de David a
través de su padre adoptivo, José, que pertenecía a esa Casa. Y
por ello se produce el Nacimiento de Jesús en Belén. La pequeña
ciudad de Judea era la patria del Rey David. En el Segundo Libro
de Samuel se refleja la promesa de reino perpetuo que Dios ofrece
a la descendencia de David. En el Salmo 88 que acabamos de
proclamar se confirma ese mismo linaje perpetuo. San Pablo
menciona a Abrahán como padre de todas las descendencias. Hemos
recordado al Patriarca en la misa de ayer, Segundo Domingo de
Cuaresma, pero la promesa de Dios para Abrahán es similar a la
realizada con David. Jesús es “primero de todos”, el
primogénito de dicha descendencia.
Mateo
nos cuenta que fue Jacob quien engendró a José y así Jesús
recibe la herencia antigua. Y nos relata el mundo de dudas en el
que se vio inmerso San José ante la futura maternidad de la
Virgen. Para sacarle de dudas se le parece un ángel en sueños
que, además, la llama “José, Hijo de David, confirmándose una
vez más el linaje que es portador de la promesa divina. Y esa
visita del ángel del Señor es paralela y coincidente con la
presencia de Gabriel ante la Virgen María en el momento de la
Anunciación. El fruto del vientre de María procede del Espíritu
Santo y vendrá al mundo para salvar al pueblo de su pecado.
Salgamos
hoy del templo con alegría. Como se decía al principio la
Solemnidad de San José es un golpe de júbilo en medio de la
Cuaresma. Muchos celebran hoy su onomástica y numerosas ciudades
nuestras están de fiesta. No desaprovechemos esa invitación a la
alegría al festejar al San José, a la cabeza de la mejor familia
de la historia de la humanidad. Y salgamos también con el
propósito de mejorar nuestra realidad familiar, nuestras
relaciones familiares. ¡Que la intercesión de José de paz y
alegría a todas las familias del mundo!
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