La ternura del padre

Cristina Terzaghi

 

«Es grande la ternura del Niño, y el san José expresa muy bien la devoción y el afecto que siente por el Redentor del mundo».
Estamos en 1677. Con estas palabras el erudito florentino Francesco Bocchi describe San José con Niño de Guido Reni, que entonces se hallaba en la colección del marqués Gerini, de la cual proviene directamente también el ejemplar del Museo de Rímini.
Faber lignarius, sponsus Mariae, nutritor Domini. En estos tres apelativos se condensa la tradición de la Iglesia respecto a José, «descendiente de la estirpe de David, hombre justo y temeroso de Dios», según el evangelio de Lucas, el único que nos da alguna exigua noticia acerca de este hombre que Juan y Mateo apenas citan y Marcos ni tan siquiera nombra. Sin embargo, los evangelios apócrifos vienen a romper el silencio en torno a la veneradísima figura del esposo de María: el Protoevangelio de Santiago y sobre todo la Historia de José el carpintero, un escrito copto del siglo IV dedicado enteramente al santo.
Está tan entrelazada la figura de san José con la de la Virgen María y el pequeño Jesús que en el arte medieval es raro encontrar representaciones autónomas del santo, de él ni siquiera existen reliquias, a excepción del cinturón que se conserva en la iglesia de Notre-Dame en Joinville, trasladado hasta allí por el señor del pueblo en su regreso de las cruzadas de 1254.
Las cosas cambian tras el Concilio de Trento, y Guido Reni resulta el genial intérprete de la nueva sensibilidad respecto a José. Desenvolverse entre las numerosas ediciones del cuadro preparadas en torno a 1640 por el “divino Guido”, como le llamaban sus contemporáneos, no es fácil: actualmente se cuentan tres versiones autógrafas, un número impreciso de obras de taller, elaboradas a partir del modelo del maestro, y otras dos versiones, siempre de la mano de Guido, que contienen variantes significativas respecto a la tela que perteneció durante un tiempo al marqués Gerini. No se trata de árida filología: el gran pintor de Bolonia fue el primero en idear una representación similar del santo y la genial invención tuvo el merecido éxito. La historia del San José de Reni explica muchos aspectos de la nueva sensibilidad hacia el patrón de la Iglesia. Un sagaz coleccionista del XVII encargó al artista un San José que se inclina hacia el pequeño Jesús, en pendant, y una Virgen con el Niño en la misma actitud amorosa, signo de que la dulce propuesta de Guido había sido dignamente recibida. Los propietarios de entonces de uno de estos cuadros aún confundían al anciano que sostenía al Niño con Simeón, que toma a Jesús entre sus brazos en el templo, hasta ese punto resultaba extraña la ternura de este viejo a la idea comúnmente difundida del esposo de María.
Pero el verdadero significado de la imagen acuñada por Reni se desvela en las dos variantes de nuestro cuadro con mayores dimensiones. En ellas, san José, inclinado para contemplar a Jesús, se destaca sobre un espléndido paisaje donde se pierde a lo lejos la escena de la Huida a Egipto: la Virgen con el Niño Jesús a lomos de un asno. Además de la Virgen, tantas veces representada en un instante de reposo durante el fatigoso viaje, Guido imaginó que también san José encontró un momento de calma para contemplar extasiado al Niño Jesús que jugaba con un fruto. La manzana se presenta en la simbología cristiana como una alusión general a la Pasión, pero al mismo tiempo, no es difícil creer que José se lo ofreciera a Jesús, como un padre cualquiera que entretiene a su amado hijito para distraerle del duro camino.

Fuente: huellas-cl.com