Juan Diego: auténtico héroe nacional

 

Francisco J. Perea

 

Las consecuencias de las Apariciones han sido avasalladoras. Un nativo mexicano fue elegido para transformar, por ese medio admirable, el caos y la división de la conquista en una nación nueva, unida y pujante. Esto hizo de él el apóstol más eficaz de la evangelización y cristianización de las razas nativas y mestizas. La predicación a la que no pudo dedicarse como hubiera querido, la ejercitó de un modo excelente con el ejemplo de su vida, con el testimonio de su cristianismo, y como un auténtico profeta de la Guadalupana para el pueblo mexicano en gestación.

Su labor se ha perpetuado en el culto a la Reina del Tepeyac, hoy extendido a todo el continente americano y a muchas otras partes del mundo. Sin embargo, la incuria de los siglos ocasionó que quedara relegado prácticamente al olvido quien ha sido un auténtico héroe nacional, por su influencia decidida en el curso de la historia del país y en la forja de la nueva raza.

El olvido de Juan Diego ha sido tan grave que muchos llegaron a dudar hasta de su existencia. Los estudios más recientes están empezando ya a hacerle justicia y a revelar a la posteridad hechos de su vida y rasgos de su carácter.

En el siglo XVI, gracias a la elección de que fue objeto, el ilustre mexicano se convirtió en el apóstol seglar más eficaz de su tiempo. Lo que la Iglesia católica mexicana no lograba hacer por medio de su jerarquía, debido a la situación histórico-religiosa especialísima, lo hizo la Madre de Dios con su intervención personal y valiéndose de un humilde hijo y servidor suyo, a quien prometió enriquecer y glorificar.

El acierto de la Reina del Tepeyac en la elección de su colaborador inmediato se demostró en la rápida propagación y el sólido arraigo del mensaje evangélico en las tierras del Anáhuac. El modelo que entonces ofreció Juan Diego a su pueblo no ha perdido su valor.

El interés de los estudios guadalupanos y los recursos de la investigación moderna han hecho renacer con vigor y lozanía la figura de Juan Diego apóstol. Es el llamado apremiante a la conciencia seglar. En el momento actual la Iglesia católica y la situación del país requieren la participación activa del laicado consciente de las necesidades y comprometido con los valores del Evangelio.

La historia está poniendo delante del laicado católico hispanoamericano la figura de un indígena del siglo XVI que hizo del cristianismo su filosofía de vida, la fuerza integradora de toda su realidad y la razón de su existencia. En términos bíblicos se diría que el Juan Diego al que hoy ilumina la historia es el laico que entendió que había sido creado para ser hijo de Dios, y vivió plenamente este llamado con todas sus consecuencias.

(Tomado del último capítulo del libro El mundo de Juan Diego, editorial Diana, 1988).

Fuente: El Observador 335-13