San Joaquín

 

San Juan Bautista de la Salle



Admiremos con la Iglesia el honor dispensado por Dios a san Joaquín, al escogerle como padre de la 
Santísima Virgen, e iniciar así con él el misterio de la Encarnación. Por eso le cuadra con tanta 
propiedad el nombre de " Joaquín ", que significa " preparación del Señor ". 

Confesemos también con la Iglesia que esa elección supuso para el Santo favor singularísimo y, con san Epifanio, declaremos que todos los hombres tienen contraída con este santo patriarca grandísima deuda de gratitud, por haberles hecho el más excelente de todos los regalos, trayendo al mundo a la Santísima Virgen, Madre de Jesucristo, y la más pura y excelsa de todas las criaturas. 

Honremos a este Santo, que contribuyó a formar la Iglesia, la cual le adeuda lo que es, puesto que 
san Joaquín engendró a la Santísima Virgen, madre de Quien la Iglesia tuvo principio. Y consideremos que, si cada uno de nosotros es hijo de la Iglesia y miembro de Jesucristo, fue este Santo quien nos procuró esta ventura. 

Dios no os ha honrado menos que a san Joaquín, al confiaros el empleo que ejercéis; pues os destina a ser los padres espirituales de los niños que instruís. Si este Santo fue escogido para padre de la Virgen Santísima, vosotros estáis destinados por Dios para engendrar hijos a Jesucristo, y aun para producir y engendrar a Jesucristo mismo en sus corazones. 

¿Puede afirmarse que, en esto, hayáis secundado los designios de Dios sobre vosotros? 



Lo que obtuvo a san Joaquín el favor de ser padre de la Santísima Virgen fueron sus continuos ayunos 
y oraciones. Pues, viendo que su esposa santa Ana era estéril, se aplicó de tal modo al ayuno y la 
plegaria, que hizo en cierta forma violencia al Cielo hasta obtener a su santa esposa la fecundidad, por ambos tan ardientemente deseada. Esto dio ocasión a san Epifanio para llamar a la Santísima Virgen hija de oraciones y de ayunos. 

Nadie ha de extrañar los maravillosos efectos que producen las plegarias y la privación de los 
placeres sensibles, puesto que tanto contribuyeron a la venida de Jesucristo a la tierra y al 
nacimiento de la Santísima Virgen, su Madre. Y nunca se utilizarán excesivamente ambos remedios, contra las penas y tentaciones que nos abruman a veces en la presente vida. 

Merced a ellos, Dios nos concederá todas las gracias que necesitamos. Por lo cual, en el empleo que ejercéis, estáis en la obligación de recurrir lo más a menudo que os fuere posible a ellos; 
principalmente cuando tengáis que pedir a Dios alguna gracia en favor de los que están a vuestro 
cargo. 

Debéis constituiros en intercesores suyos ante Dios, para obtenerles por vuestras plegarias la piedad que no lograríais comunicarles, a pesar de todas las fatigas que pudierais imponeros para conseguirlo; pues a solo Dios corresponde inspirar la verdadera sabiduría, que es el espíritu 
cristiano. 



San Joaquín comprendió muy bien la gracia particular que Dios le había otorgado al hacerle padre de la Santísima Virgen. Por eso, tan pronto como la Niña estuvo en condiciones de ingresar en el Templo, se privó gustoso de Ella, y se la ofreció a Dios, pues de Él venía y a Él pertenecía. El 
Santo pasó así, sin su Hija el resto de sus días, aun cuando la amara ternísimamente. 

Considerando después que no necesitaba ya sus bienes sino para vivir y, deseando llevar existencia 
pobre; tras de haber consagrado a Dios la Hija que de Él había recibido, hízole también presente de 
la mayor parte de cuanto poseía, entregando una porción para el cuidado del Templo, y otra para 
socorrer a los pobres y peregrinos. 

Así os enseña san Joaquín a desasiros del amor a las criaturas, y a procurar que cuantos Dios os 
encomiende estén en condiciones de serle presentados, porque vosotros no ponéis en ellos el afecto sino para inspirarles el santo amor de Dios y llenarlos de su Espíritu. 

No hagáis, pues, en adelante acepción de personas con ninguno, ni estiméis otra cosa en ellos que su 
piedad; sin parar mientes en lo que pueda presentar de estimable o atractivo su exterior.