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Santa Ana
Padre
Jesús Martí Ballester
Ana,
del hebreo Hannah, gracia, es el nombre que la tradición ha señalado
para la madre de
la Virgen. Las fuentes son las mismas que en el caso de San Joaquín.
Aunque la versión más antigua de estas fuentes apócrifas se
remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos admitir como fuera
de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en su
sola autoridad. En Oriente, el Protoevangelio gozó de gran
autoridad y de él se leían pasajes en la fiestas marianas entre
los griegos, los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo,
como ya te adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los
Padres de
la Iglesia hasta que su contenido fue incorporado por San Jacobo
de Vorágine a su Leyenda Áurea en el siglo XIII. A partir
de entonces, la historia de Santa Ana se divulgó en Occidente y
tuvo un considerable desarrollo, hasta que Santa Ana llegó a
convertirse en uno de los santos más populares también para los
cristianos de rito latino.
El
Protoevangelio aporta la siguiente relación: En Nazaret vivía
una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos.
Cuando con ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a
ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal
Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser
admitidos. Joaquín entonces, transido de dolor, no regresó
a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su
sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de
la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas
a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad,
prometiendo dedicar el hijo a su servicio. Sus plegarias fueron oídas;
un ángel se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha
visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu
seno será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la
misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana
dio a luz una hija, a la que llamó Míriam.
Dado
que esta narración parece reproducir el relato bíblico de la
concepción del profeta Samuel, cuya madre también se llamaba
Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre de la
madre de María. El célebre Padre John de Eck de Ingolstadt, en
un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579),
aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los
llama Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia). Afirma que la
santa nació después de que Estolano y Emerencia pasaran veinte años
sin descendencia; que San Joaquín murió poco después de la
presentación de María en el templo; que Santa Ana casó después
con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de
Alfeo y madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas
Tadeo, así como de José el Justo. Después de la muerte de Cleofás,
se dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María
Salomé (la mujer de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y
Santiago el Mayor). La misma leyenda espuria se halla en los
textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el
siglo XVI una animada controversia sobre los matrimonios de Santa
Ana, en la que Baronio y Belarmino defendieron su monogamia.
En
Oriente, al culto a Santa Ana se le puede seguir la pista hasta el
siglo IV. Justiniano I hizo que se le dedicara una iglesia.
El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por San Teófanes,
pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a
Anatolio de Bizancio. Su fiesta se celebra en Oriente el 25 de
julio, que podría ser el día de la dedicación de su primera
iglesia en Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus
supuestas reliquias a esta ciudad (710). Aparece ya en el más
antiguo documento litúrgico de
la Iglesia Griega, el Calendario de Constantinopla (primera mitad
del siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San
Joaquín y Santa Ana el 9 de septiembre.
En
la Iglesia Latina, Santa Ana no fue venerada, salvo, quizás, en
el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su imagen, pintada en el
siglo VIII y hallada más tarde en
la Iglesia de Santa María
la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina. Su fiesta, bajo
la influencia de
la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo
XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI
el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a
toda
la Iglesia occidental. Pasó a
la Iglesia Latina universal en 1584.
Santa
Ana es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa es venerada en
Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes. También en Canadá
-donde es la patrona principal de la provincia de Quebec- el
santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso. Santa Ana es
patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con
la Virgen María en su regazo, que también lleva en brazos al Niño
Jesús. Es además la patrona de los mineros, que comparan a
Cristo con el oro y con la plata a María.
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