San Juan de Avila

 

Nos hallamos en el quinto centenario de su nacimiento y resulta obligado hablar de él como uno de los personajes más influyentes en tiempos de la Reforma católica. Nacido en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, el 6 de enero de 1500, marchó todavía adolescente a Salamanca para estudiar leyes, pero antes de terminar sus estudios regresó a su pueblo para entregarse a la oración y a la vida retirada. De 1520 a 1526 estudió Artes y Teología en Alcalá. Ordenado sacerdote y repartida su herencia entre los pobres, se dirige a Sevilla con la intención de embarcarse en alguna expedición misionera para participar en la evangelización de América. Se lo impide el arzobispo Alonso Manrique quien le manda dedicarse a la predicación, la catequesis y la dirección espiritual, primero en Sevilla, y después en toda Andalucía, de la que fue su eximio e insuperable predicador apostólico.
Fallecido en 1569 en Montilla, Córdoba, hubieron de transcurrir varios siglos hasta su exaltación eclesial. Su proceso fue largo y laborioso. Beatificado por León XIII en 1894, fue canonizado por Pablo VI en el año 1970. En el cuadro de la santidad de su vida resaltan sus virtudes principales: austeridad, oración, devoción a la Eucaristía, a la Virgen, al Espíritu Santo y a la Pasión de Cristo. Nos dejó escritos valiosísimos que constituyen un verdadero tesoro de la vida espiritual. En 35 cartas, de las 257 escritas, alude a la Santísima Virgen para glosar algunas de sus prerrogativas y proponer sus virtudes a la imitación de los distintos destinatarios. Su biógrafo fray Luis de Granada escribe a este propósito: "Era grande la devoción a la Eucaristía, y muy grande la que tenía a nuestra Señora que aparecía en la ternura y devoción de los sermones que de Ella predicaba". Aconseja la intimidad con María, Virgen y Madre. Son muy gráficas y conocidas sus frases con las que mostraba su hondísima devoción mariana: "Más quisiera estar sin pellejo que sin devoción a la Virgen". Y esta otra, de fuerte sabor autobiográfico: "Rogad a la Virgen que os dé ojos para saberla mirar. Cuando yo veo una imagen con un Niño en los brazos, pienso que he visto todas las cosas".
En el seguro y ardiente magisterio del santo Maestro Juan de Ávila aprendemos una hermosa lección común a tantas figuras marianas: se empeñó en vivir y actuar en la "Escuela de María" ofreciendo un extraordinario ejemplo de genuina devoción, amor y servicio a nuestra Señora. En esta verdadera piedad mariana, el preclaro apóstol subraya la necesidad de imitar las virtudes evangélicas de la Virgen. La Conferencia Episcopal Española gestiona para el Maestro de Ávila el título de "Doctor de la Iglesia". Si algún día es proclamado con este título habría que añadir un merecido adjetivo: Doctor Mariano. Son muchos y justos los motivos que le hacen acreedor a ello, y sobradamente lo merece el ardiente e incansable apóstol de Andalucía.