Fiesta de la Virgen del Val

Mons. Jesús Catalá Ibáñez, Obispo de Alcalá de Henares

 

Ermita de la Virgen del Val - Alcalá de Henares, 18 de septiembre de 2005

Lecturas: Is 55,6-9; Hch 2,14.36-42; Jn 12,44-50.

1. La fiesta de la Virgen del Val está enmarcada este año por dos celebraciones significativas, que tienen lugar en la Iglesia universal a iniciativa del Santo Padre el Papa Juan Pablo II, quien nos invitó a celebrar un “Año Eucarístico” y un “Año Mariano” a la vez. No podemos soslayar lo que significan estas dos conmemoraciones. 

Un año dedicado a la Virgen de María es un buen motivo para tenerla presente, de modo especial, en nuestro corazón y en nuestra vida; pues la fe cristiana no puede ir separada de la vida. Hemos rezado y seguimos rezando a nuestra buena Madre, para que su presencia y su intercesión nos ayude a gozar de los frutos de la redención. 

Las visitas a su capilla, en la Catedral y en la Ermita, las oraciones ante su imagen, la acción de gracias a Dios por tan tierna Madre, las Avemarías desgranadas de tantos Rosarios, devotamente rezados, y otros muchos gestos de piedad filial, ofrecidos a Ella como expresión de nuestro amor, como flores frescas, que nacen en nuestro corazón, han sido durante este año la manera con la que hemos querido expresarle a nuestra Madre que la queremos.

2. Estamos celebrando también el “Año Eucarístico”, que nos ha brindado la oportunidad de celebrar con mayor fe y devoción la Santa Misa; de profundizar en este misterio de amor; de adorar al Señor, presente en el Santísimo Sacramento del altar; de gozar de su presencia entre nosotros; de alabarlo por su grandeza y su majestad infinitas; de darle gracias por su ternura y amor hacia nosotros; de vivir, de manera más consecuente, el amor a los demás.

María es la “Mujer eucarística”, como la llamó Juan Pablo II (cf. Ecclesia de Eucaristía, 53), que puede guiarnos hacia el Santísimo Sacramento, porque tiene una relación profunda con él. La Virgen María perseveraba con los primeros cristianos en la oración (cf. Hch 1,14) y su presencia no pudo faltar en sus celebraciones eucarísticas.

La relación de María con la Eucaristía proviene de su actitud interior: “María es mujer «eucarística» con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio” (Ibid.). La Virgen es para todos nosotros, estimados hermanos, la guía que nos lleva de su mano a tan augusto Sacramento y la que nos enseña, con su vida, la mejor manera de participar en él.

3. La Eucaristía es misterio de fe, que supera nuestro entendimiento, pide un acto de fe y nos invita a aceptar el gran gesto de amor de Dios a los hombres: la oblación de Cristo en la cruz, actualizada de modo incruento en el memorial eucarístico. Nadie como la Virgen María puede ser apoyo y guía, para vivir esta verdad de nuestra fe. 

Como dijo el Papa Pablo II: “Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: «¡Haced esto en conmemoración mía!», se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecerle sin titubeos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5)” (Pablo VI, Marialis cultus, 54).

María es “Mujer eucarística” a lo largo de toda su vida, porque Ella “concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor” (Pablo VI, Marialis cultus, 55). Ella ofreció su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. 

4. El “sí” de María en la Encarnación del Hijo de Dios expresaba su aceptación de la voluntad divina. La renuncia de la Madre a sus planes y su acogida del plan divino se uniría para siempre a la actitud obediente del Hijo y a su ofrenda oblativa en la cruz. 

¡Cuánto tenemos que aprender de Madre e Hijo, estimados hermanos! Contemplar a María nos anima a aceptar el plan de Dios en nuestras vidas. Contemplar a su Hijo nos conforta en las tribulaciones; y participar en la Eucaristía de su Cuerpo y de su Sangre nos da fuerzas para proseguir en el camino de la fe, de la esperanza y del amor.

Existe “una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que quien concibió «por obra del Espíritu Santo» era el «Hijo de Dios» (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las especies del pan y del vino” (Ibid.). 

María, en su respuesta al ángel, renunció a su propia voluntad, para hacer la voluntad de Dios: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). “El ‘sí’ de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre, en camino y en medio de santificación propia” (Pablo VI, Marialis cultus, 21). 

5. Estimados alcalaínos, la Virgen nos invita a participar más asiduamente en la Eucaristía; a unirnos a la oblación que Cristo hizo de sí mismo en la cruz; a ofrecernos como hostias vivas con Él; a alimentarnos y recobrar fueras para el camino; a ser testigos fieles del misterio de amor, del que hemos sido objeto. 

“María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía (...). Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de «Eucaristía anticipada» se podría decir, una «comunión espiritual» de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión y se manifestará después, en el período postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como «memorial» de la pasión” (Pablo VI, Marialis cultus, 56). María nos enseña a hacer de la propia vida una ofrenda a Dios. 

6. Pidamos hoy a nuestra Madre, la Virgen del Val, que nos ayude a vivir con gozo la “dimensión sacrificial” de la Eucaristía; que nos ayude a ser cristianos “eucarísticos” como Ella; que sepamos unirnos a la pasión de Jesucristo y a la com-pasión de su Madre, haciendo que su sacrificio nos transforme cada día más a imagen de Cristo. 

Participar en la Eucaristía significa asumir el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por Ella. María está presente, como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. Iglesia y Eucaristía son inseparables; María y Eucaristía también son inseparables. La devoción a María es, pues, inseparable de la Eucaristía: no se puede ser devoto hijo de la Virgen si no se participa en la Eucaristía.

7. Hemos manifestado nuestra voluntad de coronar la imagen de la Virgen del Val, Patrona de la Ciudad de Alcalá, y de iniciar el proceso de preparación en este “Año Mariano”. La Virgen ve con buenos ojos este deseo nuestro y espera que nos dediquemos con alegría a esta hermosa tarea y que nos comprometamos fielmente en las actividades, que serán programadas para este fin.

En este Año Mariano y a lo largo de esta preparación, como hijos amantísimos de la Virgen del Val, tened presente en todo momento de vuestra vida a la Madre, que tanto os quiere; contempladla con ojos de fe y de amor, con cariño; rezadle humildemente para que os conceda de su Hijo la gracia de la conversión y de la salvación. 

Sed también fieles testigos de Jesucristo en el ámbito familiar, eclesial y social. La fe no puede quedar escondida en el interior de nuestras conciencias, sino que debe ser vivida en todas las dimensiones del ser humano y ser testimoniada públicamente; no sólo con actos de culto o de devoción popular, sino que debe también impregnar la vida diaria y todas las actividades humanas. Hoy día, en nuestra sociedad española, están siendo pisoteados muchos valores humanos y cristianos, en el campo de la educación, de la familia y de la libertad religiosa; de este modo se desliza hacia un precipicio, alejándose de Dios. Nuestro testimonio es necesario y urgente. 

8. María es Maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos. Los fieles se fijaron siempre en María, para hacer de la propia vida un culto a Dios y un compromiso de vida. 

San Ambrosio decía a sus fieles: “Que el alma de María está en cada uno para alabar al Señor; que su espíritu está en cada uno, para que se alegre en Dios” (Expositio Evangelii secundum Lucam, II, 26) y deseaba que en cada uno de ellos estuviese el alma de María para glorificar a Dios. 

¡Que la celebración del Año Jubilar en nuestra Diócesis, con motivo del 1700 Aniversario del Martirio de los Santos Niños, Justo y Pastor, y del 1600 Aniversario de la creación de la Diócesis, nos ayude, de la mano de la Virgen del Val, a vivir con mayor profundidad nuestro compromiso cristiano!

¡Que el Señor nos conceda tener una “alma” como la Virgen María; una actitud humilde y obediente como Ella; y una disponibilidad plena ante la voluntad de Dios! Amén.