Inmaculada

+ Adolfo González Montes, Obispo de Almería y Administrador A. de Ávila

 

Queridos diocesanos: 

Hoy 8 de diciembre de 2004 se cumplen 150 años desde que fuera proclamado en 1854 el dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen María por el beato Pío IX, el Papa que declaró la infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro. Es un don del Espíritu a la Iglesia que, asistida por el Espíritu que Jesús le prometió, permanece siempre en la verdad, a pesar de los errores humanos y del pecado de los creyentes.
De entonces ahora la Iglesia ha visto acrecentarse la fe en el misterio de María, mujer elegida por Dios para acoger en su seno al Verbo eterno. Dios creó en las entrañas de María la humanidad del Hijo del Altísimo y por eso Jesús nació “de lo alto” como nuevo Adán y alternativa al viejo Adán alejado de Dios por el pecado.

La Iglesia cree que María fue preservada del pecado desde que fue concebida por sus padres. Por eso la llamamos Purísima. No se trata de una declaración sobre María que excluya su engendramiento humano como el de todos los nacidos de mujer. Procreada por sus padres, María es un ser enteramente humano, pero fue librada de todo pecado desde que comenzó a existir para que pudiera dar “digna morada” en su vientre al único Santo. Fue así como Jesús nació de sus entrañas de mujer bendecida por Dios para que, por medio de ella, llegara a todos la bendición.

La fe en la condición enteramente santa de María acompaña la historia de la fe de las Iglesias de Oriente y Occidente a lo largo de los siglos. Por eso la declaración dogmática de Pío IX no inventa nada que no creyera ya la Iglesia. Lo que hace es manifestar como ciertamente revelada la fe de la Iglesia en la Concepción Purísima de María. La Iglesia siempre profesó que María había sido la primera redimida por su Hijo, aunque le faltaba el consenso unánime de los teólogos para ofrecer a las Iglesias la formulación de una fe comúnmente expresada.
La respuesta a la pregunta por la redención de la Madre del Redentor se fue abriendo camino en el debate de los siglos reflexionando sobre el puesto que María ocupa en la historia de la salvación. Para ocuparlo “como convenía”, María fue redimida anticipadamente del pecado y concebida en gracia en previsión de la obra redentora de Cristo. Esta es la doctrina que la declaración afirma pertenece a la tradición de fe de la Iglesia.

El ángel saludó a María como la “llena de gracia” porque la madre del que no conoció pecado no podía estar marcada por la condición pecadora de Adán. ¿Cómo podía acoger en su vientre al Santo una madre afectada por el pecado que infectó a toda la humanidad? Así, pues, la fe en el misterio de la redención de Cristo incluye la misión de María en la historia de nuestra salvación.

Esta fe ha marcado la historia de nuestro pueblo en forma tal que Carlos III creyó real deber responder al deseo de la Nación española solicitando de Clemente XIII la declaración de la Inmaculada como Patrona de España y de las Indias españolas. El Papa así lo concedía el 8 de noviembre de 1760, un siglo antes de la declaración dogmática. No podía ser de otro modo, porque así lo venían jurando, hasta morir por esta verdad de fe en el misterio de María, cofradías y hermandades, gremios y claustros de las Universidades, ciudades y villas del reino. 

La historia de la declaración dogmática de la Inmaculada forma parte de nuestra identidad espiritual y es un factor determinante de nuestro catolicismo. Despojada hoy de las connotaciones del pasado confesional, la fe en la Purísima Concepción sigue siendo expresión de nuestra piedad mariana, clave de tantas y bellas producciones artísticas y de devoción. Bien merece esta piedad generalizada que las generaciones de hoy dejen constancia de ella en monumento público que hable de quienes lo levantaron. ¿Que señal dejaremos de otro modo de tan compartido amor por la madre de Jesús? Hasta hoy no hay campo de las artes que no esté tocado entre nosotros del fervor mariano que defendió la pureza integra de María, bajo cuya advocación se pusieron comunidades parroquiales igual que congregaciones y seminarios.

Lo hemos querido recordar los Obispos españoles en reciente mensaje a nuestras Iglesias diocesanas y a cuantos quieran acoger la trascendencia de una fe que, antes de nada, es fe en el poder redentor de Dios por medio de la gracia de Cristo. Sólo él es capaz de hacer nueva una humanidad envejecida por el pecado y marcada por sus lacras. Sólo él es capaz de generar esperanza contra tanto escepticismo relativista y descreído, impotente para mirar el futuro con la convicción de que será un futuro digno del hombre, libre de la maraña del pecado que tiende un velo de apariencias sobre la vida humana y sólo esconde vaciedad. 

La Iglesia habla de este futuro y no desespera de que la humanidad podrá alcanzarlo, si da cabida a Dios como María Inmaculada, la nueva y verdadera Eva, madre de los que han de vivir.

Almería, 8 de diciembre de 2004.

+ ADOLFO GONZÁLEZ MONTES
Obispo de Almería