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Reflexiones
Marianas
Libro:
"Amigos de Dios
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Madre de Dios, Madre nuestra
Su
mucho amor a Nuestra Señora y su falta de cultura teológica llevó, a un
buen cristiano, a hacerme conocer cierta anécdota que voy a narraros,
porque —con toda su ingenuidad— es lógica en persona de pocas letras.
Tómelo —me decía— como un desahogo: comprenda mi tristeza ante algunas
cosas que suceden en estos tiempos. Durante la preparación y el desarrollo
del actual Concilio, se ha propuesto incluir el tema de la Virgen. Así:
el tema. ¿Hablan de ese modo los hijos? ¿Es ésa la fe que han
profesado siempre los fieles? ¿Desde cuándo el amor a la Virgen es un
tema, sobre el que se admita entablar una disputa a propósito de su
conveniencia?
Si algo está reñido con el amor, es la cicatería. No me importa ser muy
claro; si no lo fuera —continuaba— me parecería una ofensa a Nuestra
Madre Santa. Se ha discutido si era o no oportuno llamar a María Madre de
la Iglesia. Me molesta descender a más detalles. Pero la Madre de Dios y,
por eso, Madre de todos los cristianos, ¿no será Madre de la Iglesia, que
es la reunión de los que han sido bautizados y han renacido en Cristo, hijo
de María?
No me explico —seguía— de dónde nace la mezquindad de escatimar ese título
en alabanza de Nuestra Señora. ¡Qué diferente es la fe de la Iglesia! El tema
de la Virgen. ¿Pretenden los hijos plantear el tema del amor a su
madre? La quieren y basta. La querrán mucho, si son buenos hijos. Del tema
—o del esquema— hablan los extraños, los que estudian el caso con la
frialdad del enunciado de un problema. Hasta aquí el desahogo recto y
piadoso, pero injusto, de aquella alma simple y devotísima.
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