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Reflexiones
Marianas
Libro:
"Amigos de Dios
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Madre de Dios, Madre nuestra
Maestra
de esperanza. María proclama que la llamarán bienaventurada todas las
generaciones. Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esa
esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las
grandes heroínas del Viejo Testamento —Judit, Ester, Débora—
consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron aclamadas por el
pueblo, ensalzadas. El trono de María, como el de su Hijo, es la Cruz. Y
durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los
Cielos, es su callada presencia lo que nos impresiona. San Lucas, que la
conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración.
Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las
criaturas hasta la eternidad.
¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia!
Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que
hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos,
muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza.
Porque nos falta fe: ¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se
cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor.
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