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Reflexiones
Marianas
Libro:
Es Cristo que pasa
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
La Virgen santa, causa de nuestra alegría.
Pero,
fijaos: si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente cierto que
durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del
dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. A aquella
mujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzas a Jesús exclamando: bienaventurado
el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron, el Señor
responde: bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y
la ponen en práctica. Era el elogio de su Madre, de su fiat, del
hágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimas
consecuencias, que no se manifestó en acciones aparatosas, sino en el
sacrificio escondido y silencioso de cada jornada.
Al meditar estas verdades, entendemos un poco más la lógica de Dios; nos
damos cuenta de que el valor sobrenatural de nuestra vida no depende de que
sean realidad las grandes hazañas que a veces forjamos con la imaginación,
sino de la aceptación fiel de la voluntad divina, de la disposición
generosa en el menudo sacrificio diario.
Para ser divinos, para endiosarnos, hemos de empezar siendo muy humanos,
viviendo cara a Dios nuestra condición de hombres corrientes, santificando
esa aparente pequeñez. Así vivió María. La llena de gracia, la que es
objeto de las complacencias de Dios, la que está por encima de los ángeles
y de los santos llevó una existencia normal. María es una criatura como
nosotros, con un corazón como el nuestro, capaz de gozos y de alegrías, de
sufrimientos y de lágrimas. Antes de que Gabriel le comunique el querer de
Dios, Nuestra Señora ignora que había sido escogida desde toda la
eternidad para ser Madre del Mesías. Se considera a sí misma llena de
bajeza: por eso reconoce luego, con profunda humildad, que en Ella ha hecho cosas
grandes el que es Todopoderoso.
La pureza, la humildad y la generosidad de María contrastan con nuestra
miseria, con nuestro egoísmo. Es razonable que, después de advertir esto,
nos sintamos movidos a imitarla; somos criaturas de Dios, como Ella, y basta
que nos esforcemos por ser fieles, para que también en nosotros el Señor
obre cosas grandes. No será obstáculo nuestra poquedad: porque Dios escoge
lo que vale poco, para que así brille mejor la potencia de su amor.
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