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Reflexiones
Marianas
Libro:
"Amigos de Dios
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Madre de Dios, Madre nuestra
Todas
las fiestas de Nuestra Señora son grandes, porque constituyen ocasiones que
la Iglesia nos brinda para demostrar con hechos nuestro amor a Santa María.
Pero si tuviera que escoger una, entre esas festividades, prefiero la de
hoy: la Maternidad divina de la Santísima Virgen.
Esta celebración nos lleva a considerar algunos de los misterios centrales
de nuestra fe: a meditar en la Encarnación del Verbo, obra de las tres
Personas de la Trinidad Santísima. María, Hija de Dios Padre, por la
Encarnación del Señor en sus entrañas inmaculadas es Esposa de Dios Espíritu
Santo y Madre de Dios Hijo.
Cuando la Virgen respondió que sí, libremente, a aquellos designios que el
Creador le revelaba, el Verbo divino asumió la naturaleza humana: el alma
racional y el cuerpo formado en el seno purísimo de María. La naturaleza
divina y la humana se unían en una única Persona: Jesucristo, verdadero
Dios y, desde entonces, verdadero Hombre; Unigénito eterno del Padre y, a
partir de aquel momento, como Hombre, hijo verdadero de María: por eso
Nuestra Señora es Madre del Verbo encarnado, de la segunda Persona de la
Santísima Trinidad que ha unido a sí para siempre —sin confusión— la
naturaleza humana. Podemos decir bien alto a la Virgen Santa, como la mejor
alabanza, esas palabras que expresan su más alta dignidad: Madre de Dios.
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