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Reflexiones
Marianas
Libro:
"Amigos de Dios
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Madre de Dios, Madre nuestra
La
Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones y
privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida inmaculada y está
llena de gracia, es siempre virgen, subió en cuerpo y alma a los cielos, ha
sido coronada como Reina de la creación entera, por encima de los ángeles
y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La Santísima Virgen, por ser
Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo infinita, del bien infinito
que es Dios. No hay peligro de exagerar. Nunca profundizaremos bastante
en este misterio inefable; nunca podremos agradecer suficientemente a
Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado con la Trinidad Beatísima.
Eramos pecadores y enemigos de Dios. La Redención no sólo nos libra del
pecado y nos reconcilia con el Señor: nos convierte en hijos, nos entrega
una Madre, la misma que engendró al Verbo, según la Humanidad. ¿Cabe más
derroche, más exceso de amor? Dios ansiaba redimirnos, disponía de muchos
modos para ejecutar su Voluntad Santísima, según su infinita sabiduría.
Escogió uno, que disipa todas las posibles dudas sobre nuestra salvación y
glorificación. Como el primer Adán no nació de hombre y de mujer, sino
que fue plasmado en la tierra, así también el último Adán, que había de
curar la herida del primero, tomó un cuerpo plasmado en el seno de Virgen,
para ser, en cuanto a la carne, igual a la carne de los que pecaron
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